Pedazos de Tahití en joyas únicas fabricadas con perlas al pie del Cantábrico

J.A. TAPIA / LA VOZ

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Dos hermanas crean anillos, pendientes, collares y pulseras con perlas que les envían desde una granja de la Polinesia Francesa, donde una de ellas trabajó casi siete años

18 abr 2022 . Actualizado a las 07:53 h.

Paula y Sara Santos son dos hermanas de Tapia de Casariego, en el Occidente asturiano, a unos diez kilómetros de la frontera con Galicia, que se ocultan tras Maraea, una empresa dedicada al diseño y fabricación de joyas con perlas de Tahití, un producto 100 % artesanal. Maraea, un nombre tahitiano que significa tierra roja, nació el año pasado, es donde Paula y Sara vuelcan la experiencia adquirida tras haber viajado por el mundo en una intensa juventud.

Paula trabajó durante casi siete años en una granja de perlas en la laguna de Taha’a, en la Polinesia Francesa. Allí descubrió su pasión por las perlas y por el trabajo artesanal. Esa misma granja familiar de Champon, un negocio que al contrario que la mayoría no produce todo el año, sino que deja ciertos meses de descanso a las ostras (los más fríos) para así poder lograr una mayor calidad de producto, es el actual proveedor de Maraea.

Cuenta Sara que Paula le envíaba regalos, artículos elaborados con perlas de Tahití. Y cuando ambas aparecían por Asturias, sus amigos y familiares se sorprendían por lo bonitas y llamativas que eran. Fue lo que, transcurrido el tiempo, las animó a montar su propio negocio. Fue con la pandemia, cuando ambas coincidieron en Tapia y decidieron emprender esta nueva aventura.

Nació Maraea y en su corta andadura ya se ha hecho con una fiel y creciente clientela. Dependiendo del tipo de perla que se use, las joyas tienen precios que oscilan desde 20 a más de 800 euros. En su tienda web muestran en la actualidad anillos de 55 a 299 euros; un colgante de 159; collares de 45 a 492 euros; pendientes de 58 a 219 euros, y pulseras de 25 a 359.

Explican que las joyas de Maraea responden «a nuestro propio estilo de vida: joven, libre, moderno y bohemio, con diseños que no vas a encontrar en las joyerías tradicionales». Son piezas hechas íntegramente a mano, fabricadas en oro, plata o cuero. Ellas se encargan de todo el proceso, desde el diseño al nombre de la pieza, el taladro y engarce de las perlas. También hacen joyas personalizadas, únicas, exclusivas.

«Yo conocía solo la perla típica, la blanca. Y cuando vi estas perlas me enamoré de los colores (el negro es el más característico, pero hay una amplia gama de colores iridiscentes: verdes, marrones, violáceos, grises, dorados..), las formas, la calidad, de todo el proceso y lo que conlleva tener una perla», cuenta Paula. Y añade: «Trabajar en una granja de perlas es un poco caos. Está el equipo de producción, que no tiene nada que ver con el comercial. Allí aprendí, aparte del proceso de cultivo de la perla, la clasificación (por el tamaño y calidad) y también a fabricar joyas. Me di cuenta de que me encantaba trabajar con las manos y cuando surgió la idea de crear Maraea entre Sara y yo me maravilló la idea de volver a la tierra».

Del proceso para fabricar una joya, por ser única cada perla, dice que requiere paciencia y mucha atención. A la hora de taladrar, por ejemplo, hay que tener en cuenta factores como la calidad de la perla, de si tiene más o menos imperfecciones, y también la forma. Todo ello contribuye a hacer de cada joya una pieza irrepetible.

«Hemos arrancado medianamente bien. Esto es algo novedoso, único, exclusivo, porque aquí no hay perla de esta calidad y color, que es increíble», señala Paula. Sara añade que su madre ha sido un apoyo importante en sus inicios: «Y las ganas que teníamos». Y concluye: «Gusta mucho, porque es algo novedoso, fuera de lo común. Hacía tiempo que lo veníamos valorando, pero al reunirnos de nuevo en Asturias decidimos dar el paso y abrir el negocio. Y estamos muy contentas de cómo va».

Una ostra llega a producir 5 perlas

Las perlas tahitianas cultivadas en el mar tienen un proceso largo. Se empieza a trabajar con las ostras cuando cumplen los tres años. Los técnicos introducen un trozo de labio/epitelio de una ostra donante con gran variedad de colores y un núcleo de alta calidad compuesto de una concha de ostra. En la primera injerción el tamaño de las perlas oscila entre 8 y 11 milímetros y, en las posteriores, pueden llegar hasta los 20 milímetros de diámetro. Una ostra puede producir cinco perlas, una de cada vez. Cada una tarda al menos 18 meses en formarse. Su capa de nácar es muy gruesa, de 0,8 a 6 milímetros, lo que redundan en su lustre y durabilidad.