Ana, integrante de Alcohólicos Anónimos: «Ingería cantidades astronómicas de alcohol, hasta que perdía el conocimiento»
ASTURIAS
Ana habla con La Voz de su experiencia personal y de como dejar la bebida le ha ayudado a sentirse «libre». El 15 de noviembre de 2025, a las 18 horas, la entidad desarrollará un acto de información Pública en la sala 1 del Palacio de Exposiciones y Congresos de Oviedo, con entrada libre
07 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Alcohólicos Anónimos es una comunidad de personas que comparten la enfermedad del alcoholismo y se ayudan mutuamente para alcanzar y mantener la sobriedad mediante la aplicación del programa de la entidad, que no está afiliada está afiliada con ninguna religión, partido político, organización o institución. Alcohólicos Anónimos nació Akron, Estados Unidos, en el año 1.935. Actualmente se recuperan más de dos millones de personas en los más de 100.000 grupos locales distribuidos en 180 países de todo el mundo.
En el Principado hay 28 grupos, 4 en el Centro Penitenciario de Asturias. En Oviedo hay 5 grupos que celebran reuniones todos los días de la semana. Este año se conmemora el 58 Aniversario de la llegada de Alcohólicos Anónimos a la capital del Principado, dentro de los 90 años del nacimiento de la asociación. Con este motivo, el 15 de noviembre de 2025, a las 18 horas, tendrá lugar un acto de Información Pública, en la sala 1 del Palacio de Exposiciones y Congresos de Oviedo, con entrada libre. Ana es integrante de Alcohólicos Anónimos y se encarga de coordinar el evento en el que se unen «todos los grupos que hay en Oviedo, que son cinco».
«El alcoholismo no se cura; una vez alcohólico, lo eres para toda la vida»
«Yo concretamente llegué a Alcohólicos Anónimos a través de la psiquiatría», explica. En ese momento «estaba sin beber». No obstante, el psiquiatra con el que se estaba tratando optó por una nueva estrategia para tratar de afrontar su enfermedad. «Al ver que él no llegaba a mí y que yo no era capaz de abrirme me preguntó si quería que llamara a dos miembros de Alcohólicos Anónimos», remarca.
Ana le respondió que sí, «con todo el entusiasmo», porque lo que ella quería era «no volver a beber bajo ningún concepto». Y es que admite que «estaba sufriendo a lo bestia», porque «no quería beber y al día siguiente estaba volviendo a hacerlo». En su caso «bebía en casa» y fueron esas dos integrantes de la entidad que acudieron a visitarla a la clínica privada donde estaba las que la situaron en la senda de sobriedad que transita desde hace unos cuantos años.
«Realmente me sentí muy identificada con lo que me contaban acerca de en qué consistía la enfermedad del alcoholismo». Descubrió, en este sentido, «que era una enfermedad, algo que yo desconocía completamente», porque el alcoholismo es una dolencia que «está reconocida por la Organización Mundial de la Salud». Para ella «fue un gran alivio saber que no era una viciosa, un desecho humano, sino que era una enfermedad y que podía pararla».
En este sentido, advierte de que «el alcoholismo lo paras, lo detienes, pero no se cura... una vez alcohólico, lo eres para toda la vida». «Yo, en mi caso, tuve que cambiar totalmente mis hábitos de vida, empezar a adquirir una disciplina externa de horarios y otra interna de forma de afrontar la vida, porque yo la veía igual que Antoñita la fantástica, como yo quería verla, no como era en realidad».
Fue en ese momento cuando pudo ver que se había «estancado». Tenía 33 años entonces, y ahora, como ella apunta, ya tiene «una pata en los 70». Explica que, antes de dejar la bebida, «vivía la vida como un adulto adolescente, no con realismo». Por eso, para no enfrentarse a la realidad «lo que hacía era ingerir cantidades astronómicas de alcohol, hasta que perdía el conocimiento».
«Ahora me siento libre, algo que nunca me había sentido cuando bebía»
Ana empezó a beber «a los 17 años, en la universidad», y a los «33 recién cumplidos» dejó el alcohol. Antes de dejarlo admite que «tenía periodos largos sin beber, de un año y volvía, luego igual estaba medio año y volvía...». Y es que «el alcohol es muy sibilino, es la enfermedad del autoengaño». Y es que se trata de una enfermedad «que va a más, nunca a menos, y no la llegas a controlar, te controla a ti una vez que entras en esa dinámica y es el que toma las malas decisiones en tu vida, ya que no eres una persona libre, sino que estás condicionada totalmente».
