El latido del mundo

Adrián Barbón

ASTURIAS

Adrián Barbón, presidente del Gobierno del Principado de Asturias
Adrián Barbón, presidente del Gobierno del Principado de Asturias

28 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La ceremonia de entrega de los Premios Princesa tiene una liturgia consolidada. Como ocurre con todos los actos que se repiten, también son inevitables los tópicos recurrentes: la relevancia de los galardones, el acierto de los jurados, la proyección internacional, la importancia que suponen para Oviedo y Asturias entera. Todos verdaderos, por demás. Si nos fuésemos al lado de las críticas, podríamos comprobar también la misma reiteración.

Como presidente del Principado -y presidente también, por añadidura, del jurado del Premio de la Concordia-, mi opinión está clara: las aportaciones positivas superan con amplitud todas las posibles objeciones. Sostengo, incluso, que hay una virtud de los premios poco valorada: su capacidad para tomar el pulso a la realidad que estamos viviendo. Eso es lo que explica esa suerte de milagro laico que sucede cada octubre una tarde de viernes: que en el escenario del Teatro Campoamor podamos sentir el latido del mundo.

 No sé cómo se produce ese fenómeno. Cada jurado delibera y decide por separado, a su albedrío. En principio, nada garantiza que el conjunto de galardones sea armónico. Sin embargo, ocurre, y en algunas ocasiones, de forma sobresaliente. Eso es lo que pasa este año.

Shigeru Ban es un arquitecto ya muy distinguido, que en 2014 recibió el premio Pritzker. Buena parte de su prestigio se debe a su capacidad para resolver la necesidad de refugios y viviendas temporales cuando las catástrofes naturales o la barbarie arrasan algún lugar del planeta, sea Japón, Ruanda o Ucrania. Para ello, utiliza materiales reciclados -cartón, por ejemplo-, ligeros y resistentes. La combinación es una arquitectura humanitaria, sostenible e innovadora que le ha hecho merecedor del Premio de la Concordia.

La atención a las personas refugiadas de Shigeru Ban es también el motor de la Fundación y el Equipo Olímpico de Refugiados, que comparten el premio de los Deportes. Dos iniciativas para evitar que las guerras o el desprecio a los derechos humanos, con frecuencia tan unidas, no frustren el desarrollo personal y deportivo. La participación del equipo de refugiados en los juegos olímpicos, en pie de igualdad con el de cualquier país, es una carrera hacia la esperanza.

La esperanza ha sido, probablemente, uno de los asideros del periodista Adam Michnik, Premio de Comunicación y Humanidades y un referente internacional de la lucha a favor de los derechos humanos. Sus seis años en las cárceles del régimen comunista polaco no le hicieron desistir de procurar la reconciliación en su país. El autor de En busca del significado perdido encarna el compromiso vital ?con todas las letras, porque pudo irle la vida en ello- para superar los conflictos. De ahí su oposición rotunda a la invasión de Ucrania decidida por Vladimir Putin. 

La inquietud humanista que encontramos en Michnik alienta también al dramaturgo, filósofo y matemático Juan Mayorga, Premio de las Letras. La defensa de la esencial dignidad del ser humano impregna su compromiso intelectual, plasmado en sus obras y su impulso a la renovación de la escena teatral. Mayorga, como Ban o Michnik, no elude la realidad que vivimos: la enfrenta y obliga al espectador a encararla con él, de ahí su hondura crítica. 

Refugiados, guerras, desastres naturales, sostenibilidad. Son palabras cotidianas de nuestro tiempo, vinculadas a la guerra, al cambio climático y a la preocupación por el planeta. Esas constantes también nos remiten a la labor de Ellen MacArthur, Premio de Cooperación Internacional, la regatista creadora de una fundación que, con su propio nombre, promueve la economía circular (un campo en el que Asturias cuenta con un gran potencial, dicho sea de paso) en el uso de alimentos, en la industria textil, en la del plástico y en la minoración de los gases de efecto invernadero. Las tres erres de la ecología ?reducción, reutilización y reciclaje- nos remiten al cambio del paradigma sobre el que se ha basado el crecimiento económico los últimos siglos. 

