Pandenes, la parroquia de Cabranes que cumple 90 años entre nuevos vecinos: «Es un pequeño rincón del paraíso»

E. G Bandera REDACCION

ASTURIAS

De izquierda a derecha, Olga Arboleya, Javier Rodríguez, Noel Cueto, Liz Sutcliffe, Natalia Muñoz-Casayús, Zulima Acebedo y Trini Conchita Carús, integrantes de la junta directiva de la asociación Amigos de Pandenes, delante del recuperado centro social del pueblo
De izquierda a derecha, Olga Arboleya, Javier Rodríguez, Noel Cueto, Liz Sutcliffe, Natalia Muñoz-Casayús, Zulima Acebedo y Trini Conchita Carús, integrantes de la junta directiva de la asociación Amigos de Pandenes, delante del recuperado centro social del pueblo

Solo en 2021 se instalaron cuatro parejas, lo que ha animado a relanzar la asociación cultural del pueblo para reabrir y gestionar el centro social. «Estamos haciendo cosas que en una ciudad sería imposible», valora una de las nuevas residentes

16 jun 2022 . Actualizado a las 05:05 h.

Pandenes, una parroquia rural del concejo de Cabranes, celebra este domingo, 19 de junio, su 90 aniversario y va a ser una celebración cargada de optimismo porque lo hará entre el mayor número de vecinos que ha tenido el pueblo en estos últimos años. Mientras otras zonas rurales se vacían, Pandenes gana nuevos habitantes. Si hasta hace nada no llegaban a una veintena con residencia fija durante todo el año, ahora son más de una treintena. «Somos un pueblo muy pequeño, es un pequeño rincón del paraíso, y solo en el último año se han venido a vivir cuatro nuevas parejas», cuenta Natalia Muñoz-Casayús, que desde mayo es la presidenta de la asociación cultural y recreativa Amigos de Pandenes, que se ha vuelto a relanzar coincidiendo con la reapertura del centro social del pueblo, uno de los primeros en abrir en Cabranes que ahora llevaba demasiados años inactivo.

«Es la antigua escuela y durante bastantes años estuvo funcionando como bar. Lo llevaba una de las vecinas pero el pueblo entró en declive, perdiendo actividad, al fallecer mucha gente mayor. Toda una generación desapareció y los hijos y los nietos de esas personas, en su mayoría, se fueron a estudiar lejos o a trabajar en otras partes», explica Muñoz-Casayús, que se mudó a Pandenes desde Madrid con su pareja, Óscar Gárate, el pasado mes de septiembre.

La última pareja, con un niño, lo hizo en febrero. «Antes de nosotros se habían instalado tres parejas en el último año y, como los vecinos de siempre tenían muchas ganas de que se reabriera el centro social, también relanzamos la asociación cultural que lo gestiona». La junta directiva de la asociación Amigos de Pandenes está formada por una mezcla de «paisanos y gente nueva» que, junto con el alcalde pedáneo de la parroquia, Humberto Vigil, han organizado la jornada de confraternización que, a partir de las 13 horas de este domingo, será la primera actividad comunitaria del centro social de Pandenes.

En el evento, un vecino del pueblo, Aladino Ramos, ofrecerá una charla sobre cómo nació la parroquia rural en 1932 y se presentará el libro Memoria de Arnao. Campo de concentración de Figueras a cargo de su autor, Fernando García Rodríguez, con mención especial a los 10 vecinos de Pandenes que se cuentan entre los miles de asturianos represaliados por el franquismo que estuvieron prisioneros en los barracones de la playa de Arnao, en Castropol, entre 1937 y 1943.

Foto histórica de los habitantes de Pandenes, en Cabranes
Foto histórica de los habitantes de Pandenes, en Cabranes

«Queríamos organizar algo que gustase a todos los paisanos y a la gente nueva, y se va a recordar ese capítulo de la historia y también cómo se inauguró la parroquia rural porque se quería más autonomía respecto a Santolaya», indica Muñoz-Casayús, que agradece que los paisanos del pueblo «nos cuenten a los nuevos cómo era la vida antes en Pandenes; es la única manera de que la podamos conocer». También agradece la buena acogida a los nuevos habitantes. «Siempre que necesitamos algo están para echar una mano y eso se agradece mucho, así que como deseaban que se reabriera el centro social nos pusimos con ello».

«Nos hemos traído el trabajo de Madrid»

Natalia Muñoz-Casayús y su pareja no son asturianos. «Ahora sí lo somos, pero vivíamos en Madrid. Óscar es de Chile y yo nací en Canadá de padres españoles». Se vinieron a Asturias porque a su pareja le recuerda a Chile: «Siempre tuvo la idea de que, cuando se jubilara, quería venirse a vivir a Asturias y le dije que si podíamos trabajar desde cualquier parte no deberíamos esperar, así que aquí estamos». Él es ingeniero informático y desarrollador de software y ella, diseñadora gráfica y web y profesora online de inglés y francés. «Hemos podido venir sin problema porque nos hemos traído el trabajo desde Madrid. Trabajamos online, pero ahora estamos haciendo cosas que en Madrid sería imposible», valora, mencionando el jardín, el huerto, el taller o tener animales domésticos.

También explica que se pasaron cuatro o cinco años buscando en Asturias la casa que reuniera «muchas cosas» y una «de las que estaba más arriba» era que tuviera buena conectividad. «Casa que íbamos a visitar, casa en la que hacíamos una videollamada entre nosotros y con la familia de Madrid para comprobar la calidad de la conexión». Y en la casa en la que viven en Pandenes, que no en todas las del pueblo, encontraron lo que buscaban: «Estamos pendientes de que se instale la fibra óptica pero nuestra casa tiene buena conectividad».

Teletrabajan sin problema, «excepcionalmente algún día con lluvia ha sido un poco más difícil, pero sin causar sobresalto alguno en el trabajo». La vida en Pandenes, en donde otros nuevos vecinos teletrabajan y otros han optado por dedicarse a actividades relacionadas con lo rural, es lo que se esperaban y lo que querían. «Quizá el shock más grande ha sido el que ha sufrido todo el mundo: el aumento del precio de la gasolina y del gasoil».

A Pandenes, que está situado a 15 minutos en coche de Nava y a unos 10 de Santolaya, solo llega un autobús a la semana, los miércoles, que sale a las 9 de la mañana rumbo a Villaviciosa y vuelve a la una de la tarde. «Aquí tenemos una dependencia absoluta del coche porque no hay transporte público y en Santolaya, salvo una farmacia y el ayuntamiento, no hay más servicios. Hay que salir del concejo para todo y ya sabíamos que veníamos a un lugar más aislado, pero no nos esperábamos lo caro que iba a ser calentar la casa con gasoil y el gasto del coche. Ha sido de todas formas la misma sorpresa que ha tenido todo el mundo: los costes se han duplicado sin que los sueldos hayan mejorado y se nota mucho más», dice Muñoz-Casayús.