La Justicia niega la revisión de la sentencia al padre que violó a su hija durante años

Marta Otero Torres
marta otero LA VOZ

ASTURIAS

XOÁN A. SOLER

La audiencia provincial de Oviedo resuelve que con la nueva ley del «solo sí es sí» la pena para el condenado sería todavía mayor a la que se le impuso en su día. «Hoy me ha tocado la lotería», asegura Ana Cuartas.

22 dic 2022 . Actualizado a las 16:16 h.

Ana Cuartas no tenía ningún décimo premiado, pero este jueves asegura que le tocó la lotería. Y es que la audiencia de Oviedo ha denegado la revisión de la pena a su padre, condenado a ocho años de prisión por violarla reiteradamente desde los tres a los 17 años. «Hoy he contactado con mi abogada y tengo noticias. Puedo decir que me ha tocado la lotería porque tres magistradas de Oviedo han dicho que no cabe reducción de condena para mi padre». 

Cuartas explica por qué su progenitor, a través de sus abogados, no ha conseguido su objetivo. «Mi padre en su día escogió por qué código penal quería ser juzgado, ya que los hechos se sucedieron a lo largo de muchos años y en ese tiempo estuvieron en vigor dos códigos penales. A él se le juzgó por el antiguo y para su delito las condenas iban de ocho a quince años. Como había pasado el 90 % del tiempo para poder denunciar le aplicaron la cuasiprescripción y la pena mínima, que eran 8 años de prisión». Con la ley del «solo sí es sí» para este delito las penas van de 10 a 15 años, con lo cual el reo no se vería beneficiado y no cabe que se le aplique.

«Además -continúa- hubo maltrato físico e intimidación, demostrado con partes médicos (para los que dicen que es inocente y 'pobrecito, que no está con sus nietos'), y las rebajas no están contempladas en estos casos».

Ana respira más tranquila, pero sabe que la lucha no ha acabado. «Él ahora puede recurrir, e iremos al Supremo. Estoy contenta pero sé que esto no va a acabar». Y aprovecha para recordar todos esos casos en los que las condenas sí han sido rebajadas. «No me olvido de todas las personas que han sido perjudicadas por esta ley -insiste-. Me acuerdo de una niña que sufrió abusos por parte de su abuelo, a quien le rebajaron la condena seis meses. Mucha gente dirá que seis meses no es nada, pero no os podéis imaginar el sufrimiento y el dolor que eso supone para las víctimas». 

Recuerda que solo el 2 % de las denuncias consigue una sentencia con condena firme y «ni siquiera con eso estamos tranquilas, así que quiero hablar por todas las víctimas que estamos sufriendo; por los familiares, amigos y personas que me han escrito dándome apoyo y fuerzas. Vamos a seguir luchando hasta que nos escuchen todos los políticos, sean del color que sean, porque siguen saliendo presos». 

«Las secuelas que llevamos las supervivientes no se curan nunca» 

Ana Cuartas, que vive en Galicia desde hace años con su marido y sus hijos, aprovecha la ocasión para recordar la durísima realidad que viven las víctimas de abusos, sobre todo cuando estos se producen en la infancia. «Quiero explicar todo esto porque las secuelas que llevamos las personas supervivientes a lo largo de nuestra vida no se curan nunca. No es tomarse un Frenadol o decir 'olvídalo y céntrate en tu marido y tus hijos, mira qué bien te va todo ahora'. Si lo pudiera olvidar os garantizo que lo haría pero no puedo».

Lo vivido por Ana en su infancia fue una verdadera pesadilla. «Con todo esto tengo el trauma disparado y me disocio con facilidad, cuando tengo una conversación con amigos me cuesta mucho seguir el hilo. Otras veces mi mente hace apagón y no sé de lo que están hablando. Cuando voy en el coche con mi marido no sé en qué carretera o dónde me encuentro. Cuando intento leer una frase no sé qué estoy leyendo y tengo que volverla a leer una y otra vez».

Otra de las cosas que le ocurren es que casi no come porque le dan arcadas, vomita y tiene que parar. «Hay veces que soy incapaz de desayunar o de cenar y entonces voy comiendo lo que me apetece cuando puedo porque se me cierra el estómago. Además, duermo poco y mal, con pesadillas». 

La joven no toma medicación porque asegura que cuando lo hace esta disociación empeora bastante.«En la Seguridad Social, tanto la psicóloga como la psiquiatra que me llevan me querían derivar a un especialista en trauma de pago. Yo les dije que me negaba, que si ellos no tienen recursos pues se tienen que hacer cargo y pagarme ellos la terapia». Al final sus médicos han localizado a una persona especializada en trauma cerca de donde Ana vive. «Eso quiere decir que hay gente que realmente se molesta por sus pacientes y son profesionales de verdad», concluye.