Las investigaciones vienen confirmando desde 2011 que su huésped natural es un murciélago de cueva y hasta la fecha no se ha encontrado evidencia alguna de que sea capaz de infectar a personas

Fue descrito por primera vez en 2011 y, aunque pertenece a la misma familia que los dos agentes patógenos más agresivos para el ser humano, hasta la fecha no se ha encontrado ninguna evidencia de que el virus Lloviu pueda ser transmitido por su húesped natural a las personas. «Lo único alarmante es que genéticamente es parecido a los virus Ébola y Marburg, pero otros Ébola que tienen aún más relación con estos patógenos tampoco son capaces de infectar a los humanos», explica Juan Echeverría, virólogo e investigador del Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III, donde están en marcha desde 2006 los proyectos Virobat para buscar virus potencialmente emergentes en los 35 tipos de murciélagos que existen en España.

EL PRIMER CONTACTO CON EL NUEVO VIRUS

El virus Lloviu fue identificado en el marco de estos proyectos, que llevan a cabo varios laboratorios del centro de microbiología en colaboración con expertos en murciélagos. Echevarría, que es investigador principal de estos proyectos, recuerda que un primer contacto con el virus Lloviu, de manera indirecta, se remonta a mayo de 2002, cuando los expertos en murciélagos detectaron una mortandad altísima e inusual en una especie concreta que recibe el nombre vulgar de murciélago de cueva -aunque no es la única que habita en cuevas- y cuyo nombre científico es Miniopterus schreibersii. Miles de ejemplares de murciélagos de Schreiber aparecieron muertos en la cueva del Lloviu, en Peón (Villaviciosa), posteriormente en otra de Cantabria y, en los meses siguientes, pasaría lo mismo también en el sur de España y en Portugal. También en Francia, incluso antes que en la península.

Ejemplares de murciélago de cueva («Miniopterus schreibersii»), en una imagen de archivo
Ejemplares de murciélago de cueva («Miniopterus schreibersii»), en una imagen de archivo DAVID A. GRAÑA

«Parecía que había algo que estaba produciendo mortandad en esta especie en varios países europeos. Era alarmante para su conservación, porque tiene la particularidad de que se concentra en grandes poblaciones, sobre todo en la época de hibernación», explica Echevarría, que recuerda que entonces buscaron virus de varias familias en los cadáveres examinados y no encontraron ningún hallazgo que les permitiera establecer una relación causal con la mortandad. Con los años, las investigaciones científicas que se desarrollan en el mundo permitirían relacionar a los murciélagos como posibles huéspedes naturales de otras familias de virus importantes en salud humana como los filovirus a los que pertenecen Ébola y Marburg.

Hoy en día, según indica Echevarría, está establecido que al menos el virus Marburg, el más peligroso que existe en la actualidad para el ser humano, tiene como huéspedes naturales a murciélagos y, en el caso del Ébola, aún falta algún fleco para poder asegurarlo. Los investigadores de Virobat, en su labor de búsqueda de virus relacionados con los murciélagos españoles, ampliaron la investigación a posibles filovirus a pesar de que no había ninguno descrito en Europa y se acordaron de los miles de murciélagos que habían aparecido muertos en cuevas en 2002.

El hallazgo del virus en los murciélagos muertos

Tras examinar de nuevo los cadáveres de ejemplares de la cueva asturiana que guardaban en los congeladores del centro, «nuestra sorpresa fue que encontramos dos secuencias de RNA de un filovirus desconocido hasta entonces y que además estaba en cargas altas en distintos tipos de órganos de los murciélagos, particularmente en pulmones, que era donde se habían visto las lesiones que parecían responsables de la muerte». Echevarría explica que, así, en 2011, concluyeron que la causa de la muerte había sido ese nuevo filovirus, que llamaron Lloviu por la cueva de Peón a la que pertenecían los animales examinados, una práctica muy habitual cuando se describen nuevos virus como ocurrió en su momento con Ébola o Mamburg, que también llevan los nombres del río congoleño y la localidad alemana, respectivamente, en los que fueron identificados por primera vez.

Cueva del Lloviu
Cueva del Lloviu

Lloviu pertenece a la misma familia que estos dos virus, letales en algunas de sus especies al provocar brotes de severas fiebres hemorrágicas en África. Pero en 2011 ya se sabía que no todos los Ébola son patógenos y, por ejemplo, el único que existe fuera de África (Ébola-Reston) no es capaz de infectar a los humanos. «Los únicos hechos que teníamos entonces disponibles sobre Lloviu es que otras especies de murciélagos que habían estado en contacto con los de Schreiber no se vieron afectadas. Tampoco los expertos que estuvieron en contacto con los cadáveres de los murciélagos«, recuerda el virólogo, que explica que entonces tampoco quedaba resuelto si la especie de murciélagos afectada por la mortandad era o no el huésped natural del nuevo virus.

Echevarría, en este sentido, señala que normalmente, cuando un virus produce brotes muy graves, causa una elevada mortandad en una determinada especie, que lógicamente no podría ser la del huésped natural ya que el agente patógeno no podría sostenerse en la naturaleza.

