La artista y el lagarero que llegaron de Londres a un pueblo de Villaviciosa: «Asturias es una pasada; no pensamos marchar»

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCION

ASTURIAS

Eliza Southwood, con su marido Liam, vuelve para quedarse al municipio asturiano donde pasó parte de su infancia y en donde ha abierto una galería de arte

19 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Eliza Southwood, nacida en localidad inglesa de Norwich, pasó buena parte de su infancia y su primera juventud en Asturias, una tierra que la marcó para siempre, y hace dos recaló con su marido, Liam, para quedarse a vivir en Toroyes, un pequeño pueblo de Villaviciosa. Acaba de abrir una galería de arte, y su marido, que vendió su negocio de informática para acompañarla a Asturias, se ha integrado perfectamente, entre otras cosas, gracias a un producto que siempre le ha tirado mucho: la sidra. En su casa tienen un llagar donde fabrica su propio caldo, que todo su entorno asegura que es de buena calidad.

Fue precisamente en la Villa donde Eliza pasó sus primeros años en España. Tenía nueve cuando su madre vino a dar clases de inglés y la metió a estudiar al colegio Maliayo. Regresa, entonces, a un lugar que, en cierto modo, nunca ha dejado de considerar suyo. Después de Villaviciosa, pasó varios años en Gijón, donde conserva un grupo fiel de amigas, y con 18 años se fue a Italia a trabajar con caballos, un trabajo físico muy duro que le hizo pensárselo y cambiar otra vez de rumbo.

Después de un año en Italia, viajó a Glasgow (Escocia) a estudiar arquitectura. Allí conoció al que ahora es su marido, nacido en Australia, crecido en Papúa Nueva Guinea e hijo también de padres nómadas, que recorrió medio mundo con ellos hasta recalar en Londres. Se casaron pronto y tuvieron dos hijos. Gil, que ahora tiene 26 años, y Ciara, 24.

Se trasladaron a Londres, donde ella trabajaba de arquitecta. Pero era una vida «muy estresante», y ella «en el fondo quería ser artista». Tuvo una charla con su marido y le transmitió sus inquietudes,. Él lo vio bien y ella se lanzó a cambiar de oficio. «Me lancé y cogí fama en poco tiempo; de pronto, empecé a tener exposiciones, y ahora se me conoce en Inglaterra como la artista de los ciclistas». Porque la mayor parte de su trabajo son serigrafías centradas en el ciclismo, que en buena medida empezó a hacer contagiada por la gran pasión que tiene su marido por este deporte.

Pero, a pesar del cambio de ocupación, la vida de Londres le resultaba todavía demasiado agitada, y empezó a plantearse vivir en otra parte. La opción de España parecía estar la primera, y ambos tenían razones poderosas. Ella quería volver a Asturias, la tierra donde creció, y su marido había pasado muchos años en Barcelona, donde llegó a ser maquetista de la Sagrada Familia. «Sabíamos que tenía que ser en España». Habían venido a Asturias varias veces a visitar a su madre los veranos, y su marido estuvo encantado desde el primer día. «Cuando le enseñé Asturias, le gustó muchísimo: el sitio, la gente, la sidra, la comida; Asturias es una pasada y hay que reconocerlo»

En 2016 compraron la casa en la que ahora han fijado su residencia, y durante un tiempo se pasaron yendo y viniendo de Londres, pero la geopolitica acabo por precipitar su traslado definitivo. «Vinieron el Brexit y la pandemia y nos dieron el empujón que necesitábamos para marchar; nos fastidió bastante, pero al final acabamos quedándonos aquí y estamos contentos», asegura. Ahora, con su residencia, están cotizando en España y pagando impuestos como españoles. Y dentro de tres años, ella pedirá la nacionalidad española. Espera ganársela y convertirse en una asturiana con todas las letras. «Ya tenemos la vida aquí; no pensamos marchar».

Para Eliza, Asturias es un lugar «muy interesante, hay mucha gente artística, mucha gente creativa, tiene mucha movida y está en alza también. A pesar de que pierde población, creo que tiene atractivos para que llegue otro tipo de gente, hay que esperar un poco porque todas las fases pasan, pero creo que hay mucha esperanza».

Además, alaba el carácter asturiano. «Los asturianos son muy orgullosos de lo que tienen, quieren enseñarte cosas, que pruebes cosas, son muy espléndidos, es muy prestoso tener gente que está disfrutando de donde vive». Y con un valor añadido: «tenemos gente con un orgullo regional enorme pero no rechazan el resto de España; es una identidad muy fuerte pero muy agradable y no excluye a los demás».

Aunque radicada ya en Asturias, no ha dejado de ir a Londres; «cojo el avión como si fuese el Alsa». Hasta hace poco iba todos los meses. Sigue exponiendo en Inglaterra pero con menos asiduidad, dos o tres veces al año, porque quiere centrarse en el taller que tiene montado en Villaviciosa: «Ahora quiero interesarme más por las ferias de aquí, informarme de lo que está pasando aquí; creo que hay oportunidades aquí tanto como en Londres».

Se ha encontrado, después de tanto tiempo, con gente que iba con ella al colegio o con la que jugaba en la calle, y se ha sentido muy bien acogida. Ahora, quiere también hacer algo por su entorno. Su espacio es taller y es galería de arte. Expone su propia obra hasta el mes de enero, y está buscando artistas de la zona para que expongan allí sus trabajos después de ese mes. «Hay mucha gente artística por aquí, y a veces es difícil exponer. Yo quiero ayudar a la gente a que exponga», explica. Su idea es buscar a gente «distinta, un poco interesante, que no sea muy tradicional, algo más moderno y alternativo».

Respecto a su propia obra, asegura que le está dando un giro hacia otras temáticas. Quiere que sea Asturias la que la inspire: los paisajes, el Camino de Santiago, los trabajadores de la mina y el mar. Esta es ya su tierra y parece inevitable que se convierta en parte de su obra.