La carga invisible de la «generación sándwich»: «Yo nunca he mirado por mí, he mirado por los demás»

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Beatriz Amador Fernández
Beatriz Amador Fernández

El testimonio de Beatriz Amador, una ovetense que tiene un hijo con discapacidad a su cargo, que cuidó de su padre hasta su fallecimiento y atiende a su sobrina pequeña, pone rostro al agotamiento de quienes atienden a dos extremos de la vida

02 dic 2025 . Actualizado a las 09:13 h.

En Asturias, como en gran parte del país, la llamada «generación sándwich» ha dejado de ser una figura abstracta para convertirse en una realidad cotidiana. Son personas que viven entre dos obligaciones vitales: cuidar a hijos que aún dependen de ellos y atender a padres, suegros o familiares mayores que requieren apoyo.

La historia de Beatriz Amador, de 51 años y vecina en Oviedo, es el claro ejemplo de una mujer que vive en el corazón de esa denominada «generación sándwich», con una vida convertida en una carrera de fondo entre las necesidades de su hijo con discapacidad, el cuidado de su padre hasta que falleció, el apoyo a su madre y contribuir, hasta hace poco, en el cuidado de una sobrina en edad preescolar.  Un cúmulo de responsabilidades que, en palabras de la propia Beatriz, en un momento dado, la llevaron a una situación muy complicada: «tras el fallecimiento de mi padre, la carga que yo tenía encima me superó. Ahora la niña ya va al cole, con lo cual, la cuido menos, pero mi hijo menor, que tiene discapacidad, a veces me sobrecarga porque depende mucho de mí», manifiesta.

El relato de Beatriz es un eco del esfuerzo y el desvelo que miles de personas en Asturias afrontan diariamente. Ella es la cuidadora principal de su hijo de 21 años, quien, a pesar de su edad, está a su cargo por una discapacidad. A esta responsabilidad se sumó el cuidado de su sobrina, que comenzó cuando la niña tenía solo seis meses: «al principio me la traía mi hermana a casa y yo la cuidaba. Después, cuando empezó a la guardería, yo la iba a buscar, le daba la comida, la acostaba a la siesta…», cuenta la misma subrayando que «es mi única sobrina, estoy feliz con ella y nos queremos con locura».

La situación se complicó con el deterioro de la salud de su padre, por quien sufría constantemente. «Lo he pasado mal por mi padre, cada vez que yo le llamaba por teléfono tenía miedo que me dijese que estaba mal. Yo sufría por él», explica Beatriz, que añade que, aunque él era autónomo dependía mucho de ella para que le prepara la medicación o para acompañarle al médico. Así, el fallecimiento de su progenitor hace algo más de un año fue el punto de inflexión para ella, ya que el dolor por su muerte la dejaron sin apenas fuerza para continuar con el resto de responsabilidades. Hasta tal punto que Beatriz tuvo que empezar a tratarse con un psicólogo porque, según reconoce, «estuve muy mal y el estrés me desbordó».

En ese momento, continúa contando, sitió que la presión era inmensa: las necesidades de su hijo con discapacidad, ayudar en el cuidado de su sobrina con los horarios que eso implicaba y la necesidad de apoyar a su madre, que, aunque está físicamente bien, requiere apoyo emocional por la pérdida. «No es fácil estar pendiente de todo», señala la misma, que admite que hubo momentos en los que su deseo era dejar a un lado toda obligación: «yo no quería tener horarios de ningún tipo, quería hacer lo que me diera la gana, tumbarme en la cama…», expresa esta ovetense, que es un ejemplo más del dicho de que «quien cuida, se descuida».

Y es que su dedicación al cuidado de la familia la han llevado a descuidar su propia salud: «yo nunca he mirado por mí, he mirado por los demás», expresa Beatriz, que dice que, aunque en ocasiones se encontraba mal, «no iba al médico», incluso dejó de realizarse las analíticas periódicas pertienentes. El caso es que esa sobrecarga, a veces inconsciente, terminó pasándole factura: «llegó un momento que me afectó a mi salud, que casi me da un ictus, me subió la tensión, ahora estoy con tratamiento para la tensión y para el azúcar, además de con psicólogo», indica la misma, que reconoce su tendencia a asumir responsabilidades por ayudar a su entorno: «lo que pasa es que yo soy así y me pongo el cargo de toda la familia, hasta que rompí», admite.

La situación en la que se vio esta ovetense fue tan desbordante al sumar el duelo por el fallecimiento de su padre que tuvo que pedir ayuda profesional, porque «si no llego a pedir ayuda, yo no estaría aquí ya», manifiesta Beatriz, para quien el apoyo psicológico le está siendo un salvavidas. «Porque llego un momento en el que estaba metida en un túnel y de ahí no me sacaba nadie», exterioriza la misma, que continúa atendiendo las necesidades su hijo, estando pendiente de su madre y cuidando a su sobrina, aunque de una forma menos constante al haber empezado al colegio.