El «milagro» de Eduardo Moráis: «Me resetearon el cerebro y tuve que aprender de cero como un bebé»

Luis Fernández
Luis Fernández REDACCIÓN

ASTURIAS

Eduardo Moráis
Eduardo Moráis

El trubieco se reincorporó hace una semana a su puesto de trabajo y ya ha retomado sus actuaciones musicales. Los médicos utilizan su ejemplo de inspiración para otros pacientes

11 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Eduardo Moráis vuelve a sonreír. El joven trubieco de 35 años irradia alegría y esperanza y, tras superar un calvario que le tuvo al borde de la muerte, encara el futuro con optimismo. Desde que en agosto de 2021 le diagnosticaron un trastorno neurológico funcional, ha superado innumerables obstáculos hasta conseguir que su vida sea prácticamente igual que antes. El tratamiento en una clínica madrileña le devolvió la vida y, aunque sabe que tendrá que convivir con la enfermedad, asegura que ya no tiene limitaciones en su día a día. Se negó a jubilarse, ha vuelto a trabajar y ha retomado sus actuaciones musicales. Pero para llegar a este punto afirma que le han «reseteado» el cerebro y que tuvo que «aprender de cero como un bebé». Esta es la historia del «milagro» de Moráis.

Su caso saltó a la luz pública cuando publicó un vídeo en redes sociales denunciando su situación. Padre de dos niñas -una de 5 años y otra de 18 meses-, había sido diagnosticado de un trastorno neurológico funcional y su estado de salud empeoraba de un día para otro. Los médicos del HUCA le explicaron que la única solución era un tratamiento multidisciplinar en la clínica Rúber de Madrid, pero el SESPA tardaba demasiado tiempo en aprobar el traslado. La presión mediática y social hizo efecto y Moráis fue trasladado a Madrid para recibir el tratamiento. Ahí comenzó un periplo que culmina ahora con su recuperación «casi total».

«Antes de ir a Madrid estaba físicamente muy débil. Estaba todo el día en la cama, no podía levantarme, tenía el lado izquierdo paralizado y no controlaba los esfínteres», recuerda. Llegaron incluso a colocarle una sonda gasogástrica. No podía ni tragar y tenían que cambiarlo y ducharlo. Eso sí, era «consciente de todo en todo momento». De hecho, al llegar a Oviedo tras tres días en la clínica Ruber en la que valoraron si era una persona apta para ese tratamiento, se quedó sin oxígeno y volvió a ingresar en el HUCA. «Una vez estabilizado, me dieron el alta para evitar estresantes y que se complicara mi situación». A partir de ahí, se aprobó su traslado y todo cambió.

En Madrid recibió un tratamiento multidisciplinar durante una semana. Fisioterapeutas, logopedas, psiquiatras, psicólogos, neurólogos y neurocirujanos trabajaron el caso, cada uno en su especialidad, «pero todos al mismo tiempo. En equipo y juntos», explica Moráis. La doctora Isabel Parees fue la coordinadora de ese grupo de trabajo. «Al cuarto día ya me pusieron 10 segundos de pie y, a partir, de ahí empezamos a trabajar más y a ir recuperando», recuerda. En cuanto a las técnicas que utilizaron los médicos, Moráis señala que «ellos trabajaron mucho con el cerebro. Me hacían como una especie de juego para intentar engañar al cerebro y así reeducarlo». «Te juro que yo era consciente de lo que me hacían pero lograban engañarme», rememora.

«Vine para casa después de una semana en Madrid con el cerebro reseteado. Venir en ambulancia me costó porque todo era nuevo. Tuve que ir tocando las paredes de casa para reconocerla y no reconocía nada hasta hace mes y poco. Ni me acordaba de tocar el acordeón. Tuve que volver a descubrirlo todo como un bebé y así fui recuperando», explica. «De un día para otro volví a tocar la acordeón, a caminar mejor, y así hasta llegar a estar como estoy ahora, que yo diría que es a un 90% de como estaba». De hecho, asegura que por lo que le dicen es improbable que le vuelva a dar un síncope. En el HUCA, por indicación de la clínica madrileña, le implantaron un holter para estar más controlado, apunta el trubieco.

Vuelta al trabajo

La semana pasada se reincorporó a su puesto de trabajo en Química del Nalón, en Trubia. «Allí estoy en la báscula, en el control de camiones y cargas que entran y salen», explica. Moráis asegura que querían que se jubilara y declararlo dependiente, pero «yo veía que estaba recuperando y no quería eso. Quería recuperar mi vida». También ha retomado sus actuaciones musicales. «Es algo que me sirve de terapia», reconoce.

Moráis tiene una videoconferencia semanal con el equipo de la clínica madrileña y los médicos le indican las pautas de lo que debe hacer. Sabe que la enfermedad es para toda la vida pero que la solución está al alcance de su mano. «En el futuro tengo que evitar estresantes porque el cerebro cuando se siente incómodo y no lo puedes controlar tiende a evadirse e ir a lo más cómodo. Ahí es cuando hay riesgo de bloqueo», sostiene.

Su caso ha sido calificado de «milagro» por los médicos, afirma el joven, que asegura que los profesionales ponen su caso como ejemplo a otro pacientes en una situación similar. Su lucha ha servido de ejemplo y la Seguridad Social ha cubierto todo el tratamiento, incluidos los viajes en ambulancia que sigue realizando a Madrid cada tres meses.

Moráis solo tiene palabras de agradecimiento para todas las personas que le apoyaron. Como ejemplo, recuerda a una enfermera de padres asturianos que en la clínica madrileña cambiaba el turno para estar con él. «Si no es por los medios de comunicación y por la presión de la gente, igual yo no estaba aquí», sentencia un recuperado Moráis que se sigue emocionando cuando rememora el cariño que recibió en los peores momentos.