Los jóvenes asturianos beben menos, pero pierden el miedo a las drogas: «Consumen para ser el 'malote' del grupo»
ASTURIAS
Según el programa de prevención 'Reciella' de Proyecto Hombre, destinado a menores y jóvenes, el 70% de las chicas y el 63% de los chicos atendidos acudieron por consumo de cannabinoides. El alcohol, en cambio, apenas representa el 5,4% en mujeres y el 4,1% en varones
29 jul 2025 . Actualizado a las 08:26 h.Durante décadas, el alcohol fue la sustancia de entrada al mundo de las adicciones juveniles. Asociado al botellón y al ocio compartido, era casi un rito de paso para muchos adolescentes. Sin embargo, algo ha cambiado. Los datos de la memoria de 2024 de Proyecto Hombre Asturias confirman una tendencia que los profesionales ya venían percibiendo: el consumo de alcohol entre los jóvenes está descendiendo, mientras que aumentan los casos relacionados con otras sustancias, especialmente el cannabis y las drogas de diseño.
Según el programa de prevención 'Reciella', destinado a menores y jóvenes, el 70% de las chicas y el 63% de los chicos atendidos acudieron por consumo de cannabinoides. El alcohol, en cambio, apenas representa el 5,4% en mujeres y el 4,1% en varones. Un cambio notable con respecto a generaciones anteriores.
Patricia Villagrá, responsable de 'Reciella', lo explica con claridad: «El alcohol era la sustancia de acceso inicial, muy asociada al botellón y al encuentro social. Pero en los últimos tres o cuatro años vemos que esa tendencia ha cambiado. Ahora, el cannabis, las anfetaminas y las drogas de diseño tienen más presencia entre los jóvenes».
Este giro en los hábitos de consumo se explica, en parte, por la transformación del ocio juvenil. Las redes sociales y los dispositivos móviles han sustituido en gran medida los espacios de encuentro físico. «Antes el botellón era una forma de socializar, pero ahora todo es más digital. Los chavales se relacionan a través de las pantallas, y eso también afecta al tipo de ocio y a la forma en que acceden a las sustancias», explica Villagrá.
A esta nueva realidad se suma un cambio preocupante en la percepción del riesgo. Los adolescentes conocen los efectos del cannabis, pero no lo ven como un peligro. «No es tanto falta de información, como baja percepción del riesgo. Manejan datos, pero creen que controlan la situación, que pueden dejarlo cuando quieran. Muchos incluso contraargumentan cuando se les señala el daño que causa», asegura la responsable.
El hachís se ha convertido en la droga más común entre los jóvenes que acuden a Proyecto Hombre. Para ellos, no es una sustancia transgresora, sino algo normalizado, parte de su identidad de grupo. «En torno a los 14, 15 o 16 años, el consumo también funciona como mecanismo de pertenencia. Forma parte de la identidad grupal. Y eso es peligrosísimo», advierte Villagrá. En estas edades clave para la formación de la personalidad, la droga se convierte en un elemento de cohesión que debilita los vínculos auténticos.
Villagrá también señala que muchas de las amistades juveniles son frágiles, superficiales, sostenidas únicamente por el consumo compartido. «Les preguntas por sus amigos y no saben decirte qué estudian o qué quieren hacer en el futuro. Las conversaciones giran en torno al consumo, la música o los vídeos que ven. Todo se queda en la superficie. Las amistades sanas, que son un factor protector, están desapareciendo», lamenta la responsable de 'Reciella'.
Este fenómeno no solo se limita al cannabis. También se registra un repunte en los consumos de anfetaminas, ketamina y otras sustancias sintéticas. La memoria recoge que el 8,2% de los chicos atendidos y el 8,1% de las chicas lo fueron por consumo de cocaína. Además, el 18,4% de los varones y el 10,8% de las mujeres recibieron atención por ludopatía u otros trastornos adictivos sin sustancia.
El perfil del adolescente que acude hoy a Proyecto Hombre también ha evolucionado. A los consumos se suman, cada vez con más frecuencia, problemas de salud mental: ansiedad, depresión o incluso ideación suicida. «Antes las familias venían porque su hijo o hija consumía. Ahora vienen porque además hay una afectación emocional grave. Los chavales que acuden a nosotros en la actualidad están peor que los que atendíamos hace diez años», apunta Villagrá.
El entorno digital tampoco ayuda. Las redes sociales difunden modelos tóxicos de éxito que asocian el consumo a la notoriedad. «Vemos a chicos colgando vídeos de cómo consumen, participando en retos virales. Si eso les da seguidores, se convierte en un referente para otros. Se consume para enseñar, para demostrar. Para ser el ‘malote’ del grupo», lamenta.
Frente a esta realidad, Proyecto Hombre insiste en la importancia de la prevención, especialmente en edades tempranas. Aunque el consumo de alcohol se ha logrado reducir, todavía queda mucho camino por recorrer con otras sustancias cuya peligrosidad sigue sin calar en la conciencia colectiva.