Casa Jaime cierra tras seis décadas en Villaviciosa: «La noche de bodas la dedicaron a hacer inventario de la tienda, esa fue su luna de miel»

Martina Sánchez VILLAVICIOSA

ASTURIAS

Jaime padre e hijo y Mari Gloria en la tienda Casa Jaime, en Villaviciosa desde 1961
Jaime padre e hijo y Mari Gloria en la tienda Casa Jaime, en Villaviciosa desde 1961

En esas paredes de la Plaza Carlos I vivieron Mari y Jaime, también nació su hijo mayor, que lleva el negocio desde 2009, y crecieron dos de sus nietas, Cristina y Elena. Todos comparten la misma pena por el final de su local y el mismo recuerdo: «Es mi vida»

16 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1961 Mari Gloria y Jaime se casaron y al día siguiente abrieron la tienda de ultramarinos Casa Jaime en Villaviciosa. El nombre no pudo ser más acertado, porque además de trabajar, vivieron allí durante casi 5 años. A día de hoy la lleva su hijo, tocayo del padre, aunque dentro de unos días cerrará sus puertas. Sin embargo, el local seguirá en manos de la familia, otro hijo suyo, algo que tranquiliza a los fundadores. 

Entrar en la tienda es viajar a otro tiempo. Lo primero que se percibe es el olor a fruta fresca y a las decoraciones que aún cuelgan de las vigas, embutidos sin empaquetados plásticos. En el local de la Plaza Carlos I empezó la historia de esta familia: «La noche de bodas la dedicaron a hacer inventario de la tienda, esa fue su luna de miel» menciona Jaime hijo. Su madre dió a luz ahí mismo y hasta los 4 años fue donde vivió, jugaba con amigos en esa calle y siempre trabajó con sus padres, hasta que en 2009 se puso al frente. La mayoría de recuerdos que guarda a sus 62 años no pueden desligarse de ese lugar. 

Casa Jaime, ultramarinos en Villaviciosa
Casa Jaime, ultramarinos en Villaviciosa

Durante las primeras décadas no había casi ningún concejo con grandes supermercados y en la villa llegó a haber más de una decena de ultramarinos. Las despensas de los hogares se llenaban comprando a pequeños comercios y las mentalidades eran diferentes, «muchas cosas cambiaron desde entonces», comenta Jaime.

La gente anteriormente tenía por costumbre mantener las estanterías llenas de comida y en la actualidad, explica, «la gente compra más para el día a día y lo que necesita en el momento» y eso lo notó mucho. En esos primeros años las cestas se llenaba en pequeñas tiendas e incluso los restaurantes las tenían como proveedores. En la misma calle había otros dos comercios similares y no faltaban clientes para ninguno, pero fueron cerrando: «No se podía hacer competencia a grandes cadenas que fueron apareciendo» asegura el actual dueño del local.

Jaime y su hermano pequeño en 1968 en la puerta de Casa Jaime, donde crecieron
Jaime y su hermano pequeño en 1968 en la puerta de Casa Jaime, donde crecieron

En Casa Jaime durante 40 años la leche venía entera y directa de la vaca de una ganadería que había en Villaviciosa donde hoy hay un supermercado. Vendían 300 litros diarios, recuerdan que «entonces vivíamos de la leche», y el género en sus estanterías era mayormente de producción local.

La tienda fue resistiendo a los cambios en el consumo con el paso del tiempo, en gran parte, gracias a clientes fieles que mantuvieron sus costumbres y a sus productos que, en muchos casos, sí que pudieron competir con la oferta de grandes supermercados. En los momentos económicamente más difíciles, Jaime hijo recibió el apoyo de otros establecimientos vecinos. Menciona con cariño a la panadería La Portalina y otros proveedores, porque le ayudaron «cuando los números no cerraban».

Jaime con su hermano en 1967 y Jaime solo en 2024 en la Plaza Juan Carlos de Villaviciosa
Jaime con su hermano en 1967 y Jaime solo en 2024 en la Plaza Juan Carlos de Villaviciosa

A pocos días del cierre definitivo, hace inventario de los 60 años que lleva en la tienda y percibe que actualmente no es muy habitual entablar relaciones con proveedores y que el papel del comerciante va desapareciendo. «Antes venían con el camión lleno y te daban lo que fueses necesitando», pero actualmente los pedidos se hacen en modo preventa, es decir, aproximadamente una vez a la semana y calculando a priori lo que se va a liquidar. «Si te quedas sin existencias, te aguantas hasta que vuelva a tocar hacer pedido» comenta Jaime. 

Recuerda que en tres ocasiones entraron a robar y otras dos más lo intentaron. Una vez cuando aún estaba su padre al frente del negocio, entraron por una puerta trasera que da a un patio interior compartido con un hostal. Aún no se explican cómo pudieron hacerlo. En otra ocasión entraron por una rendija inferior de la puerta principal.

Escaparates de Casa Jaime entre los años 1970 y 2000
Escaparates de Casa Jaime entre los años 1970 y 2000

La que menciona entre risas es cuando hubo una oleada de robos en Villaviciosa. En su caso, unos jóvenes del pueblo que identificó posteriormente, entraron a llevarse la recaudación, sin saber que en su botín había una colección de monedas que Jaime guardaba. Una de ellas era una edición especial, «cuando a Juan Carlos lo nombraron rey» cree recordar, un ejemplo similar a la que crearon por la mayoría de edad de la Princesa Leonor.

Termina su actividad por varias razones, no solo su jubilación, para la que aún le quedan un par de años legalmente. Una es que «es muy difícil mantenerse» asegura, «hubo momentos en los que tuve más de un año de pérdidas» e invertía lo que ganaba «por otros lados» en la tienda: «Así no se puede», sentencia. Otra es que apareció una oportunidad y, ahora sí, es el momento de descolgar los embutidos y vaciar estanterías. Hubo ocasiones en las que pensó e intentó dedicarse a otro oficio, pero por unas o por otras la vida le devolvía a la tienda de sus padres.

Elena Figaredo, hija de Jaime y nieta de Mari Gloria, en la la tienda donde creció. Foto del año 2000
Elena Figaredo, hija de Jaime y nieta de Mari Gloria, en la la tienda donde creció. Foto del año 2000

A Mari y a Jaime padre les da mucha pena ver que termina «toda una vida que pasó en esta tienda», resumen. Cuando se casaron tenían 21 años ella y 27 él y vivían en una pequeña parte trasera del local, ahora tienen 83 y 89 años respectivamente y siguen yendo casi cada día. Cristina, una de sus nietas y que también pasó y trabajó mucho tiempo en el negocio, resume su experiencia y recuerdos, muy parecidos a los de su padre: «La tienda me recuerda a toda mi vida, a siempre. Desde pequeña estuve metida allí y cuando vi el cartel de cierre se me hizo una bola en la garganta». 

Puede que ya no sea más Casa Jaime, pero seguirá llevando el sello familiar después de 63 años de su comienzo. El hijo de los fundadores se jubila pero no solo de su tienda y oficio, también de una vida entera en una misma calle, esas paredes fueron su hogar y lo vieron nacer.