Cristina Alba, de jefa de obra a artesana: «No era un mundo fácil; los albañiles me ponían mala cara y con los arquitectos tenía que hablar más alto para que me escucharan»

Raquel Mayordomo REDACCIÓN

ASTURIAS

Cristina Alba en su taller de Moreda
Cristina Alba en su taller de Moreda

La ingeniera leonesa repasa las decisiones que la llevaron a dejar de ser jefa de obra, mudarse a Asturias y dedicarse a fabricar bolsos y mochilas: «Ser jefa de obra me encantaba, pero también había cosas que no me gustaban y contra las que no podía luchar»

15 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

De ser jefa de obra durante casi dos décadas a abrir un taller artesanal de bolsos y mochilas. Esa fue la decisión que tomó Cristina Alba, ingeniera leonesa que, después de vivir en Madrid, decidió mudarse a Moreda y abrir un pequeño local de costura. Durante la pandemia, ella y su pareja tomaron la decisión después de que Cristina se apuntara a clases de costura, y encontrara una pasión que puede relacionar con sus conocimientos de ingeniería.

—¿Por qué se decidió por estudiar ingeniería?

—No lo tenía claro, pero siempre me gustaron más las asignaturas de ciencias: matemáticas, física y química, dibujo técnico… Si hablamos de vocación, realmente me gustaba arquitectura, pero vivía en León y no se podía estudiar allí. Entonces, me decidí por ingeniería porque mi familia no podía permitirse que yo me fuera a estudiar fuera. De entre todas las opciones, ingeniería industrial era la que más me gustaba y lo que más salida tenía. Me encantó la carrera, aunque me costó mucho, la volvería a estudiar. No me arrepiento, estudié ingeniería y me moriré siendo ingeniera. Ejercí como ingeniera durante 18 años, y aunque ya no me dedique a ello, a veces muchos compañeros de la carrera me piden ayuda y vuelvo a ejercer por un momento.

—¿Cómo surgió la oportunidad de ser jefa de obra?

—Dentro de la ingeniería, la categoría profesional que desarrolle fue jefa de obra. Primero ejercí como becaria en León, y después me mudé a Madrid, aunque con este trabajo tenía que viajar con regularidad.

—¿Cuál ha sido su experiencia durante casi 20 años como jefa de obra?

—Pues he vivido un poco de todo. Es un trabajo precioso, sobre todo si atendemos a la parte más técnica: ver el proyecto, desarrollarlo, solucionar problemas… Sin embargo, la parte burocrática y de gestión no me gustaba tanto. Personalmente, prefería mancharme las botas y hacer cosas. Ser jefa de obra es muy bonito y muy duro en muchos sentidos.

—¿Sintió discriminación en un mundo que es mayoritariamente masculino?

—Cuando yo empecé en 2003, no era tan fácil ser mujer en este mundo. Sí que es cierto que, de tres empresas en las que estuve, siempre hubo bastantes mujeres. Y con bastantes me refiero a un tercio del total de jefes de obra, pero creo que cada vez hay más. Aún así es difícil, había profesionales que llevaban muchos años y les parecía raro ver a mujeres y que les dijeran lo que tenían que hacer… A mí me mandaron a fregar en una ocasión, pero por suerte los tiempos están cambiando. También recuerdo que, en alguna obra, los albañiles me ponían malas caras y yo sabía que era por eso. Me dolía más cuando estaba en reuniones con arquitectos, porque todos eran hombres y tenía la sensación de que debía hablar más alto para que me escucharan. También influye ser joven, porque al principio recuerdo más feos por el hecho de ser joven que por ser mujer. A mis compañeros chicos también les hacían desplantes por ser jóvenes.

—¿Qué le llevó a dar un giro y pasar a dedicarte a esto?

—Son muchos puntos que al final hacen que esté aquí. Ser jefa de obra me encantaba, pero también había cosas que no me gustaban y contra las que no podía luchar. Por ejemplo, en el mundo de las grandes empresas, no puedes hacer las cosas como quieres, te tienes que adaptar a sus políticas y a lo mejor no cuadran con tu forma de trabajar. Sobre todo, el punto de inflexión se produjo durante la burbuja inmobiliaria, cuando vi muchas cosas que no me gustaban, y esa se convirtió en una de las razones por las que decidí dejarlo. Por otro lado, me pillaron las crisis del 2008 y del 2012, en la que despidieron a muchos compañeros de trabajo. En mi caso, me dejaron en plantilla con un contrato de media jornada y no tenía nada que hacer por las tardes. Entonces me apunté a clases de costura sin haber cosido nunca en mi vida. Me encantaron, y comprobé que se me daba bien, no solo coser, también el crear patrones y dibujarlos. Me imagino un bolso en la cabeza, creo las piezas y las uno. Para este trabajo, me sirven mis conocimientos de ingeniera, son mini proyectos similares. Cuando seguía siendo jefa de obra, mi jefe se jubilaba y se me presentaron dos opciones: quedarme con la empresa y seguir adelante, o cerrarla e irme. Me gustaba mucho la costura y decidí probar.

—¿Cuánto tiempo lleva dedicándose a esto?

—Tomé la decisión unos meses antes de que nos confinaran por la pandemia en 2020. Empecé a hacer cosas para mi familia, para mis amigas, para sus familias... Y cada vez me pedían más. Concretamente en Asturias, llevo algo más de un año. En Madrid, donde residí más de 19 años, no tenía tienda física, trabajaba en un pequeño taller de coworking, tenía tienda online y hacía ferias y mercados. Mi pareja tuvo un problema de salud y no podía trabajar. Mi trabajo lo podía hacer en cualquier sitio, y coincidió que teníamos ganas de salir de Madrid, pero las circunstancias no nos dejaban hasta ese momento. Tomamos la decisión de irnos, y teníamos claro que tenía que ser aquí porque mi madre es asturiana y, además, llevamos varios años yendo de vacaciones a Felechosa. Encontré un local que me encantaba en Moreda y ya nos vinimos aquí, nos gustaba mucho esta zona.

—¿Qué piezas confecciona?

—Ahora trabajo mucho en la tienda online con colecciones que duran medio año. También tengo opciones para personalizar colores, estampados… a través de internet son patrones que ya tengo hechos. En la tienda es todo más etéreo. Alguien viene con una idea y se la puedo hacer, me resulta más fácil hacerlo aquí. Cada vez más gente me escribe pidiendo este tipo de cosas, aunque las mochilas son mi producto estrella, las saqué desde 2020 y no sé cuántas he hecho. Cuando me piden cosas diferentes me gusta.