Nela Arias-Misson: la (secreta) pintora asturiana que no nació en Asturias

Juan Carlos Gea REDACCIÓN

CULTURA

Un grupo de entusiastas aspira a divulgar el legado de una de las pocas mujeres vinculadas al expresionismo abstracto, cubana, hija de avilesinos y viajera, cuyas cenizas reposan por su expreso deseo en la parroquia de San Esteban de Molleda

25 jun 2016 . Actualizado a las 11:02 h.

Cuando se tuvo que dar a conocer ante un periodista que cubría una exposición de su obra en una galería madrileña de, allá por 1970, Nela Arias-Misson se presentó a sí misma como «una pintora asturiana-norteamericana». No deja de una autodefinición llamativa. Porque ni había nacido en Asturias ni llegó a vivir jamás en el Principado, a pesar de que su azacaneada vida la llevó a residir en al menos una decena de ciudades de América y Europa.Y sin embargo, esta pintora apenas conocida a pesar de que hay quien la considera como una de las más representativas artistas femeninas del expresionismo abstracto, eligió reposar para siempre en la tierra de sus padres: Avilés. Sus cenizas descansan, conforme a su deseo, en el cementerio de la pequeña parroquia de San Esteban, en Molleda, tan desapercibidas hasta ahora como una obra y una vida que hay quien cree que ha llegado el momento de dar a conocer, y muy particularmente entre quienes -al menos en espíritu- ella consideró sus paisanos.

Ese es el empeño que se ha marcado un grupo de personas en el que se encuentran la historiadora del arte ovetense Alicia Vallina y Joaquín Díaz-Caneja, vocal de la Fundación Evaristo Valle de Gijón, bajo la asesoría de la doctora en Bellas Artes Amparo Alepuz, el director del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Jorge Fernández Daniel Godoy, Marcelo Llobell o Flor Mayoral. Apoyándose en el legado artístico y documental cuidadosamente atesorado por Nela Arias-Misson y preservado ahora  por su única hija, Carole Bird Arias, en la galería Modernicacn LLC de Miami, quieren organizar una gran antológica itinerante que recorrerá España, recalará en Miami y finalizará en el Museo de Bellas Artes de La Habana. Y que también, en ese viaje, podría ser exhibida en el Bellas Artes de Asturias si fructifican los contactos que ya se han iniciado con sus responsables.

Entretanto, Alicia Vallina -autora de una tesis doctoral y un reciente libro sobre Evaristo Valle-  está realizando la catalogación de todo el fondo documental -correspondencia, fotografía y catálogos- y de las más de 400 obras que integran su legado, bajo el asesoramiento técnico de la doctora en Bellas Artes Amparo Alepuz y el director del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Jorge Fernández. De ahí saldrá un catálogo razonado completo y una fundación que gestionará desde España parte de su legado y que dirigirán la propia historiadora ovetense y Díaz-Caneja.

 Pero, ¿quién fue y qué pintó Nela Arias-Misson? ¿Qué la vinculaba a Asturias, y qué representaba Asturias para ella? De entrada, era la tierra de sus padres, el comerciante de tabaco Amadeo Arias Rodríguez y Sira García Menéndez. Y era también el solar donde hundía sus raíces una genealogía de la que formaban parte nobles familias asturianas: los Carreño, los Menéndez de Avilés, los Maribona. Nela nació en La Habana el 17 de julio de 1915 y allí creció con una niña especial, sensible y dotada para el arte que recibió enseñanzas en la Academia de San Antonio de su pariente, el pintor y periodista Armando Maribona. 

El largo peregrinaje

El largo peregrinaje sentimental, artístico, geográfico y, en definitiva, espiritual de la joven Nela se inició en 1941, cuando conoce en una travesía Nueva York-La Habana al ejecutivo Willis Hesser Bird, un viudo con el que se casa dos semanas después y con el que tendrá su única hija, Carol, aparte de la hija que Willis ya tenía de su matrimonio anterios. Vive en Florida, se niega a vivir en Asia, donde su marido es destinado como coronel de la inteligencia estadounidense tras la guerra, y decide divorciarse en 1949.

