Eugenia ya no es «La monstrua»; la actualización de Carreño Miranda

L.O.

ASTURIAS

Eugenia Martínez Vallejo, vestida y desnuda, de Carreño Miranda
Eugenia Martínez Vallejo, vestida y desnuda, de Carreño Miranda

El museo del Prado cambia la ficha de varias pinturas con nombres despectivos

15 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha habido muy pocos acuerdos y puntos de encuentro entre los dos grandes partidos nacionales últimamente. Uno de ellos ha sido para modificar en la Constitución el término «disminuidos» por «personas con discapacidad» y dentro de esta adecuación a los tiempos y al respeto debido al prójimo, una de las verdaderas joyas de la cultura española, el Museo del Prado ha tomado la delantera y ha actualizado sus fichas para eliminar «enanos» de Velázquez, mujeres barbudas y otras apreciaciones inclementes del pasado.

Algunas verdaderamente crueles como el caso de dos de las pinturas guardadas en la pinacoteca y que salieron de los pinceles del pintor asturiano Juan Carreño de Miranda que fue a finales del siglo XVII, pintor de cámara de Carlos II. En esa época pintó los retratos de Eugenia Martínez Vallejo, vestida y desnuda. Pobre niña a la que bautizaron como «La monstrua» pero que ahora en las fichas del museo ha recuperado su nombre y apellidos.

Carreño Miranda pintó con maestría, como los otros pintores de su siglo en la corte, a los pobres desdichados que si padecían alguna circunstancia inusual que a la nobleza les parecía divertida eran llevados allí para sus burlas y fascinación en la exhibición de sus singularidades.

Fue el caso de Eugenia Martínez Vallejo, nacida en Bárcenas (en la provincia de Burgos) y que a la edad de seis años ya pesaba seis arrobas, es de decir más de 70 kilos. Según el relato de la época «su madre rompió aguas un domingo estando en misa, y dio a luz allí mismo en la iglesia, lo que fue interpretado por los vecinos como señal de buen augurio»; su crecimiento y desarrollo fue llamativo desde el principio y terminó siendo objeto de burlas constantes que hicieron que su familia la escondiera pero su fama llegó a la corte donde las crónicas dicen que el monarca la trató bien y la hizo vestir «decentemente al uso de palacio, con un rico vestido de brocado encarnado y blanco con botonadura de plata».

Con todo la ficha de El Prado valora que el retrato de Carreño Miranda fue favorecedor. Juan Cabezas la describe en términos duros: «Es blanca y no muy desapacible de rostro, aunque le tiene de mucha grandeza. La cabeza, rostro, cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre, con poca diferencia. La estatura de su cuerpo es como de mujer ordinaria, pero el grueso y buque como de dos mujeres. Su vientre es tan desmesurado que equivale al de la mayor Mujer del Mundo, quando se halla en días de parir. Los Muslos son en tan gran manera gruesos y poblados de carnes que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el Muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los Muslos, que caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad, y aunque los pies son a proporción del Edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo. El qual pesa cinco arrobas y veinte y una libras, cosa inaudita en edad tan poca».

Añade la ficha de El Prado que a mediados del siglo XX, Gregorio Marañón consideró que Eugenia padecía síndrome hipercortical que puede provocar obesidad mórbida. En el Avilés natal del pintor una estatua de bronce de Eugenia, que reproduce su retrato vestida, recuerda al artista.