Susana Al-Halabí, psicóloga: «El suicidio es prevenible. Un pequeño cambio o gesto de ayuda puede convertirse en una razón para vivir»
ASTURIAS

La profesora titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo ha sido premiada recientemente en los Premios Afectivo Efectivo por su proyecto sobre la prevención de la conducta suicida en adolescentes
03 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Susana Al-Halabí, profesora titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y coordinadora del grupo de investigación CIPRES, ha sido premiada recientemente con uno de los galardones en los Premios Afectivo Efectivo por su proyecto sobre la prevención de la conducta suicida en adolescentes junto con Eduardo Fonseca Pedrero, catedrático del área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de La Rioja. Se trata de un reconocimiento de prestigio nacional que distingue iniciativas universitarias innovadoras y comprometidas con la transformación social y el cuidado de la salud desde una perspectiva humanista cuya ceremonia oficial de entrega tuvo lugar el pasado 1 de julio en el Museo Reina Sofía de Madrid, dentro del XI Foro Afectivo Efectivo.
En la entrevista concedida a La Voz de Asturias, Susana Al-Halabí pone de relieve que «el suicidio es prevenible» y que «un pequeño cambio o gesto de ayuda puede convertirse en una razón para vivir» porque «el sufrimiento adolescente no debe "arreglarse", sino escucharse y comprenderse desde una mirada más humana y contextual». No obstante, las recomendaciones de referencia que da son las incluidas en la OMS en la guía para prevenir el suicidio, denominada Vivir la vida. En este manual se ofrecen intervenciones de eficacia demostrada que se basan en la evidencia, como son: restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse; educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio; fomentar aptitudes socioemocionales en los adolescentes; y detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas con conductas suicidas, además de hacerles un seguimiento.
—Recientemente has recibido un premio por tu proyecto sobre la prevención del suicidio en adolescentes. ¿Qué te motivó a hacer un trabajo sobre un tema tan sensible?
—Desde mi tesis doctoral, hace ya veinte años, he trabajado en la prevención de problemas de salud mental en adolescentes. Más adelante, participé en proyectos europeos centrados en la prevención del suicidio, tanto en contextos clínicos como educativos. Desde entonces, esta línea de trabajo se ha convertido en una vocación y en un compromiso ético, tanto en la docencia como en la investigación y la divulgación. Presentamos nuestro proyecto porque considerábamos que era una iniciativa innovadora y comprometida con la transformación social y el cuidado de la salud mental desde una perspectiva humanista.
—¿Qué ha supuesto para ti que tu trabajo fuera premiado?
—Una gran alegría y una enorme gratitud. Recibimos el primer premio en la categoría de formación, transformación, información y sensibilización en torno a la salud desde el ámbito universitario. Más allá del reconocimiento personal, es un respaldo a un trabajo exigente y constante que llevamos años realizando y a la transferencia social desde la universidad pública en materia de salud pública y mental. Además, contamos con una prestigiosa Beca Leonardo de la Fundación BBVA, que hace posible continuar realizando una investigación de calidad.
—Un proyecto así no debe ser sencillo de abordar. ¿Cuánto tiempo fue necesario dedicarle y qué desafíos tuviste que enfrentar?
—Son proyectos que requieren numerosos años de trabajo continuado, desgranando aciertos y mejoras, contribuyendo al conocimiento científico, desarrollando la capacidad de obtener fondos y trabajando en equipo. El programa de prevención escolar PositivaMente 2.0 ha sido posible gracias a la colaboración con el equipo PRISMA de la Universidad de La Rioja y al esfuerzo por evaluar científicamente cada fase. Lo más complejo no es solo el diseño de estudios longitudinales potentes y contenidos rigurosos, sino implementarlos en contextos reales y enfrentarse a la burocracia de la administración pública para la gestión de proyectos. Aun así, hay mucha convicción y deseo de aportar. Estoy muy agradecida a las profesionales con las que trabajo y a los equipos directivos de los centros escolares.
—¿Cuáles son los principales factores de riesgo que se identifican en la población juvenil en relación al suicidio?
—Contribuyen múltiples factores sin que podamos encontrar una ecuación precisa: el malestar emocional, las dificultades familiares, el acoso escolar, el aislamiento, el uso problemático de redes sociales, la falta de sensación de pertenencia, el consumo de sustancias o la sensación de vacío que, a veces, puede caracterizar esta etapa vital. También pesan factores estructurales como la pobreza o la falta de apoyo institucional. Además, es un fenómeno muy vinculado también a las razones para vivir, no solo a los factores de riesgo. La muerte por suicidio en adolescentes es poco frecuente, pero cuando ocurre, es un drama que interpela a toda la sociedad.
—¿Cómo ha cambiado en Asturias la percepción y la atención social sobre el suicidio juvenil en los últimos años?