Un nuevo sistema de producción en el que será básica la inteligencia artificial, ese vasto universo que exploran Geoffrey Hinton, Yann LeCun, Yoshua Bengio y Demis Hassabis, Premio de Investigación Científica y Técnica. El desarrollo de las redes neuronales artificiales y del aprendizaje profundo (deep learning) ofrece posibilidades inmensas. La traducción automática, el reconocimiento de voz y de objetos son sólo los primeros hitos de un campo de trabajo casi infinito que en los próximos años aparejará grandes avances en el conocimiento biomédico. 

El conocimiento del pasado no es el reverso del futuro; al contrario, ayuda a entender nuestra evolución social. El fecundo, prolongado e intenso trabajo del arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, Premio de Ciencias Sociales, que tanto ha ayudado a la comprensión de las civilizaciones de México y Mesoamérica, es un ejemplo de cómo realizar esa labor, con extraordinario rigor y sin cesiones intelectuales preconcebidas. 

Tampoco lo local está cerrado al mundo. Hace muchas décadas que el flamenco dejó de ser considerado un exotismo, un arte con fronteras que lo arrinconaban en una parte de España. Carmen Linares y María Pagés, Premio de las Artes, han conseguido ensanchar aún más su dimensión en el cante y en el baile, para asentarlo como uno de los géneros musicales más vivos y amplios de nuestro tiempo. 

Ni uno solo de los premios citados presenta aristas que desgarren el conjunto. La miscelánea confluye en ese pulso de nuestros días que año tras año, una tarde de un viernes de octubre, ya adentrado el otoño, late en el Teatro Campoamor. Es cuando Oviedo, y con Oviedo toda Asturias, se convierte en la capital cultural del mundo.

Cadavéu, Pueblo Ejemplar de Asturias 2022

La Presidencia del Principado conlleva muchas obligaciones y cometidos. A fuerza de ser sincero, debo reconocer que algunos son más fáciles de llevar que otros. Incluso los hay especialmente agradables: sin ir más lejos, escribir estas líneas para felicitar a Cadavéu por haber merecido el premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 2022.

El acta del jurado recoge que Cadavéu merece la distinción «por haber sabido mantener la diversidad productiva en el medio rural, con la que han conseguido tanto fijar población como asegurar el relevo generacional, y por ser una comunidad viva y organizada». También destaca «la atención que se presta a los vecinos de mayor edad como valor social, así como la promoción de la cultura propia siguiendo la estela del padre Galo».

A menudo las actas de los jurados apenas se leen. Se entienden como una mera retahíla de tópicos enhebrada para justificar una decisión. Sin embargo, me atrevo a pedir en esta ocasión que nos fijemos en los tres logros que destacan las líneas anteriores: fijar población, atención a las personas de mayor edad y promoción de la cultura propia.

A mi entender, son tres hitos de primer orden. Asegurar la diversidad productiva del medio rural es la primera condición para combatir el despoblamiento que amenaza a tantas zonas de Asturias. La atención especial a las personas de más edad es una de las mejores demostraciones de solidaridad. Promocionar la cultura propia implica, en fin, orgullo de pertenencia. Cadavéu está orgulloso de su identidad.

Como presidente del Principado doy la enhorabuena a todos sus habitantes por este premio. El Gobierno de Asturias se siente orgulloso de su labor y de sus merecimientos, de que hayan conseguido incorporar Cadavéu a la selecta lista de pueblos ejemplares de Asturias.

Disfrutemos estos días de reencuentros, celebraciones y premios. Y recordemos, cuando aplaudamos el trabajo de todo un pueblo ejemplar, el esfuerzo colectivo de nuestra sociedad, reflejo de esa mejor Asturias a la que siempre apelamos y que los  vecinos de Cadavéu tan bien representan.

 *Adrián Barbón es presidente del Principado de Asturias