Paseando a ciegas por Gijón: una experiencia para entender la discapacidad visual y la importancia de la accesibilidad
ASTURIAS
Organizada por el Grupo Social ONCE, los participantes en la actividad realizaron un recorrido por la zona centro de la ciudad utilizando un antifaz, bastón blanco y un mando para activar los semáforos sonoros
17 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Durante los últimos días, el Grupo Social ONCE ha organizado en Gijón varias actividades de sensibilización abiertas a la ciudadanía. El objetivo: ponerse en la piel de una persona ciega y experimentar, de primera mano, las dificultades a las que se enfrenta en su día a día este colectivo. Para ello, los participantes realizaron un recorrido por la zona centro de la ciudad utilizando un antifaz, bastón blanco y un mando para activar los semáforos sonoros.
Durante todo el trayecto, los participantes estuvieron acompañados por técnicos de rehabilitación de la organización, entre ellos Mar Collar, quien explicó al inicio de la actividad las técnicas básicas de orientación y movilidad que utilizan las personas con discapacidad visual para desplazarse con autonomía.
La experiencia comenzó con la colocación del antifaz, que anulaba completamente la visión, y el aprendizaje del uso del bastón. Desde ese momento, la referencia visual desaparece y se empieza a depender del oído, el tacto y la voz de la persona guía. El bastón se convierte enseguida en una prolongación del cuerpo, barriendo el suelo de lado a lado en busca de bordillos, obstáculos y cambios de texturas en el pavimento. El oído, adormecido por años de exceso visual, comienza a recuperar protagonismo.
Uno de los aspectos que más llama la atención desde el primer momento es la sensación de inseguridad, de vulnerabilidad. Cruzar una calle, subir o bajar un bordillo o simplemente caminar por una acera que no está completamente libre de obstáculos puede convertirse en un reto. Aunque el mando activa los semáforos y estos emiten un sonido que indica cuándo se puede cruzar, la incertidumbre persiste ante la posibilidad de que algún vehículo no respete el paso o se aproxime a una velocidad excesiva.
A lo largo del recorrido, Collar señalaba distintas situaciones habituales que complican la movilidad de las personas ciegas: elementos urbanos que invaden el espacio peatonal, como papeleras, escaparates o farolas, señales mal ubicadas o condiciones excepcionales como obras y cableado. También explicó cómo muchas personas con discapacidad visual memorizan rutas completas, incluyendo referencias auditivas, olores o cambios en la textura del suelo para orientarse.
La actividad no solo sirvió para comprobar los obstáculos físicos, sino también para tomar conciencia de la carga mental que implica realizar un trayecto aparentemente sencillo. Cada desplazamiento requiere un alto nivel de concentración, atención constante y confianza en que el entorno se mantendrá sin cambios imprevistos. El entorno, por conocido que resulte cuando lo vemos, se vuelve un territorio extraño al no poder anticiparlo.
Al finalizar el recorrido, al retirarse el antifaz, la sensación generalizada era de impacto. La experiencia resulta reveladora y pone en evidencia las carencias existentes en materia de accesibilidad urbana. Elementos como los semáforos sonoros o las guías podotáctiles son fundamentales, pero no siempre están disponibles o correctamente implementados.
Desde el Grupo Social ONCE se insiste en que la accesibilidad no debe considerarse un extra o un complemento, sino un derecho básico. Actividades como esta buscan generar empatía y comprensión para que administraciones y ciudadanía colaboren en la creación de entornos urbanos más inclusivos.