Traiciones y alianzas: se cumple un año de las elecciones que dieron el segundo mandato a Barbón

ASTURIAS

Adrián Barbón
Adrián Barbón Ricardo Rubio | EUROPAPRESS

En el primer ejercicio de la legislatura se han reconfigurado varias posiciones en parlamentos y ayuntamientos

26 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Rozando la medianoche ya del 28 de mayo del año pasado los principales actores políticos de Asturias --en el parlamento pero también en los ayuntamientos-- echaban y las cuentas de los números que darían para los gobiernos. En el caso del Principado la intriga se mantuvo un poco más hasta el recuento del voto exterior. Y con todo, un año después, completada una vuelta completa alrededor del sol, muchas de las alianzas y posicionamientos que parecían firmes se han disuelto y personajes que apuntaban a protagonistas hicieron mutis por el foro.

El reparto de cartas que dieron los ciudadanos en las urnas obligó a muchos acuerdos en las administraciones de Asturias. En este mandato, la segunda presidencia de Adrián Barbón, se formó un gobierno de coalición entre los socialistas y Convocatoria por Asturias (que agrupa a una IU, Más Asturies e Izquierda Asturiana) a sólo un escaño de la mayoría absoluta. El PP creció de forma considerable a costa de la desaparición casi total de Ciudadanos, pero Vox también creció pasando de dos a cuatro diputados. En el grupo mixto quedó un escaño para Foro y otro para Covadonga Tomé, todavía en Podemos. Y un escaño tiene un precio muy valioso en esta legislatura.

Reposicionamientos en la izquierda

La alianza de gobierno se fraguó de manera bastante fluida pero la investidura todavía se vio tangencialmente influida por la inestabilidad de Podemos Asturies. Los morados llegaron a los comicios autonómico divididos en dos bandos hostiles que apenas pactaron una tregua para la campaña. Con su acta de diputada recogida Tomé amagó con una abstención que hubiera obligado a Barbón a esperar una segunda vuelta (en la que hubiera salido por mayoría simple); fue la dirección opuesta a Tomé la que apostó por la investidura a la primera sin más requisitos que cortar cualquier ilusión en la derecha.

Pero todavía no habían ocurrido las elecciones nacionales de julio que dejaron a Feijoo con la miel en los labios, sin apoyos suficientes y que terminarían con la investidura, de nuevo, de Pedro Sánchez. La expectativa entre ese mayo y los resultados de julio, y sus complejas negociaciones posteriores, tendrían una notable influencia en la política asturiana también.

Tomé terminó expulsada de Podemos en diciembre, pero para entonces el mismo Podemos estatal ya había dejado a Sumar, pasaba  al grupo mixto en el Congreso y se desentendía del segundo gobierno de coalición al que ya no ve como propio. Finalmente en la práctica esto dejó con las manos más libres a la diputada expulsada para poder llegar a acuerdos en el Principado que en pasadas legislaturas se consideraban casi heréticos en el ámbito morado, muy adverso no al PSOE sino a «la FSA» (y este matiz es importante) y también muy separado de IU.

En el nuevo balance de fuerzas Izquierda Unida salió ganando. Creció en escaños, entró en el Gobierno, mantiene algunos de sus ayuntamientos clave y después de años de enfrentamientos con la coordinadora federal ve que es la organización estatal la que asume sus postulados, caídos de varios guindos en relación con Podemos. En la última asamblea la coincidencia de las federaciones andaluza y asturiana (las mayoritarias) ha salido fortalecida.

La ruleta de la derecha

Ahora parece muy lejano pero lo cierto es que el cabeza de cartel del PP en Asturias fue Diego Canga, alto funcionario de Bruselas (muy ligado al italiano Antonio Tajani, hoy ministro de Meloni) que desembarcó como la gran apuesta del partido en las autonómicas, probablemente como Plan A y un Plan B que pasaba por ser ministro en un gobierno de Feijoo, pero no sucedió ninguna de las cosas.

