Los últimos habitantes del Palacio de Villasevil: «Nunca nos cobraron renta»

José Francisco Alonso Quelle
josé alonso CASTROPOL / LA VOZ

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xaime ramallal

Varias generaciones de la familia Amor ejercieron como guardeses del complejo de Tol, comprado con fines turísticos y hoteleros: «Nuestro hijo nació allí y aprendió a andar en bicicleta en su enorme salón»

16 may 2024 . Actualizado a las 20:16 h.

La familia Amor del palacio de Villasevil fue la última guardesa del inmueble localizado en Tol, Castropol. Varias de sus generaciones residieron en el palacio, encargándose de su custodia, hasta que hace un par de años fue adquirido por Paisajes de Asturias para incorporarlo a su catálogo de edificios singulares, que poco a poco está rehabilitando como establecimientos hoteleros singulares. El inmueble se define como un palacio campesino, con planta rectangular y de decoración muy austera, limitada apenas al recercado de los balcones y ventanas en sillares de granito,

A Villasevil llegó desde As Campas (Castropol), Ángeles López García al casarse con el legítimo guardés, su esposo Bernardo Amor González: «Fui allí con 22 años. Y estuve 42». Se encontró que, además de su marido, en el complejo palaciego y su entorno vivían otros familiares políticos: suegros, cuñados y un tío de su esposo. En Villasevil también nació su único hijo y discurrió gran parte de su vida, trabajando en la ganadería.

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Los Amor tenían una explotación de vacas de leche, que en su última etapa fue de carne. Ángeles asumió también su función: «Teníamos 25 vacas y de eso salimos adelante. Y cuando cambiamos a carne, me dediqué también a ordeñar por las ganaderías de vecinos cuando me llamaban, cuando no podían atenderlas por una boda, un bautizo... por lo que fuera», recuerda Ángeles.

Del palacio explica que en la planta baja estaban las cuadras y en la alta la vivienda, con cuatro habitaciones, una cocina y un baño, que no existía en origen y fue acondicionado cuando Ángeles fue a vivir allí. Lo que más destaca, dice, son dos grandes salones: «Son enormes. Fue en ellos donde mi hijo aprendió a andar en bicicleta. Y era donde se hacía la comida los Parga (los últimos propietarios del palacio, antes de su venta a Paisajes de Asturias) una vez al año. Se reunían en agosto y yo me encargaba de ponerles el caldo, el requesón y el café. El resto del menú lo llevaban ellos. El año que me casé, en los dos salones, entre niños y mayores se juntaron 170 personas».

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«El palacio era de los Parga, de Ribadeo. Nosotros vivíamos en él por aguantarlo. Se hacían las reformas y obras imprescindibles. Arreglábamos bien con los Parga y nunca pagamos renta. Lo único era que cuando venían había que estar pendientes de ellos. Siempre se portaron bien. Y Víctor Madera (el millonario asturiano que fundó Paisajes de Asturias) tampoco nos puso ningún problema cuando compró. Nos dijo que mientras no empezase las obras podríamos seguir allí, pero nosotros habíamos rehabilitado una casa en Serantes (Tapia) y nos fuimos a vivir a ella. Fue hace dos años. Nunca nos echaron de Villasevil y, de todos modos, aún no dejamos totalmente el palacio porque aún tenemos allí gallinas y conejos».

En el lugar, otrora con habitantes, últimamente ya solo vivían Ángeles, su esposo y su hijo. «Cuando me casé y fui allí éramos tres vecinos y había gente en las tres casas, con ocho personas en total, todas de la familia. Ahora una de esas casas la compró también Víctor Madera», añade Ángeles.

El Palacio de Villamil es un inmueble sobrio y austero, de origen ganadero, con una enorme propiedad de prados y montes que suman unas 38 hectáreas. Todo ello ha sido adquirido por Paisajes de Asturias. A Ángeles le gustaría verlo rehabilitado como establecimiento hotelero: «Las vistas desde allí son preciosas. Desde Tapia a Burela se ve toda la costa. Ya le dije a Víctor Madera que si al final hacen un hotel me gustaría alojarme una vez».

Haciendo balance de aquella etapa de su vida, Ángeles concluye: «Fue una época en la que no había grandes posibilidades, pero no puedo decir que me fuese mal. Hubo que trabajar mucho, sí, pero como hace todo el mundo, todo el que tiene una ganadería».