Las 96 horas de «intensa adrenalina» de Tino Brugos en Turquía: «Junto a la gente que iba a votar había soldados con ametralladoras»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

El ejercito en un colegio electoral de Baikan, en la provincia de Siirt
El ejercito en un colegio electoral de Baikan, en la provincia de Siirt

El histórico sindicalista fue retenido y posteriormente expulsado del país otomano mientras participaba como observador en las elecciones en la provincia de Siirt. «Nos amenazaron diciendo que podría ser que estuviéramos colaborando con el terrorismo», apunta

17 may 2023 . Actualizado a las 07:21 h.

Después de «96 horas de intensa adrenalina» Tino Brugos ya se encuentra en España. El histórico militante del sindicato educativo Suatea y, asimismo, del veterano colectivo en defensa de los derechos civiles LGTBI Xente Gai Astur (XEGA), fue retenido por la policía turca cuando se encontraba en la ciudad de Siirt. Allí formaba parte de una delegación internacional de observadores organizada por el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) que supervisaba las elecciones en el país.

Después de todo el revuelo y aún notablemente agotado por la experiencia de las últimas horas recuerda para La Voz de Asturias cómo fue todo el proceso. Brugos admite que el «viaje de ida fue bien». No fue hasta «el último tramo de Ankara a Siirt» cuando comenzó a percatarse de que había algunos elementos extraños enturbiando el ambiente.

En el aeropuerto «de manera incomprensible, ya en sala de embarque, el vuelo fue cancelado». «Gente de Turquía nos comentaba que eso estaba pasando en más lugares», asevera. A la delegación le comunicaron que estos retrasos escasamente justificados podían «tener que ver con que el propio Gobierno estaba interesado en dificultar la movilidad de la población».

No hay que olvidar a los «miles de kurdos que, después de la guerra, se movieron al oeste y a las miles de personas desplazadas después del terremoto». La idea del gobierno, desde su punto de vista, pasaba por «poner trabas a su derecho al voto».

El veterano sindicalista apunta que «para sortear esto tocó coger un vuelo no previsto hasta casi la frontera de Irak». Allí, desde la localidad de Cizre, «hubo que tomar un taxi, esto con todas las comillas posibles, de la zona para llegar hasta Siirt».

Se trató de «un trayecto de 200 kilómetros que costó tres horas, con dos controles policiales y un retén militar en medio». Una vez allí se encontró con la «recepción cálida de los compañeros de la HDP, del equipo de abogados y un compañero que nos pusieron de chófer». Un compañero, éste último, que fue «detenido y maltratado en comisaría y lo primero que hizo tras ser liberado, en lugar de volverse a su casa, fue a venir a despedirnos al hotel».

Corta jornada electoral

Lamenta que durante la jornada electoral casi no pudieron «hacer nada». «En la segunda localidad que visitamos ya empezamos a tener problemas y ver que nos rodeaban soldados», indica.

«Nos dijeron que no podíamos movernos y no podíamos visitar colegios electorales», añade. En la tercera localidad que visitan ya se quedaron retenidos «a la espera de que llegaran unos militares que tenían que venir a comprobar la documentación» de los miembros de la delegación.

«A partir de ahí comenzaron los líos», dice. Recuerda vivamente la imagen de que en Baikan, en los colegios electorales, «junto a aquella gente, mayoritariamente ancianos, que iba a votar lo que había era un gran despliegue militar». Resalta que «en España normal que haya policía controlando un colegio electoral». Sin embargo en todos los colegios que pudieron visitar antes de ser detenidos lo que vieron fueron «soldados con ametralladoras».

Desde su punto de vista, «un colegio electoral militarizado ya infunde temor». «A los jóvenes los echaron y los ancianos que quedan temen que vuelva la guerra y los combates en el Kurdistán», apunta. En ese momento, casi al comienzo de la jornada electoral, «como había dificultades» decidieron ir a la sede del Partido Democrático de los Pueblos.

Allí la delegación pudo estar «un par de horas», las cuales aprovecharon para «planificar qué hacer y mantener reuniones con representantes del colegio de abogados de Siirt, quienes nos dijeron que iban a estar a nuestra disposición».

«Cuando estábamos empezando a comer algo nos rodeó un grupo de policías preguntando directamente por mí», rememora. Querían «aclarar algunas cuestiones en la comisaría de Siirt». Allí le comunican a Tino Brugos que «estaba infringiendo la ley electoral turca» y que, asimismo, «había estado implicado en actividades políticas».