«Yo lo prometía, lo juraba y era verdad, no quería beber, porque además a mí no me gustaba el sabor del alcohol y me lo tenía que tomar como el que se toma un jarabe con la nariz tapada, yo buscaba el efecto», resalta. «Ahora me siento libre, algo que nunca me había sentido cuando bebía», celebra. Cuando comenzó a acudir a los grupos de apoyo pudo verse reflejada en otros testimonios y experiencias. «Nos unían totalmente las emociones, los sentimientos, ese sentimiento de culpa por beber, por tu entorno, por la familia porque, aunque la gente no lo crea, los familiares sufren, pero el alcohólico que quiere dejar de beber y no puede sufre muchísimo», explica.
«Estás viendo que todo se está destruyendo a tu lado cuando bebes», insiste. Apunta que, para el alcohólico, «llega un momento, como en mi caso, que me daba todo igual e incluso me llegué a plantear el suicidio». «Pensaba que, por lo menos, si me quitaba de en medio mis hijos podrían salir a flote, mi familia descansaría y yo también», recuerda. Una de las ventajas de Alcohólicos Anónimos es, a su juicio, su total independencia de siglas o asociaciones, lo que garantiza que no haya injerencias. Recuerda, en este sentido, que «hace muchos años llegó un cheque de 25 millones de pesetas a la Oficina de Servicio General de España, que estaba ubicada en Avilés en aquellos años, y se devolvió».
Detalla que disponen de lo necesario «para mantener la estructura que hay, con el mínimo dinero, y es todo mediante aportaciones que hacemos nosotros, pequeñitas». Ana comenta que «en Alcohólicos Anónimos existe una democracia pura, somos todos iguales... tú a nivel social fuera puedes ser el marqués de Pito Florido, pero dentro eres un alcohólico más». Del mismo modo, «no hay cargos, hay servicios que se rotan para dejar que el que llegó más tarde también pueda disfrutar de lo mismo y aprender sirviendo». «Yo no supe lo que era realmente vivir hasta que llegué a Alcohólicos Anónimos», reconoce aliviada.
«Lo básico es querer dejar de beber»
Las personas que llegan a la entidad disponen de un programa personal a nivel interno, «que consta de 12 pasos, el primero y más importante es admitir abiertamente que tienes un problema» con la bebida y que tu vida «se ha vuelto totalmente ingobernable». Luego siguen otros 11 pasos «que son para trabajar con uno mismo a nivel interno, tratar de ser humilde, tolerante... en definitiva, tirar la toalla y reconocer que necesitas ayuda».
Ana apunta que, antes de dejar de beber, su familia le «había brindado toda la ayuda, desde una psicólogo a un psiquiatra». No duda en afirmar que, en el tratamiento de la dependencia del alcohol, «la medicina también tiene su papel, que es muy importante a la hora de detectar la enfermedad y a veces dar una medicación para las ansiedades y otro tipo de enfermedades mentales que padezcan». «Una cosa no está reñida con la otra y vamos siempre de la mano de la medicina y estamos allí donde nos llaman», matiza.
Lo que las personas que acuden a la entidad reciben «es una ganancia espiritual y emocional». La ganancia se encuentra en «ver que ha llegado gente y que empastaron muy bien, contemplar la mejoría día a día de esas personas». «El recién llegado aprende de los que llevamos más tiempo, de lo que hicimos nosotros para enfocar ciertas situaciones de la vida, para no ir a beber», resalta.
«Yo, por ejemplo, como me daba por beber al quedarme en casa toda la tarde, pues salía, y el que que tenga la costumbre de hacer ruta de bares, pues busca una alternativa como hacer deporte, leer...», comenta. En las «reuniones diarias de lunes a domingo» no se hace seguimiento «de si vienen, beben, dejan de beber... el alcohólico viene a ser él mismo y se le ayuda a que así sea, con sus cosas buenas y sus cosas malas, no hay mayor secreto».
A su juicio, para dejar la bebida «lo básico es querer dejar de beber». Ella misma se unió a la entidad «con la oposición de la familia, por los prejuicios que tenían hacia Alcohólicos Anónimos, causados por el desconocimiento». Todo eso, poco a poco, «va cambiando, porque cuando yo llegué estaba muy estigmatizada esta enfermedad y en las mujeres, más».
Ana remarca que a los grupos acuden «cada vez más mujeres y cada vez personas más jóvenes». «Cuando yo empecé era la yogurina, ya que de 33 años no había nadie». Explica que el 649235531 «es el teléfono al pueden dirigirse todas las personas que quieran contactar» con la entidad, los cuales también pueden informarse a través de la web www.alcoholicos-anonimos.org.