Guillermo Rico, finalista del premio al Mejor Docente de España: «El acoso escolar es una preocupación real y hay que estar muy pendientes»
ASTURIAS
Maestro del colegio La Gesta de Oviedo, admite que es «un gran defensor» tanto de la gran innovación en materia educativa «como de la escuela tradicional»
27 oct 2025 . Actualizado a las 07:43 h.Guillermo Rico es profesor del colegio La Gesta de Oviedo, donde ya lleva seis cursos impartiendo clase. Previamente estuvo en otros concejos asturianos como San Antolín de Ibias Porrúa y, antes incluso, en Madrid. Este maestro es uno de los 10 finalistas del prestigioso premio Educa Abanca 2025 al Mejor Docente de España en la categoría de Educación Primaria.
El 31 de enero de 2026 se entrega un galardón que, como él mismo admite, le hace más ilusión «por el colegio» y por el mensaje colectivo que lanza acerca de su profesión que por él mismo. Una suerte de homenaje «a la educación pública de Asturias». En definitiva, «es un orgullo y una satisfacción personal, pero siempre lo veo un poco más desde el punto de vista colectivo».
No en vano, cree firmemente que, en un centro educativo, siempre hay «un equipo de personas detrás, docente y no docente, desde la persona que abre la puerta por la mañana, hasta la que cocina, la que limpia, la que arregla una persiana y luego, obviamente, los profesores».
Este docente considera que el cambio experimentado al pasar de dar clase en una ciudad de millones de habitantes a hacerlo en colegios rurales agrupados tiene más que ver con la manera en que uno mismo interioriza el proceso. «Cada centro, de alguna forma, es como la república independiente de tu casa y tiene sus idiosincrasias e independencia, tanto educativa como de organización, pero en el paso de los colegios de una gran ciudad como Madrid a San Antolín de Ibias o Porrúa, donde también estuve, hay un cambio, pero sobre todo es en uno mismo, porque de alguna forma también te tienes que adaptar al medio», añade.
«Nunca he entendido la educación sin contexto, ya que tienes que ser consciente de en qué contexto estás dando las clases, cómo las puedes adaptar y se las puedes entregar a esos niños para que sean cercanas a ellos, porque si simplemente coges los materiales y las herramientas y los impartes de una forma más fría y magistral no vas a conseguir nada», indica.
Conocer al alumno
Guillermo Rico considera que, a la hora de dar clase, es imprescindible saber «la forma de llegar al alumnado, conocer quiénes son, cómo se mueven, dónde viven...». Admite que es «un gran defensor, tanto de la gran innovación que viene ahora como de la escuela tradicional, pero creo que antes el profesor de alguna forma era el que llevaba el timón de la clase y el ritmo, incluso a la hora de organizar».
Esto, a su juicio, «no es nada negativo, pero era el maestro el que iba diciendo a los niños lo que hacer en cada momento». «Ahora, poquito a poco, está habiendo una transformación que para mí es positiva, y de alguna forma estamos intentando que sean los niños los que reciben esa autonomía y ya saben organizar la clase, ir cumpliendo objetivos», apunta.
«Muchas veces trabajo por objetivos y ellos se gestionan por equipos, saben qué recursos utilizar y yo simplemente soy un monitor, un ayudante, uno más de ellos que les ayudo, me siento en las mesas y estoy con ellos trabajando, pero ya no soy ya esa figura tan magistral de antes», explica este maestro de Primaria.
No obstante, pese a esta independencia, «al final del día o de la semana sí que vas a tener que entregar una serie de productos o evidencias de todo lo que has hecho, pero con autonomía». Esa capacidad para ir asumiendo la necesidad de gestionar su propio tiempo, de organizarse, es, muchas veces, lo que más les cuesta a los alumnos a la hora de dar el salto de la Primaria a la Secundaria. «Muchas veces cuando hablamos con los docentes del instituto nos dicen, 'tiene muy buen nivel, pero qué poco organizados son», resalta.
«Los alumnos responden muy bien a cualquier cosa que les propongo»
Guillermo Rico se ve a sí mismo como «una persona muy positiva, que no sé si es porque a los niños y niñas a los que doy clase siempre responden muy bien a cualquier cosa que les propongo, pero sí que veo unas capacidades, unas habilidades y unas formas muy diferentes de moverse a las que teníamos nosotros, pero que también son muy válidas, por lo que ese futuro está ahí».
Se autopercibe como «alguien positivo, alegre, activo y dinámico que trata de utilizar todas las metodologías y enseñarles a los niños y a las niñas una serie de instrumentos y herramientas para que luego cada uno coja la que le sirva».
Considera que los adultos «siempre miramos hacia el futuro con cierto escepticismo» y, en este sentido, «estos niños tienen problemas, impulsos y emociones diarias que hay que atender y, si hacemos bien ese trabajo diario, al final estaremos construyendo ese futuro». Apunta que «a veces ellos mismos te exigen hasta más, lo cual está muy guay, porque ves que algo les gusta y están muy motivados». Cree que la clave es «atender a lo que necesitan para, día a día, ir construyendo ese edificio que es la educación».
La «preocupación real» del acoso escolar
En el contexto actual, no le cabe duda de que el acoso escolar «es una preocupación real y hay que estar muy pendientes». Desde su punto de vista, los niños tienen «unas emociones muy directas en su forma de convivir y de relacionarse con los demás, y si no estamos pendientes de esas emociones y situaciones a veces se nos pueden ir de las manos o llegar a un caso de bullying».
«A veces, desde una mirada de adulto, podemos considerar que son cosas de niños, pero lo que hay que hacer es un buen análisis de si realmente es así», matiza. Explica que, más allá de los protocolos antibullying, «parece que siempre nos centramos en esa parte burocrática y no en las herramientas reales de gestión de este tipo de casos y, muchas veces, incluso yo puedo hacer la autocrítica, a lo mejor es que los profesores no sabemos gestionar estas cosas, ya que cuando estudiamos en su día no nos enseñaron a ello».
«Seguramente nosotros, como adultos, para entrar ahí necesitaríamos una formación y herramientas reales, porque yo creo que aunque hablemos con ellos, quizá no vale solo con eso», remarca. «Yo trabajo en un colegio y tengo suerte que son niñas y niños y todavía, a los que es más fácil llegar y son más influenciables que adolescentes o preadolescentes de 14 o 15 años», concluye.