Falta de oportunidades, problemas familiares y crisis económica: la «preocupante» combinación que eleva el riesgo de suicidio en Asturias

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Estar cansado puede ser síntoma de depresión.
Estar cansado puede ser síntoma de depresión. La Voz de la Salud | iStock

La psicóloga clínica Teresa Bobes reclama más recursos humanos y materiales para atender los problemas de salud mental de la población e insta a la sociedad «a levantar la cabeza del móvil y mirar alrededor» ante una problemática «en la que todo el mundo debería darse por aludido e implicarse»

06 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Asturias encabeza una de las estadísticas más dramáticas y preocupantes del panorama nacional: la tasa de mortalidad por suicidio. El último dato del Sistema Nacional de Salud, correspondiente al 2020, sitúa esa tasa en 10,12 suicidios por cada 100.000 habitantes, el dato más elevado del país cuando la media estatal se situaba en el citado año en 7,93 fallecimientos por cada 100.000 habitantes. Y si ese dato de la comunidad autónoma ya es alarmante, más lo es aún el que apunta la psicóloga clínica Teresa Bobes de que «por cada suicidio consumado se producen 20 tentativas de suicidio más», tentativas que en los dos últimos años han tenido una tendencia al alza.

El histórico del Sistema Nacional de Salud de la tasa de mortalidad ajustada por edad por suicidio refleja que desde 2010, cuando esa tasa se situaba en 12,15 muertes por cada 100.000 habitantes, hasta el 2020 descendió en algo más de dos puntos esa tasa. Sin embargo, la estimación de la especialista en psicología clínica es que en los ejercicios 2021 y 2022, los dos ejercicios posteriores al año de confinamiento por la pandemia de la Covid-19, la cifra ha aumentado. «Al comienzo de la pandemia, la mortalidad por suicidio y las tentativas disminuyeron, pero una vez que nos volvimos a abrir al mundo, se incrementaron tanto en el 2021 como en el 2022», manifiesta Teresa Bobes, que añade que «por el número de consultas de urgencia, sin duda, ha habido una tendencia al alza».

A este respecto, la misma, como especialista en adolescentes y suicidio, muestra gran inquietud por las elevadas cifras en los casos de problemas de salud mental entre los jóvenes. Según precisa, en el área de Salud Mental del Hospital Universitario Central de Asturias hay cinco camas destinadas a infanto-juvenil, camas que, asegura, suelen estar completas, lo que conlleva que también haya pacientes en el área pediátrica. Otro dato que aporta, y que califica de «dramático», es que «están por encima de 4.000 las tentativas de suicidio de baja edad y cada vez hay más muertes en rangos de edad inferiores», aunque matiza que «el pico de fallecimientos por suicidios se da entre personas de mediana edad».

Causas de la tendencia alcista

Y ¿cuáles pueden ser las causas o factores de que las muertes por suicidio y las tentativas tengan una tendencia al alza? Como se indicaba anteriormente, Asturias es la comunidad autónoma que encabeza el ranking en la tasa de mortalidad por suicidio, seguida por Galicia, con una tasa de 9,93 fallecimientos por cada 100.000 habitantes. Teresa Bobes señala, por tanto, que «la dispersión geográfica, el clima, el envejecimiento y la falta de esperanza» pueden ser motivos de que nuestra región tenga ese fatal primer puesto en esa lista ya que advierte que «Asturias no parece que sea, precisamente, tierra de oportunidades cuando nuestros jóvenes se tienen que buscar la vida fuera de aquí» dejando la circunstancia de que en la región «hay más perros censados que jóvenes menores de 20 años».

Respecto a las causas, Bobes pone de relieve también que Asturias sea «la región de España con más consumo de alcohol y drogas», por lo que reflexiona que «se trata de un problema multifactorial» en tanto que también derivan en problemas de salud mental las disputas familiares, el utilizar a los niños en las separaciones o la crisis económica.

Mirar alrededor para ayudar

Para frenar la tendencia alcista en la tasa de mortalidad por suicidio y las tentativas, la primera medida que plantea la especialista en psicología clínica es «levantar la cabeza del móvil y mirar a las personas que tenemos alrededor», además de indicar que «todo el mundo debería darse por aludido e implicarse» en las soluciones a esta problemática: «hay que levantar la cabeza del móvil y preguntar al de al lado cómo está y si necesita algo», comenta Teresa Bobes, que añade que a partir de ahí «se le puede dirigir a que acuda a ayuda específica porque, a veces, la buena intención no es suficiente». Así, resume que lo primero es identificar a las personas que puedan tener un problema de salud mental y después dirigirle hacia la ayuda de los especialistas.