—Hace unos años, el tema era un tabú o se abordaba solo desde modelos biomédicos. Hoy se reconoce como un problema de salud pública y se empieza a abordar desde distintos contextos, pues no es un asunto exclusivamente clínico, como los centros escolares o los servicios sociales. Asturias tiene profesionales comprometidos en todos los niveles. Ahora necesitamos sumar a los medios de comunicación y a la ciudadanía para seguir construyendo una red sólida de prevención. Esta entrevista también es una forma de hacerlo. Gracias por la iniciativa.
—¿Qué avances recientes consideras más relevantes en el campo de la prevención del suicidio adolescente?
—Uno de los más importantes es el cambio de enfoque: la mirada ya no es solo individual o clínica, sino más abierta al contexto, a las relaciones personales y al sentido vital. El centro escolar es un entorno clave. Programas como PositivaMente 2.0, que están siendo evaluados científicamente, aportan habilidades de afrontamiento, perspectiva sobre las dificultades de la vida y solicitud de ayuda. También hay respaldo empírico para la eficacia del tratamiento psicológico de la conducta suicida en adolescentes. Y es fundamental tener cuidado con las actividades que se realizan en las aulas sin evidencia científica o sin profesionales cualificados: no solo no ayudan, sino que pueden agravar los problemas. Debemos ser mucho más exigentes con lo que atraviesa la puerta de las aulas.
—¿Qué papel juegan las instituciones educativas y las familias en la prevención del suicidio en esta etapa de la vida?
—Un papel central. La escuela es un entorno privilegiado para detectar cambios, fomentar el sentido de pertenencia, enseñar habilidades sociales o promover valores de cuidado mutuo. Son aspectos clave para la vida. La familia, por su parte, es la raíz emocional y afectiva más importante. Educar con límites claros, normas consistentes, fomentar la reflexión crítica y establecer vínculos seguros con cariño y respeto son factores clave de protección. Docentes y familias deben estar acompañados, formados y conectados.
—Todavía queda mucho por hacer en la prevención del suicidio en adolescentes. ¿Qué estrategias, programas o actuaciones consideras que deben implementarse para avanzar en ello?
—Necesitamos estrategias estructurales; no basta con intervenciones puntuales. Programas escolares evaluados, formación continua al profesorado, coordinación entre salud y educación, atención psicológica accesible solo cuando sea necesaria, y políticas públicas que prioricen a la población general. Y, sobre todo, cambiar el enfoque: no buscar trastornos, sino comprender trayectorias vitales. El sufrimiento adolescente no debe «arreglarse», sino escucharse y comprenderse desde una mirada más humana y contextual.
—¿Qué recomendaciones darías a los profesionales de la salud mental y a los docentes para detectar signos de riesgo en los adolescentes?
—Actualmente no hablamos tanto de predicción del riesgo como de enfoques colectivos y relacionales. El suicidio es prevenible y los pensamientos suicidas suelen ser cambiantes. Un pequeño cambio o gesto de ayuda puede convertirse en una razón para vivir. Puede ser útil observar cambios en la conducta, retraimiento, pérdida de interés, alteraciones en el sueño o la expresión de deseos de muerte… Pero, sobre todo, hay que escuchar. A veces un adolescente necesita a alguien que no juzgue y que acompañe con paciencia y atención, ayudándole a comprender al servicio de qué están ese tipo de pensamientos. Y, si fuera necesario, es fundamental derivar a profesionales formados en este campo.
—¿Cómo puede contribuir la sociedad en general para reducir las tasas de suicidio entre los jóvenes?
—Necesitamos una sociedad menos individualista, más comprometida con los cuidados y con nuestra naturaleza existencial. La tristeza, la duda o cierto nivel de malestar no son enfermedades ni problemas de salud mental, sino que constituyen posibilidades humanas. Como dice Marino Pérez, catedrático de nuestra universidad, es posible que un exceso de sobreprotección haya alimentado la vulnerabilidad de estas generaciones. En tiempos de incertidumbre y discursos tramposos, recuperar la dignidad de la razón crítica y la virtud de los valores es fundamental.
—¿Cuáles serán tus próximos pasos o proyectos para seguir abordando esta problemática?
—Seguiremos desarrollando y evaluando PositivaMente 2.0, ampliando su alcance y ofreciendo recursos de ciencia abierta. También trabajamos en la formación de profesionales clínicos, sanitarios, educativos y sociales. Además, estamos colaborando en proyectos de investigación con personas mayores y personas sin hogar. Y, por supuesto, seguiré defendiendo una psicología con rigor científico, compromiso ético, mirada crítica y vocación de servicio público. Particularmente ahora que la pseudodivulgación, la psicología pop y los eslóganes en redes sociales lo invaden todo.
Las personas con ideas suicidas y sus allegados recibirán ayuda especializada a cualquier hora en el teléfono 024, en el teléfono de la esperanza de Asturias 985 22 55 40 y ante situaciones de emergencia también pueden llamar al 112. Las tentativas y muertes por suicidio nunca tienen un único detonante, sino que son una reacción a un sufrimiento extremo causado por factores psicológicos, biológicos y sociales que pueden prevenirse y tratarse.