El muy notable crecimiento del PP se debió especialmente al derrumbe de Ciudadanos, con episodios de cambio de chaqueta siderales como el salto a la lista de Alfredo Canteli en Oviedo de Ignacio Cuesta, siendo coordinador de los naranjas en Asturias. En ese plazo entre mayo y las elecciones de julio, los populares de Asturias fueron aumentando su éxito con acuerdos en los ayuntamientos en los que nunca se puso objeciones a dar entrada a la extrema derecha de Vox, siendo el de Gijón el más destacado, en este caso con Foro como cabeza de la alcaldía, aunque esta es una historia singular en la deriva de estos 365 días.

Cuando se comprobó que no habría gobierno de Feijoo, Diego Canga tomó el primer avión de regreso a Bruselas sin mirar atrás. Llegó a acariciar la expectativa de un gran pacto con Vox y Foro en la Junta General si le hubiera arrebatado un diputado al PSOE en el Oriente pero pese a la matraca de que se quedó a poco más de 700 votos no es cierto, hubiera tenido que sacar 700 votos por cada voto del PSOE (así es el reparto proporcional), fue una jornada, la del recuento, en todo caso entretenida. En la apuesta en la ruleta salió el rojo.

Con todo, la marcha Canga permitió al PP asturiano afrontar su demoradísimo congreso regional, que había ido posponiendo en función de las tribulaciones nacionales del partido, primero con desembarco de afines a Pablo Casado y luego con el de los fieles a Feijoo. Tras mucho tiempo de graves divisiones, la formación se unió bajo el liderazgo de Álvaro Queipo que busca dar un estilo y una imagen renovada al grupo, incluso con un cierto asturianismo, pero asturianismo sin asturiano.

Es posible que la marabunta de acuerdos cerrados por el PP con Vox en varios ayuntamientos y comunidades contribuyera que muchos votos en la izquierda cerraran filas en unas generales inauditas. La ciudad más poblada de Asturias se contaba en esa cuenta.

Tras negar categóricamente que Foro fuera a pactar bajo ninguna circunstancia con Vox, Carmen Moriyón lo reconsideró porque Gijón bien vale una misa y quizá recordara la cita de Churchill de que la mejor dieta para un político es comerse sus propias palabras. No fue una digestión fácil porque Vox había puesto (y aún lo hace) en la diana al secretario general de Foro y diputado Adrián Pumares ante su hipotético respaldo a la oficialidad.

La lengua asturiana fue de hecho el primer punto de fricción de los ediles de Vox con Foro, tras asumir el departamento de festejos su primera propuesta pasaba por vetar a cantantes en asturiano en actuaciones de la ciudad. Pero sería el cine lo que llevaría a Moriyón a expulsar al partido de Abascal de su gobierno municipal, cuando propuso modificar el festival de cine y conceder premios que recogieran los valores de su partido. Así lo dijo. En una jugada de estrategia de campeona de ajedrez, Moriyón se deshizo de un Vox que sólo generaba ruido y sin perder los apoyos necesarios porque llegó a un entendimiento con Óliver Suárez que dejó Vox.

Pese a las loables apelaciones a la integridad local lo cierto es que seguramente también tuviera influencia en la disolución del tripartito conservador de Gijón que no hubiera réplica en La Moncloa, con Feijoo de presidente y Abascal de vice. Desde luego la tuvo en el escenario autonómico. De cara a los presupuestos, Barbón ya podía sentarse a negociar con Foro pactos de geometría variable sin la mácula de un pacto con la ultraderecha en Gijón. Y de hecho, las cuentas salieron con los apoyos Tomé y Pumares.

Y, sin embargo, el mismo argumento regresa con las nuevas elecciones, las europeas del 9 de junio en el que el principal dilema en el continente es la posibilidad de un acuerdo entre el centro derecha y la extrema derecha.