Otra medida que considera importante la psicóloga implica a los medios de comunicación: «tener buenas prácticas en el tratamiento de la información cuando se habla de suicidios es muy relevante para evitar el efecto contagio», traslada la misma, que dice que aportar demasiados detalles sobre el lugar la forma generan una especie de publicidad no ayuda en nada a las personas con problemas de salud mental.

Una tercera medida que considera clave también es limitar el acceso a la medicación, ya que advierte que si antes su utilización era «una excepción», en la actualidad «es la regla con los adolescentes». «Un estudio indica que la mayor parte de las tentativas de suicidio son por consumo de fármacos», revela Bobes, que recomienda «que se restrinja el acceso a los medicamentos» para evitar que sean un método para quitarse la vida.

La especialista en psicología clínica también pone el acento en que los centros escolares «son lugares privilegiados para detectar casos», y aporta como datos que «el 40% de los casos de tentativa o suicidio consumado no pasaron por el circuito sanitario». «Los mayores agentes de detección son los profesores, orientadores, personal del comedor, los entrenadores o los propios compañeros», enumera Teresa Bobes, que llama la atención a que todos estos agentes estén atentos a si hay niños o jóvenes que juegan solos en el patio o son objetos de burla. «Por eso ya hay un protocolo, para enseñar a la gente qué tiene que hacer ante cualquier sospecha», señala, aunque también aboga por incidir en la formación de personas claves, como pueden ser los orientadores, «para que sepan cómo actuar en crisis de contexto social y den orientaciones, a su vez, a otros agentes de los centros».

Ya en un ámbito social general, Teresa Bobes dice que «todo el mundo tiene que estar atento y no hay que cerrar las orejas y los ojos ante los demás» e incide en que «la familia es siempre un pilar fundamental», por lo que considera que a ese nivel son importantes las medidas que permitan la conciliación laboral y la crianza «para dar a las familias el poder y el potencial que tienen» y «nunca, en las separaciones, utilizar al niño como moneda de cambio».

Más recursos humanos y materiales para la salud mental

A nivel sanitario, la especialista traslada que «no se puede ayudar a quien no viene» y apunta que muchas veces la consulta de una persona se ha quedado en el médico de cabecera o en el pediatra. Así, la misma reconoce que «a veces fallan los mecanismos de detección» y no oculta que los profesionales de la psicología y la psiquiatría «estamos desbordados». Por eso, entiende que son necesarios en el sistema de salud público «más recursos humanos y materiales», para lo que sería necesaria «una apuesta económica fuerte, pero ahí ya hablamos de política», matiza Bobes, que insta a que «los políticos se planteen la salud mental como una necesidad de salud pública» porque reprocha que «la salud mental es la que menos dotación ha tenido siempre y ha habido que mendigar toda la vida».

En este sentido, pone sobre la mesa que «seguimos sin un plan estratégico sobre suicidios que nos permita lidiar con las cifras que tenemos» o «un sistema de prevención primaria para evitar que la gente acabe en mal estado», algo que, en su opinión, es cuestión «de dinero y recursos».

Problemas cotidianos que se psicotatizan

Teresa Bobes llama, no obstante, la atención sobre una problemática que se están encontrando los profesionales de la salud mental y que está generando una elevada demanda y es que «se están psicopatizando cuestiones cotidianas pero que no son problemas de salud mental, sino problemas de la vida que ahora parecen anomales». A su entender, esas cuestiones que se están psicopatizando tienen que ver con que la gente no tolera la frustración y no sabe adaptar las emociones.

El problema de la frustración, añade, es algo que se está dando de forma muy preocupante en niños y adolescentes porque la sociedad está haciendo que, para que no se frustren, vivan entre algodones, lo que hace que «a la más mínima contrariedad, se colapsen». «Los niños se tienen que frustrar, se tienen que aburrir y no tienen que aburrir y no tienen que conseguir todo lo que quieren», explica Teresa Bobes, que considera clave «el papel de la crianza en familia» y un problema «el que estén siendo criados por pantallas y por influencers porque los padres estamos demasiado ocupados».

La especialista en psicología clínica llama la atención sobre el uso de las nuevas tecnologías por parte de los más pequeños y, sobre todo, que esa utilización de las pantallas se les permita sin ninguna supervisión porque es ahí cuando pueden estar teniendo acceso a contenidos no adecuados «de violencia, acoso, tortura o a pornografía», alerta la misma, que advierte que la dejadez en ese sentido puede tener graves consecuencias para niños y adolescentes.