Cadenas de vacas con gomas o cuadras insonorizadas: las «surrealistas» exigencias a los ganaderos para no molestar a los nuevos residentes

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Vacas en Asturias
Vacas en Asturias Paco Paredes | EFE

«La gente no quiere adaptarse: quieren el campo pero sin el campo», denuncian las asociaciones asturianas ante el aumento de denuncias por ruidos o molestias de la actividad ganadera. El dueño de una estabulación denuncia la muerte de un ternero porque tres autocaravanas le cerraron una pista e impidieron la asistencia al parto

09 ago 2024 . Actualizado a las 10:21 h.

Los ganaderos asturianos, que llevan años quejándose del aumento imparable de la burocracia y las restricciones a su actividad, ahora han visto que tienen que afrontar un problema más: los nuevos residentes en la zona rural, también conocidos como neorrurales. Mucha gente se traslada al campo con la idea de tener una vida idílica y tranquila y, cuando ve que no es la Arcadia con la que había soñado, recurre al arma de la que más se tira hoy en todos los ámbitos: el juzgado. Cuando la gente se afinca en el campo y no le gusta lo que ve, o mejor dicho lo que oye, denuncia. Y a falta de una normativa que ampare al ganadero, suele ganar los juicios. 

Es lo que le ocurrió recientemente a un ganadero de Llanes, según explicó el coordinador de la Unión Rural Asturiana (URA), Borja Fernández Fernández. Una pareja se trasladó a vivir a la casa de al lado y presentó una denuncia en el juzgado porque le molestaba el ruido de las vacas. El juez les dio la razón y, a raíz de la denuncia, el ganadero tuvo que cubrir las cadenas de las vacas con goma. «Son situaciones surrealistas», denuncia el coordinador. 

Otro afiliado de Navia tiene un problema parecido. En este caso, se trata de una ordeñadora que empieza a funcionar muy temprano por la mañana y despierta a los nuevos vecinos, que han pedido en el juzgado que se insonorice la sala de ordeño. El litigio está aun pendiente del fallo. 

El problema, en estos casos, según Borja Fernández, es que «no hay normativas que amparen la actividad», algo que sí ocurre, por ejemplo, en Francia. El país vecino tiene una ley que protege todo lo relacionado con el medio rural, ya sean los sonidos de los cencerros, el canto del gallo, el olor a estiércol y cualquier tipo de actividad tradicional del campo. De esta manera, se evita que el recién llegado se salga con la suya. 

«El problema es que la gente que va a vivir al medio rural no quiere adaptarse, quieren el campo pero sin el campo, quieren tener fincas con vacas pero que no haya estiércol y que no hagan ruido», sostiene Fernández. Y por el momento se está protegiendo a esa gente, en vez de al ganadero. «El turismo está en un pedestal, no se atreven a poner coto a estos temas; no decimos que no haya turismo, es un motor económico consolidado, pero sí que tenemos que convivir todos». El coordinador subraya que se trata de una actividad de siempre, de «una ganadería que lleva más años que la casa que compraron, que está creando riqueza y asentando población; cuando compras una casa en una zona rural ya sabes que hay una actividad agraria y tendrás que adaptarte a lo que hay». 

Únete a nuestro canal de WhatsApp

La presidenta de la asociación Ganagri, Rosa Gutiérrez Nicolás, pone un ejemplo muy gráfico: «Es como si yo me voy a vivir a Madrid y me quejo porque suena una ambulancia». Ella misma se ve obligada cada cierto tiempo a retirar los cencerros de su ganado para no molestar a un vecino que se traslada en época de vacaciones a su entorno. Ambos colectivos, URA y Ganagri, quieren plantear una iniciativa al Gobierno autonómico para proteger la actividad ganadera. «Todas las semanas nos entran normativas nuevas, y no hay una sola norma que ampare al ganadero: son todo tramitaciones, restricciones, ninguna defiende al sector, que está asfixiado de normativa y de burocracia. Tener una ganadería es una lucha continua contra el sistema», asegura Borja Fernández. 

Una de estas nuevas normativas que pondrá en dificultad a los ganaderos es la que atañe a las estabulaciones y la gestión de los purines. Según las asociaciones, entra en contradicción con la ley de bienestar animal. Por ejemplo, en lo que atañe a la ventilación. La ley de bienestar dispone que las cuadras deben tener la mayor ventilación posible y la nueva norma exige que en todas ellas se pongan mosquiteras, lo que supondrá seguramente una merma en la ventilación. «En una cuadra, con el polvo de la hierba, los forrajes y demás, la mosquitera quedará en seguida tupida, y la ventilación empeorará», asegura el coordinador de URA. Por otra parte, obligará a depositar los purines en fosas, algo «totalmente inviable en medio de una aldea; no hay sitio ni para construir viviendas como para hacer fosas». 

También se establece el control de roedores, «cuando el primer interesado en ello es el ganadero; son cosas de juzgado de guardia». El coordinador insiste en que el problema va a ser otra vez marear al ganadero y aumentar la burocracia, un problema «gravísimo» sobre todo para la gente mayor. Por no hablar de los medicamentos: «Tener un medicamento es como si tuvieras un maletín de plutonio en casa». Rosa Gutiérrez pide «que no sean tan restrictivos con la gestión de los purines y que nos den algo de margen para los arreglos que haya que hacer en las ganaderías». 

Y cuando es al revés, cuando hay que proteger al ganadero, la cosa se complica. Esta semana se dio un caso en Somiedo, de un ganadero del valle del Lago que se encontró una pista ganadera bloqueada por tres autocaravanas. El caso es que tenía una vaca de parto y no pudieron acceder a la ganadería ni él ni el veterinario, el parto se complicó y perdió el ternero. En este caso, se trata de un parque natural, un espacio protegido, y el ganadero ha presentado una denuncia. 

Otro caso que, por suerte, no tuvo mayores consecuencias, fue en una ganadería de leche de Ribadesella. El fin de semana del Descenso del Sella entró gente en la finca a torear las vacas con chaquetas. La historia quedó en nada pero la ganadera se siente indefensa. Y Borja Fernández se pregunta cómo se habría gestionado si hubiese pasado algo grave. 

Lo que quieren, en suma, es que la actividad ganadera no se vea asfixiada por la burocracia y las crecientes limitaciones y, sobre todo, que quienes se trasladen al campo sepan que van a un sitio con una actividad que tiene sus reglas a la que es necesario amoldarse.