El 30 de diciembre este profesional bajará la persiana de su taller de reparación de neumáticos y lavado de coches de Cangas de Onís, después de «31 años y ocho meses» al frente y 46 en total de carrera. Admite que «el trato con la gente» es lo que más va a echar de menos, ya que los usuarios que acuden a él, «más que clientes, son amigos»
20 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Aquilino García se jubila el «próximo 30 de diciembre». Lo dice casi sin alcanzar a creérselo. Y es que este profesional de la mecánica y los talleres lleva la friolera de «46 años y medio en esto». De ellos, «todos cotizados, quitando el año y medio que estuve en la mili».
El suyo es un ejemplo de constancia, honradez y servicio al cliente que se ha ganado la valoración de los usuarios y, lo más importante, el respeto y cariño de sus vecinos que, a partir del año que viene, van a extrañar su taller de reparación de neumáticos y lavado de coches, ubicado en el número 24 de la avenida de Castilla de Cangas de Onís, conocida también como Carretera Cañu.
«Ves gente que ni llega a disfrutar de la jubilación, otros duran poco...»
Este vecino de la también canguesa parroquia de Coviella lleva «más de 31 años al frente de este negocio, 31 años y ocho meses concretamente», sin apenas espacio para el descanso. Tanto es así que, cuando faltan apenas dos semanas para pasar a la merecida jubilación, apenas puede concebir un día a día diferente al que vive actualmente. «La verdad es que el 30 de diciembre voy a bajar la persiana y ni lo pienso», apunta.
«Me fastidia, porque me gusta el trabajo que tengo», indica, si bien reconoce que es el momento perfecto para retirarse, ya que «llega un momento que ves gente que está cayendo, que ni llega a disfrutar de la jubilación, otros duran poco...». Asimismo, «la situación tampoco motiva, porque esto está cada vez peor».
Admite que «el trato con la gente» es lo que va a echar de menos, ya que, después de tanto tiempo, los usuarios de su taller, «más que clientes, son amigos». Este buen hacer de Aquilino se traduce en las reseñas en redes sociales e Internet, un mundo que admite no controlar demasiado, pero que, no obstante, le alegra por lo que le toca. En este sentido, explica que «aquí cuando viene la gente siempre deja la evaluación máxima». «Yo intento ayudar a la gente y si viene con un problema solucionarlo, no que salgan con otro», asevera y añade que «el cliente eso lo agradece».
Un sector que no ha parado de cambiar
Este veterano de la reparación de vehículos no puede evitar suspirar cuando se le pregunta cuánto ha cambiado su sector y el de la automoción en general en estas casi cinco décadas. No en vano, él comenzó «desmontando ruedas de coche a mano, en Arriondas», cuando apenas contaba «con 16 años, sin máquina ni nada».
Explica que era «la época de los Simca 1000, los R 8, los R 10, las furgonetas Dos Caballos, los Renault 4 y 6, los R 5...». Luego, todo siguió evolucionando «hasta que, después del 85, empezaron a venir coches de fuera». Aquilino García es, hasta cierto punto, escéptico con las posibilidades de popularización inmediata del coche eléctrico. «Eso ya no lo veré», remarca.
Y es que la última revolución de la automoción ya le ha tocado «de refilón». En esta línea, considera que los vehículos eléctricos sirven «para trayectos cercanos, pero para viajes largos no lo sé».
Homenaje de vecinos, familiares y amigos
A finales de noviembre, vecinos, familiares y clientes le organizaron una despedida sorpresa en un restaurante de la Carretera Cañu, en Cangas de Onís, muy cerca de su negocio. Todo ello para homenajear a su buen hacer y bonhomía. Reconoce que fue una «sorpresa total». «Mi hermana, mi cuñado, mi sobrina y un vecino me llevaron engañado», resalta, y apunta que la fiesta le hizo «mucha ilusión».
No obstante, lo que más le sorprendió es que «no se filtró nada, que mira que es difícil, cuando llevaban tiempo cocinándolo». Cuando se le pregunta qué va a hacer el primer día después de cerrar su taller, Aquilino es claro y sincero. «Intentar aclimatarme», responde
«Vivo en un pueblo y tengo alguna vaca, pero cuando lleguen las ocho de la mañana, que es la hora habitual de arrancar para Cangas, no sé lo que va a pasar... prefiero no pensarlo», admite, si bien insiste en que «algo tienes que hacer después».
Pese a todo, no puede evitar ver las posibilidades que se le presentan cuando llegue el 31 de diciembre, después de casi cinco décadas al pie del cañón. «En la vida tuve vacaciones», reflexiona. Sus vecinos, clientes y allegados seguramente piensen que se las ha ganado sobradamente.