Maestro Eduardo Matos Moctezuma

Mª Antonia Pedregal Montes

ASTURIAS

El arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma
El arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma

24 oct 2022 . Actualizado a las 08:43 h.

Decía el poeta latino Horacio que «Todo aquello que está debajo de la tierra, el tiempo lo sacará a la luz del sol». El afamado autor estaba prácticamente definiendo lo que constituye la esencia del trabajo de un arqueólogo: sacar a la luz los restos de civilizaciones pretéritas, estudiarlos e interpretarlos. A ello -y a otras muchas cosas- ha dedicado su vida de D. Eduardo Matos Moztezuma, galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022. Con motivo de la concesión del premio, su alumno Leonardo López Luján ?responsable actualmente del proyecto arqueológico Templo Mayor- lo ha definido como «un todoterreno: investigador de talla mundial, creador de museos, divulgador científico, profesor de excelencia, gestor cultural y director de proyectos emblemáticos en Tula, Teotihuacan, Tlatelolco y Tenochtitlan».

El profesor Matos nació en 1940 en México, tierra privilegiada para un arqueólogo por ser solar de importantes civilizaciones. Su vocación la descubrió leyendo Dioses, tumbas y sabios, de C.W. Ceram, lo que le encaminó a estudiar en la Escuela Nacional de Antropología e Historia -donde obtuvo el título de arqueólogo- y en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que se graduó como maestro en Ciencias Antropológicas con la tesis La revolución urbana en la Cuenca de México (1965). De esta etapa de formación guarda buen recuerdo de Pedro Bosch Gimpera, exiliado de España tras la Guerra Civil, que les hablaba de la región franco-cantábrica en el curso de Prehistoria. Las obras de otro antropólogo y arqueólogo español exiliado, Pedro Armillas, también ejerció una importante influencia en su pensamiento.

Tras sus primeros trabajos de campo en Comalcalco, Bonampak, Tepeapulco, Malpaso y Cholula, en 1967 inició su carrera como funcionario del Instituto Nacional de Antropología e Historia, al ser nombrado subjefe de Monumentos Prehispánicos. Entre 1971 y 1973 dirigió la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en 1975 fue nombrado director de Monumentos Prehispánicos. Su carrera dentro de lo que él denomina «burocracia arqueológica» culminó cuando en 1977 fue nombrado presidente del Consejo de Arqueología, el cargo más alto dentro de la arqueología mexicana. A pesar de esta brillante carrera burocrática, la necesidad de realizar investigación, publicar y dedicarse plenamente a la actividad académica generaron en él un vacío que le llevó a presentar la dimisión a los pocos meses.

Providencialmente, tuvo lugar entonces el descubrimiento fortuito en pleno centro histórico de Ciudad de México del monolito de la diosa Coyolxauhqui, perteneciente al panteón de dioses adorados por los mexicas o aztecas en el centro religioso ubicado en el corazón de su capital, la antigua Tenochtitlán. Aceptó inmediatamente la propuesta para realizar exploraciones en esta parte de la ciudad y así nació, en 1978, el Proyecto Templo Mayor, donde pudo plasmar sus ideas de cómo debe ser un proyecto de investigación interdisciplinar en un medio urbano. Dividido en tres partes -la fase de recolección de la información proveniente de la arqueología y las fuentes históricas; la fase de excavación, cinco años de trabajo en el epicentro de la capital mexicana; y la fase de interpretación, analizando los materiales obtenidos para dar a conocer los resultados-, fue desarrollado por un equipo de trabajo en el que participaron arqueólogos, historiadores, restauradores, biólogos, químicos y otros científicos que permitieron una investigación integral de este área que fue el centro nuclear de la cosmovisión del pueblo mexica.

Además de en el Templo Mayor, desarrolló importantes trabajos arqueológicos en Tula, Tlatelolco y Teotihuacán, donde excavó en la Pirámide del Sol.

La dirección de museos y exposiciones también ha sido campo de trabajo cultivado brillantemente por el profesor Matos. En 1986 fue nombrado director del Museo Nacional de Antropología, cuya renovación inició. En 1987 pasó a dirigir el Museo del Templo Mayor, cristalización de su idea de crear un museo de sitio que mostrara lo que era el edificio e importantes aspectos de la sociedad mexica. En él impulsó programas divulgativos dirigidos a grupos marginales y personas con dificultades físicas e intelectuales. Su último proyecto fue el museo de Teotihuacán.

Su vocación de divulgador también le ha puesto al frente de importantes exposiciones de ámbito internacional, como la dedicada al Templo Mayor, que comenzó su recorrido en el Petit Palais de París, o Aztecs en la Royal Academy of Arts de Londres, además de participar en numerosos documentales, reportajes, entrevistas…

Su amplísima producción bibliográfica (más de 500 trabajos) gira en torno a tres temas: la cultura azteca, la muerte en el México prehispánico y la historia de la arqueología mexicana. Merecedor de numerosísimos premios y reconocimientos, a los que se suma ahora merecidamente el Princesa de Asturias, defiende que «La arqueología es como una moderna máquina del tiempo que nos permite dar vida a lo muerto» y que «el arqueólogo es un buscador del tiempo perdido».

 *Mª Antonia Pedregal Montes es Directora del Museo Arqueológico de Asturias