Acogió a su sobrino que nació con síndrome de abstinencia: «Perdí una familia, pero gané un hijo»

X. Menéndez REDACCIÓN

ASTURIAS

Lourdes Calleja junto a su sobrino, M., al que acogió con mes y medio
Lourdes Calleja junto a su sobrino, M., al que acogió con mes y medio

Nadie de su familia quería hacerse cargo del bebé porque «parecía que iba a dar muchos problemas», 12 años después Lourdes Calleja presume de que es un niño «normal y feliz»

24 sep 2022 . Actualizado a las 12:15 h.

La vida de Loudes Calleja cambió radicalmente hace 12 años, cuando se hizo cargo de su sobrino que por entonces tenía mes y medio y lo acogió en su casa de Gijón. Los servicios sociales le habían quitado el hijo a su hermano y su pareja después de que la Policía se viese obligada a intervenir para salvar la vida del recién nacido. Calleja no podía permitir que el pequeño, sangre de su sangre, se criara en un centro de acogida a la espera de otra familia que, en algunos casos, no llega nunca. La decisión de acoger a M., que solo tenía mes y medio, le llevó a ser rechazada por el resto de sus familiares que querían lavarse las manos ante una responsabilidad como aquella. Calleja sabía que se comprometía prácticamente de por vida y aún así no dudo ni un instante: su único objetivo era que el pequeño fuese un niño normal, pudiese ser feliz y tener las mismas oportunidades que el resto. «Perdí una familia, pero gané un hijo». A pesar de los sacrificios y esfuerzos, Calleja volvería a tomar esa decisión. «No lo cambiaría por nada en el mundo. Verlo feliz me hace sentirme satisfecha».

M. tenía solo mes y medio cuando los servicios sociales lo rescataron de su casa. Calleja cuenta que el pequeño casi muere por el trato de sus padres, que tenían problemas con adicciones a las drogas. «Los vecinos alertaron de los golpes y se personó la policía. Encontraron al bebé casi muerto. Lo habían golpeado, intentado tirar por la ventana…», cuenta Calleja. El bebé, a causa de la adicción de su madre, había nacido con el síndrome de abstinencia neonatal.

«Yo no esperaba tener un hijo». Tras 12 años y prácticamente toda su vida, eso es lo que es M. para Calleja. «Tenía mi vida hecha: marido, trabajo y un hijo de 21 años» pero cuando le llamaron desde servicios sociales no pudo negarse acoger a su sobrino. «Llamaron a toda la familia pero nadie quería hacerse cargo de él porque era un niño que parecía que iba a dar muchos problemas. Había nacido con drogas en su interior, tuvo que pasar el mono siendo recién nacido. Daba 300 de diazepam en sangre… Los médicos al principio decían que no sabían si era sordo, mudo o qué, pero que algo le ocurría». Calleja presume con orgullo de que M. es un niño totalmente normal que tiene la misma vida que cualquier otro y es feliz. 

«No podía permitir que llegase a un centro. Ninguna persona debería permitir que un niño, sangre de su sangre, pase por un centro de acogida», explica Calleja sobre las razones por las que acogió a su sobrino. «Todos los niños merecen un hogar, que les den cariño. No pidieron venir a este mundo y no se lo merecen» y a pesar de todos los esfuerzos, especialmente económicos, que supuso acogerlo, asegura que es la mejor decisión que pudo tomar. «No lo cambiaría por nada del mundo. Lo volvería hacer siempre. Me siento satisfecha de verlo feliz, de ver cómo ha crecido, tan mayor; de verlo en su equipo de fútbol…De verlo vivir y ser un niño normal. Él puede ser feliz sin tener que preocuparse por su pasado», dice Calleja.

Después de 12 años, Calleja ha ejercido como madre. Sin embargo, M. sabe que sus padres son otros. «Nunca se lo hemos escondido», Cuando M. tenía 4 años se lo iban a contar y antes de decir nada, recuerda Calleja, M. dijo: «Sé que tengo otros padres pero vosotros sois mis padres de corazón». M. no conoce a sus padres porque no son buena influencia para el pequeño pero encontró en su tía la protección que todos los niños necesitan.

Proceso burocrático largo

El proceso de acogida es complejo aún en los casos de familia extensa, que es cuando una persona con la que guarda parentesco se hace cargo del niño. Los servicios sociales acudieron en varias ocasiones al domicilio de Calleja para comprobar que cumplía los requisitos. «Tuvimos que pasar por psicólogos, demostrar los ingresos que teníamos en casa, las nóminas; mostrar la habitación que iba a ser para M…» y papeles, mucho papeleo. «Como M. en aquel entonces era un bebé, no sufrió ningún proceso de adaptación como sí viven otros chicos mayores en una situación similar».

En opinión de Calleja, deberían facilitarse estos procesos para las familias. «Las instituciones se deben de volcar con estos niños, que haya más asistentas sociales que ayuden a agilizar lo que es bueno para todos, tanto para las familias, que están deseando un niño, como para el niño, que necesita amor». Aunque asegura que es lógico que haya que demostrar que te puedes ocupar del pequeño, «los niños no necesitan mucho, con un poco que les das y las vida. Ellos piden muchas condiciones y con amor y un plato caliente ya es suficiente. Los niños no son solo números en carpetas».