El asturiano que espió para Putin y que puede ser un precedente para Rufián

Juan M. Arribas

ASTURIAS

Roberto Flórez, el exespía asturiano
Roberto Flórez, el exespía asturiano

13 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue el primer español condenado por traición durante la democracia y su nombre ha vuelto a resurgir por el caso Pegasus y la presunta revelación de secretos de Gabriel Rufián, un asunto que está en manos de la Fiscalía. En pleno conflicto en Ucrania ha resucitado la figura de Roberto Flórez, un agente asturiano del CNI que fue condenado a doce años de cárcel por intentar vender a la Rusia de Putin documentos secretos. Una vida de novela que podría haber sido escrita por John Le Carré con pinceladas de Eduardo Mendoza. 

Nacido en Grado en mayo de 1965, Flórez ingresó en la Guardia Civil y estuvo destinado en la Comandancia de Intxaurrondo, en Guipúzcoa. Fue captado por los servicios secretos y en 1991 comenzó a trabajar para el CNI. Su capacidad para penetrar en el entorno etarra fue muy apreciada entre sus superiores. También cumplió servicio en Perú en 1996 y en la sede central del CNI, donde conoció los entresijos de los servicios secretos y de la División de Contrainteligencia y del área de Rusia, donde estuvo destinado en un periodo breve, en enero de 2004, un mes ante de abandonar el CNI, tras coger una baja voluntaria.

España supo que tenía un agente que trabajaba para Moscú cuando la CIA advirtió en  2004 que Rusia se había infiltrado en sus servicios secretos, y se negó a compartir la información con el CNI. La Fiscalía comenzó a investigar y sospechó de Flórez porque, tras su dimisión, no había llevado a cabo ninguna actividad remunerada y, pese a no constarle ahorros previos, disponía de dinero contante y sonante. Fue detenido en julio de 2007 y condenado en 2010.

La documentación con la que se hizo el exespía contenía datos relativos a la denominación y claves internas de los organismos del centro, a las autoridades con las que mantenía relación y a las que remitía informes de inteligencia, a las delegaciones del CNI en el exterior, a su estructura e, incluso, un listado de su personal por orden alfabético. Todos esos documentos fueron encontrados en el domicilio que el ex agente poseía en Tenerife cuando fue detenido en julio del 2007, así como en los registros de un local que tenía alquilado y de la vivienda de su suegra. Flórez ni siquiera se ocupó de destruirlos. También se hallaron dos cartas dirigidas al «señor Melnikov», al que el tribunal identificó con Petr Yakovievich Melnikov, consejero de la Embajada de Rusia en España entre el 2000 y el 2003. En la primera misiva, de diciembre del 2001, se presentaba como «un directivo del CSID» dispuesto a colaborar con los servicios secretos rusos. Se adjuntaban unos documentos y pedía 200.000 dólares a cambio. La segunda carta, que tuvo que ser recuperada informáticamente al haber sido borrada y fechada tres meses después, reiteraba el ofrecimiento de colaboración.

El tribunal que le juzgó consideró acreditado que Flórez obtuvo «documentación e información clasificada como secreta con la intención de ofrecérsela a Rusia». Sin embargo, reconoció que «no se cuenta con acreditación suficiente de que ese ofrecimiento se llegara a materializar». A pesar de ello, la Fiscalía y la Abogacía del Estado (que representaba al CNI) sostenían que el exagente sí llegó a revelar información a Moscú, lo que obligó a neutralizar dos operaciones del centro que estaban en marcha. Fue condenado a 12 años de cárcel, aunque solo cumplió nueve años y ya está libertad.

Flórez, el espía moscón, reconoció en el juicio haber elaborado las misivas, pero argumentó que era parte de un ejercicio práctico para el CNI, con el que quería evidenciar las deficiencias de seguridad de los servicios secretos españoles.