Ya desde mediados de esa década, Nela -que volvió a casarse en 1950 con el abogado Sidney Kraft y volvió a separarse siete años después- se había entregado a una intensa formación vital y artística estudiando en Nueva York moda y artes aplicadas, a los que pronto se une la que recibe en la prestigiosa Arts Students League por donde pasaron las luminarias de las corrientes que estallarían en la década siguiente desde Norteamérica al mundo: Pollock, Rauschenberg, Lichtenstein, Greenberg, Rothko y otra pintora cubana con raíces asturianas, Amelia Peláez del Casal. Posteriormente estudió con Hans Hoffman y se relaciona con figuras como Rothko, Motherwell o De Koonig en el entorno de la comunidad artística de Provincetown, en Massachusetts, o con Karel Apel, el fundador del Grupo Cobra.

En ese caldo de cultivo se va desarrollando una pintura personal que mantiene conexiones con el clima de fondo de todos estos artistas, pero que Nela siempre intentará llevar por sus propios cauces, al margen casi siempre del circuito comercial y de todo gregarismo. De hecho, Alicia Vallina cuenta que rechazó la propuesta de formar parte de El Paso cuando a principios de los 60 decide instalarse en España. Trata a Josep Llorens i Artigas y, a través de él, conoce a Miró. Vive en la Ibiza que empezaba a atraer artistas, turistas y seres alternativos de todo pelaje, reside en Madrid y en Barcelona y se deja inspirar por España.

Pero su residencia más duradera de aquellos años se fijará en Bruselas en 1967, Por ese entonces ya había vuelto a casarse, esta vez en 1963 con el artista y poeta visual belga Alain Arias Misson, de quien toma su segundo apellido, y que la pondría en contacto con creadores como Brossa o el inquieto Herminio Molero, ya entrados los setenta. En esa misma década llega a exponer individuales en salas como la Galería Céspedes de Córdoba o Cult-Art, de Madrid. 

Mediada la década de los 70, en un nuevo salto del Atlántico, regresa a los Estados Unidos, donde vivirá hasta su muerte: primero en Nueva Jersey, luego en Nueva York y finalmente en Miami, donde fallece exactamente centenaria el 17 de julio de 2015. Sigue pintando intensamente en ese tiempo, en un retiro que se carga con los años de resonancias místicas y religiosas, como precipitado final de una obra tan diversa y vibrante como hacen ver las primeras piezas con las que sus custodios y ahora divulgadores quieren presentarla.

Asturias: orgullo y nostalgia

¿Y Asturias? Su tercer marido, Alain Arias Misson,  asegura que «era su gran orgullo, y siempre sentía una gran nostalgia hacia ella». Alicia Vallina conjetura que era un lugar casi mítico para Nela, el hogar telúrico y fijo que nunca tuvo en su vida nómada:  «Probablemente fueron las historias contadas por sus padres, historias de emigración y de tiempos pasados y felices en la tierra de sus raíces», «Yo creo que Nela añoraba el tener ese sitio, ese lugar en el mundo, ya que siempre fue de un sitio a otro y parece que nuca se establecía de modo definitivo en un lugar. Fue una artista transcontinental pero siempre con un gran sentimiento de pertenencia a la tierra de sus padres, de ahí su empeño en reposar al lado de ellos en San Esteban de Molleda».

Ahí está el suelo definitivo de quien Vallina considera una artista tan singular como la mujer, e inseparable de ella, que destaca hoy «por la singularidad del curso de su vida y por el modo en que atravesó tantas tendencias artísticas como fronteras nacionales, situándose en distintos centros artísticos en el preciso momento en que estos vivían su mayor esplendor».  Su carrera -explica Vaillina- «abarcó al menos tres generaciones de artistas», engarzada a nombres tan prominentes como los citados

Del mismo modo que tendió a ser discreta en vida, Nela Arias-Misson no proyectaba la misma discreción para su legado. Así lo cree la investigadora ovetense. «Guardó celosamente la mayor parte de su producción y su archivo documental manteniéndolo dormido, a la espera de que sucediera el milagro de ser rescatado para la historia». Ella y el grupo del que forma parte quiere operar ese milagro y presentar «un descubrimiento único y excepcional» al que Alicia Vallia une «su condición de mujer, ausente salvo excepcionalidades, en las vanguardias del siglo XX en general y en el expresionismo abstracto en particular». Una artista que no nació en Asturias pero que finalmente se convirtió, para siempre, en Asturiana de San Esteban de Molleda.