Más lagartijas, más aves del mediterráneo y cambios sustanciales en las migraciones, algunas de las consecuencias del cambio climático en Asturias

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Una paloma común se refresca del calor en una fuente
Una paloma común se refresca del calor en una fuente Eloy Alonso | EFE

El grupo naturalista Mavea ha constatado la aparición de garrapatas en invierno y una disminución de hasta el 80 por ciento de vacallorias, en este caso debido a causas distintas del clima

12 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El grupo naturalista Mavea lleva haciendo un seguimiento de las aves acuáticas de la ría de Avilés desde 1986. Y también haciendo numerosos censos de diversas especies vertebradas e invertebradas en el territorio asturiano. Es un periodo suficientemente largo como para sacar unas cuantas conclusiones fundadas sobre los efectos que el aumento de la temperatura media está teniendo en el desarrollo de unas especies, la llegada de otras o el declive de otras tantas.

Como explica uno de sus vocales, el biólogo César Álvarez, el aumento de la temperatura debe tomarse en dos sentidos. Una cosa es un aumento puntual que puede afectar mucho a un ser vivo, aunque no lo haga a largo plazo. Esto no está evaluado. Pero sí lo está cómo afecta a determinadas especies el progresivo incremento de las temperaturas.

El clima concreto de este año ha afectado, por ejemplo, a la presencia de insectos en el monte. «Hay muchos insectos, moscas y tábanos como hacía años que no recordaba», asegura el biólogo. Y la coyuntura climática ha afectado también a las mariposas. «Esta primavera, como fue muy lluviosa, hubo muy pocas, y empezaron a aumentar hace un mes, cuando cesaron las lluvias: se retrasó su emergencia y ahora hacen acto de presencia por todos lados, es un momento muy bueno para ver insectos de todo tipo».

Y también las garrapatas son abundantes. Más allá de eso, lo más destacable es que están empezando a verse en invierno, algo que hasta ahora era rarísimo. Esto es señal de que las temperaturas son más altas. Las garrapatas, en cualquier caso, no están en todo el monte. Por encima de 1.700 ya no hay, porque hay menos vegetación y menos animales como el corzo y el jabalí.

Los insectos tienen una capacidad de adaptación muy rápida, y pueden asentarse con facilidad, a partir del aumento de la temperatura, en zonas que hasta ahora no poblaban. El caso de los vertebrados es distinto. Las aves tardan mucho más en adaptarse, y puede darse el caso de que no lleguen a hacerlo. Mavea ha observado cambios importantes en el asentamiento de especies, constatado sin lugar a dudas en los últimos años.

Un caso destacable es el de la curruca cabecinegra, un ave sedentaria que en un principio habitaba la España mediterránea, y que se ha ido trasladando hacia el norte a medida que la temperatura se lo ha permitido. A finales del siglo pasado había llegado a Lugo y Orense, en Galicia, y también al sur de Cantabria, pero no cruzaba la cordillera hacia Asturias. El punto de inflexión llegó en 2000. Ese año entró al occidente por Castropol y al oriente por Llanes. «En solo 10 años ocupó toda la costa, y en los siguientes va ocupando las zonas bajas de los valles de interior» explica César Álvarez. Otro caso es el del mosquitero papialbo. Hasta hace un tiempo, solo habitaba los bosques de montaña, pero de un tiempo a esta parte se está dispersando a zonas bajas. Eso significa que le está afectando la temperatura.

Por otra parte, hay una tendencia a la disminución de las aves de montaña, que cada vez ocupan zonas más alta, se supone que buscando el frío. Este caso se da sin ninguna duda en los Picos de Europa. Y el mar ha cambiado también su paisaje debido al aumento de la temperatura del agua. Este año, el Cabo Peñas batió su récord de temperatura en el mes de junio: 20 grados. Nunca había llegado tan alto en esa época. Entonces, la fauna marina también cambia conforme a las condiciones climáticas. Un ejemplo son las algas pardas: hasta el cambio de siglo eran muy comunes en toda la costa asturiana, y ahora han desaparecido de buena parte del suelo marítimo. Y con la desaparición de las algas desaparece la fauna asociada. En cualquier caso, disminuyen las especies que había y aumentan las que vienen del sur, como el pez ballesta o algunos tipos de medusa.

La observación de la ría de Avilés es una buena vara de medir los cambios en las especies. Hasta ahora, por ejemplo, las aves no aparecían en migración posnupcial hasta bien entrado el mes de julio. Ahora, sin embargo, se ven cada vez más adultos con juveniles en el mes de junio. Eso obedece, al parecer, a que en Centroeuropa han aumentado las temperaturas y los apareamientos se adelantan.

Otras aves están viéndose muy afectadas en sus poblaciones por las nuevas condiciones climáticas. El correlimos gordo es una de ellas. Es un ave limícola que se ve por las orillas de playas y marismas, que se alimentan de pequeños moluscos y gusanos. «A mediados de los 80 venían por cientos, llegamos a registrar un máximo de 300, y hoy es raro ver más de 10», explica el biólogo.

La causa también está asociada al cambio climático. Estas aves llegan al ártico a criar en junio, y sus pollitos están en el nido a primeros de julio, que es la épica de máximo de insectos. El aumento de la temperatura ha adelantado el deshielo un mes, y con él la población de insectos, que cuando llegan las crías está muy mermada. Hay menos comida y muchos pollos mueren de hambre. Y los que sobreviven son un poco más pequeños que sus padres. Entonces, cuando se desplazan al sur, a Mauritania, las crías tienen un pico un poco más corto y no llegan adecuadamente a la comida. Y muchas de ellas mueren de hambre. «La población está disminuyendo en picado».

Finalmente, merece la pena fijarse en dos especies que siempre se han visto en el campo asturiano: las lagartijas y los ciervos volantes, las vacallorias. Respecto a las primeras, ha habido un aumento que podría deberse al cambio climático. Mavea ha registrado un aumento considerable de ejemplares de esta especie. En cuanto a las vacallorias, se ven cada vez menos. La asociación sostiene que su población podría haber disminuido hasta un 80 por ciento en los últimos 30 años. Pero en este caso, como explica César Álvarez, no se atribuye al cambio climático. «Parece ser mucho más probable la alteración del hábitat y la contaminación». En cualquier caso, la fauna asturiana está evolucionando conforme cambia el entorno, y todavía queda mucho por saber qué le deparará a nuestros paisajes el aumento imparable de la temperatura.