Las razones aducidas fueron, en primer lugar, que había participado en un acto de cierre de campaña del HDP. Brugos explica que se trataba de un «mitin legal del partido» en el que él meramente actuaba como «observador».

Asimismo le mostraron «un tuit que había publicado ese mismo día» el cual, según las autoridades turcas, violaba la ley electoral, «no se sabe muy bien por qué».

En dicha publicación en redes sociales «decía que según unos sondeos que se habían publicado en los medios de Francia había miles y miles de personas que ejercían el voto por primera vez y, de ese grupo, treinta y pico mil estaban en la provincia de Siirt, donde los compañeros del HDP tienen dos diputados de tres. Ahí yo decía que ellos iban a por el tercero y ponía un vídeo de un baile típico kurdo que habían hecho al acabar el mitin político».

Pone de manifiesto que «ese tuit que estaba castellano en un lugar en que nadie sabe castellano infringía la ley electoral». No le cabe duda de que «a cada uno le ponían un pretexto, cuando a lo largo de la tarde empezaron a detener a todo el mundo de la delegación».

«Como yo fui el primero me tocó estar retenido desde dos de la tarde hasta las nueve de la noche», insiste. «Me dijeron que me llevaban al hotel, fui allí, y 45 minutos después volvieron a sacarme de allí cuatro personas con un tono más desagradable», añade.

Salida de Turquía

De nuevo en comisaría «estaban el diputado Jon Iñárritu, de Bildu, y también Isabel Chacón de la CUP. Luego fueron llegando compañeros de la intersindical canaria». «Junto a mí siempre estuvo una compañera, Irene, que sabe turco, y también pude contar con la presencia nada fácil de dos abogados kurdos, que dijeron que no se movían mientras que yo estuviera en la calle», recuerda.

Al final, las autoridades del país «terminaron juntando a toda la delegación en la comisaría. Su deseo era que no pudiéramos supervisar la actividad electoral. Para ellos éramos elementos indeseables a los que querían echar y no sabían cómo hacerlo».

«Nos amenazaron diciendo que estábamos tomando parte en actividades políticas ilegales y que podría ser que estuviéramos colaborando con el terrorismo; que si no queríamos que las cosas fueran a peor, lo que teníamos que hacer era marchar», resalta.

En ese momento a la delegación le ofrecen la posibilidad «de salir de Turquía; entonces les preguntábamos si nos estaban expulsando y dijeron que sí».

«Entonces les dijimos que, si eso era así, tenían que ponernos un medio de transporte», rememora el veterano activista y sindicalista asturiano. Ante esto, les contestaron que tenían que hacerse con los pasajes de vuelta por su cuenta y hacerlo «de manera inmediata». Sobre ellos pesaba la amenaza «de que cayera un cargo político». Es por eso que, sin seguir porfiando, apuestan por «comprar billetes y salir».

 «Una vez que tuvimos los pasajes en nuestro poder nos pusieron un autobús para que pudiéramos llegar al aeropuerto de Batman, con Policía, y luego nos soltaron en Estambul, también con policía». En esta última ciudad fueron recibidos por una «representación diplomática española del consulado en Estambul, a la que tampoco querían allí».

«Cuando tuvimos esa compañía diplomática nos sentimos un poquito más seguros», reconoce. Sin embargo admite que no se sintieron plenamente a salvo «hasta que despega el vuelo». «Los últimos que salimos de allí fuimos la compañera que hacía de traductora, Irene, y yo y llegamos a Madrid a las doce y media de la madrugada del domingo al lunes».

A Tino Brugos, tras su experiencia, le queda el poso de «la preocupación por los que se tienen que quedar allí» y recuerda el «agotamiento de los abogados kurdos» que luchaban por los derechos de la delegación española. «Sabemos lo que hay en Kurdistán y para la izquierda turca», apunta.

Cree que la que el país disfruta es una «democracia débil,  fruto de un golpe de estado en 1980». Lamenta el hecho de haber sido sometido a pruebas, tras las que admite haber quedado, de cara al aparato de seguridad del país, «como un delincuente». «Es algo que te genera rabia, porque está el deseo de seguir manteniendo esos lazos de solidaridad y no me van a dejar», concluye.