Reaparece en 2016 en Hungría

En 2016, el virus Lloviu se detectó de nuevo en Hungría relacionado con otro evento de mortalidad masiva y rápida en murciélagos de Schreiber, tal y como describió un grupo de investigación húngaro en un estudio publicado en 2018. «Ni nosotros ni los autores húngaros ?explica Echevarría? habíamos logrado poder aislar el virus en cultivo celular». Los experimentos del Carlos III tuvieron que hacerse en Estados Unidos ya que España no tiene laboratorios del máximo nivel (4) de bioseguridad, necesarios para manejar un virus tan similar a patógenos peligrosos.

Con posterioridad se publicaría un nuevo trabajo de un grupo de investigación japonés que, al no poder cultivar el Lloviu en laboratorio, obtuvo el virus vivo por genética inversa. Echeverria explica que en esa investigación se detectó que el virus así obtenido podía infectar células de murciélagos y otras especies de mamíferos, incluidas células humanas, «aunque también describen que carecía de algunos factores de patogenicidad propios de los virus tan agresivos como Ébola y Mamburg.

En otro trabajo publicado en 2019 por los investigadores del Carlos III también se habían encontrado anticuerpos frente al virus Lloviu en murciélagos sanos, que habían sido capturados en 2015 en Asturias y Cantabria, las mismas zonas en las que se había registrado la masiva mortandad de 2002. «Para nuestra sorpresa observamos que tenían anticuerpos frente al virus además con unas seroprevalencias apreciables», señala Echevarría.

Este nuevo trabajo permitía concluir que los murciélagos de Schreiber eran el huésped natural del filovirus Lloviu. «Normalmente no produce una enfermedad grave, por lo menos no induce una mortalidad importante, pero, bajo ciertas circunstancias o cuando concurren otros factores que desconocemos, se producen estos episodios de alta mortandad», explica el virólogo.

Sin rastro de infecciones en personas

El último trabajo sobre Lloviu es el publicado recientemente, también del grupo húngaro en colaboración con otros investigadores, en el que de describen hallazgos relevantes. Uno de ellos es que se detectan ya no solo anticuerpos, sino secuencias genómicas del virus en muestras de cadáveres de murciélagos que aparecían esporádicamente en la cuevas, cuyas poblaciones estaban sanas, y en la sangre de otros ejemplares sanos, lo que «corrobora que este virus puede infectar a esta especie sin producirle esta mortandad, por lo tanto es el huésped».

Otro hallazgo relevante es que los parásitos externos -garrapatas y una especie de moscas apteras- de los murciélagos que tenían el virus en la sangre también lo tenían. «No sabemos si el virus es capaz de replicarse en el parásito y si el parásito es capaz de transmitirlo picando a otro murciélago, pero potencialmente puede ser», señala el investigador. En este último trabajo también se ha conseguido obtener el virus en cultivo mediante el uso de líneas celulares derivadas de murciélagos de Schreiber y se pudo observar que, en altas concentraciones, era capaz de infectar células de otras especies de mamíferos, incluidas las humanas.

¿Podría replicarse esa infección a personas fuera de un laboratorio? «Hay ciertos hechos que nos demuestran que no es fácil y el único que podría apuntar en esa dirección es que se ha podido realizar en laboratorio. Sin embargo, también hemos visto que a otras especies de murciélago, que lógicamente están más cercanas genéticamente y que en teoría sería más fácil que el virus saltara a ellas, no se ven afectadas pese a que han estado en contacto incluso durante los brotes. Además, allá donde hemos buscado alguna evidencia de exposición o infección de humanos no la hemos encontrado».

En este sentido, Echevarría menciona que, en el trabajo en el que encontraron anticuerpos en murciélagos sanos, también se buscaron en expertos de la Asociación Española para la Conservación y el Estudio de los Murciélagos (Secemu) sin resultado alguno. En 2005 habían realizado una encuesta a medio centenar de estos especialistas para que estimasen cuántos ejemplares podrían haber manejado a lo largo de su vida y, entre todos, sumaban más de 70.000.

«Hay personas que han manipulado muchísimos miles de individuos de esta especie sin que les haya pasado nada. Eso hay que tenerlo en cuenta. Hay ciertas evidencias negativas, aunque no son concluyentes, de que los humanos probablemente no somos susceptibles a este virus», señala Ecchevarría, que indica que a 22 de estos expertos con antecedentes de manipulación de cadáveres durante el evento de mortalidad en 2002 se les realizaron pruebas para buscar anticuerpos sin resultado alguno. «Con todo esto, no hay ningún motivo para tener alarma», reitera el virólogo, que recuerda además que no es tan sencillo que se vean murciélagos con frecuencia.

«Las pocas oportunidades de verlos es cuando están enfermos o tienen comportamientos raros. De otra manera no serían accesibles y justo es en esos casos cuando tienen más posibilidades de poder tener algún virus productor de rabia. La moraleja -dice? es que cuando uno se encuentra con un murciélago no hay que tocarlo ni exponerse a que te muerda». Echevarría también recuerda lo fundamentales y beneficiosos que son los murciélagos -de los que existen 1.400 especies en todo el mundo- para la biodiversidad y para la salud humana al tener un papel clave en el control natural de poblaciones de insectos vectores de enfermedades infecciosas y en la reducción del uso de pesticidas, nocivos para la salud de las personas, en el control de las plagas agrícolas.