Asturianos que han hecho el testamento vital: «Quiero decidir en lo posible cómo vivo y cómo muero»

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Susana Covas y Javier Amaro
Susana Covas y Javier Amaro

La Consejería de Salud tramitó 3.370 expedientes en 2023 , 1.893 más que el año anterior, lo que supone un incremento del 128%

04 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez son más los asturianos que se se preocupan por las condiciones en las que afrontarán la última etapa de su vida. El Documento de Instrucciones Previas (DIP), más conocido como testamento vital, experimentó en 2023 un incremento muy sustancial. La Consejería de Salud tramitó a lo largo del año pasado 3.370 expedientes, 1.893 más que el año anterior, lo que supone un incremento del 128%. En buena medida, el aumento se debe a la descentralización progresiva y la mayor facilidad con la que se puede realizar el trámite.

Como explica Javier Amaro, enfermero jubilado y voluntario de la asociación Derecho a una Muerte Digna (DMD), que imparte charlas sobre el testamento vital, se puede solicitar cita con los trabajadores sociales de los centros de salud. «Ellos rellenan el documento, dan fe y lo registran en la Consejería de Salud, y el documento es válido desde que el trabajador social lo recoge». Para la gente que está en las mutuas, el registro debe hacerse en un registro oficial o en la propia Consejería.

¿Y qué decide una persona cuando hace su testamento vital? Según la propia Consejería, en el documento una persona «mayor de edad, capaz y libre, manifiesta de forma anticipada su voluntad sobre los cuidados y el tratamiento de salud, así como el destino de su cuerpo o de sus órganos tras su muerte, para que esos deseos se cumplan cuando no se encuentre en condiciones de expresarlos personalmente».

Es, en suma, como sostiene Amaro, «el derecho que tenemos todos a decidir sobre nuestra enfermedad, nuestro propio cuerpo; dejo dicho lo que quiero y no quiero que se haga conmigo en los últimos años de mi vida». Sobre todo, se trata de evitar un «sufrimiento innecesario» y «tratamientos fútiles que no aportan nada»

Según Amaro, cada vez son más las personas que quieren decidir sobre su última etapa, y el perfil de quienes solicitan el testamento es muy variado. Aunque hay personas que toman la decisión después de experiencias de sufrimiento de sus seres queridos, «cada vez hay más gente de toda edad, a partir de la madurez, que va tomando conciencia de que es algo que nos va a pasar a todos», porque todos vamos a morir.

Amaro recomienda a todo el mundo que lo haga porque «aunque es verdad que la esperanza de vida en España es una de las más altas del mundo, la enfermedad llega a edades muy diversas, y con el escrito el proceso de control en el futuro está más garantizado».

Vivir dignamente es morir dignamente

Susana Covas, argentina de nacimiento de 74 años, vive en España desde hace 35, y recientemente se ha afincado en Gijón. Tiene claro desde hace mucho tiempo que la muerte forma parte inseparable de la vida, y el testamento vital es una forma de cuidar de esa vida. «Nunca me pasó nada ni a mí ni a mi entorno que me llevara a esto; yo soy de las personas que se cuidan de vivir dignamente». Se considera la arquitecta de su vida en el sentido de que -más allá de los condicionamientos y las circunstancias a las que todos estamos sujetos y que en muchos casos no podemos controlar- quiere tomar sus propias decisiones sobre lo que quiere hacer y lo que no. «Y si quiero hacer eso con mi vida, ¿cómo no lo voy a hacer con mi muerte? Quiero decidir en lo posible cómo vivo y cómo muero».

Durante su estancia en Madrid, Susana Covas participó en actividades en defensa de una actitud activa ante la muerte, entre ellas proyecciones de cine con debates sobre el tema. A su juicio, lo más importante es «primero tomar conciencia de que nos morimos» y a continuación «tomar una decisión de cómo». Esa decisión pertenece a las personas. Covas tiene claro que la muerte puede llegar de forma repentina, de un infarto o un accidente, y nunca podremos estar seguros de que tendremos algún control sobre el final de nuestra vida. Pero, si le queda margen, quiere ser ella quien tome la decision sobre cómo será. Y vá más allá de los derechos legales que hay actualmente. «Cuando decides que tu vida no merece ser vivida, cómo no tener derecho a cortarla», sostiene. Esta actitud, lejos de ser oscura y fatalista, es para ella todo lo contraio. «El tener un poco de claridad de que no voy a pasar por esos finales tan terribles me da cierta tranquilidad de poder seguir viviendo dignamente; es una decisión de calidad de vida y para tenerla hay que tener también calidad de muerte; hay mucha gente que lo piensa así».

Con todo, reconoce que la decisión del testamento vital puede ser difícil de tomar. Porque «lo decides con la razón pero todo pasa por el cuerpo», están las emociones, que son difíciles de gestionar. «En nuestra cultura no nos llevamos muy bien con la muerte, y yo creo que negarla es una manera de no aprovechar una realidad para poder mejorar tu vida. Cuanto más claro tengas que vas a morir más claro tendrás qué quieres hacer con la vida».

De ahí que defienda las actividades en las que la gente comparte su experiencia, sus dudas y sus temores. «La gente agradece un espacio para hablar de ello y comienzas a naturalizarlo; hay gente que pasa momentos duros, pero en general poder hablar de la muerte como algo más natural está en la base de la vida digna».

Teresa Fernández Prieto y José María Quiroga, vecinos de Gijón, han hecho su testamento vital, y su decisión tiene un peso argumental muy fuerte. Ambos trabajaron hasta hace poco en la sanidad, y se han encontrado a lo largo de su trayectoria muchas situaciones difíciles relacionadas con la enfermedad en la etapa final de la vida.

Teresa trabajó durante años como enfermera de atención primaria, donde tenían un programa para hacer el testamento vital. «Era un tema que me preocupaba porque sé lo que pasa en los hospitales», asegura. Y para sí misma no quiere ningún sufrimiento innecesario. Tiene claro que, si hay un atisbo de esperanza de que se puede salvar su vida, hay que aferrarse a él. Pero, en caso contrario, no considera que se deba prolongar innecesariamente una agonía. «No merece la pena estar con tubos sufriendo para nada», asegura.

Y además, su testamento vital tiene también un componente social: «Está tambien el gasto que supone para la Sanidad». Mantener ese sufrimiento es malo para la persona y también muy costoso para el sistema. La decisión de no intubarse y no prolongar la vida innecesariamente hace, entonces, esa doble labor. Insiste en que se trata siempre de personas por las que no se puede hacer nada. «Si hay una esperanza, que se aferren a ella».

Evitar el sufrimiento es lo más importante, y también conseguir que «cada uno haga con su vida lo que desee». Porque hay situaciones muy complicadas, en las que los enfermos tienen mucha familia, muchos hijos que tienen que ponerse de acuerdo para tomar decisiones o, por contra, ningún descendiente, con lo que la decisión le podría corresponde a parientes no tan cercanos. Entonces es posible que la vida se alargue «porque sí».

Hacer un testamento vital es, entonces, una forma de evitar conflictos familiares, decisiones que pueden ir en contra del paciente y, en definitiva, situaciones que impliquen para la persona un final menos dulce del que todos, explícitamente o no, deseamos para nosotros mismos.