Simplemente irreprochable

miguel anxo fernández

CULTURA

El director de «El viajante», Asghar Farhadi, sin llegar a la cincuentena ya atesora dos Óscar a la mejor película de habla no inglesa

09 mar 2017 . Actualizado a las 08:17 h.

Hay películas que aunque vayas con el colmillo afilado, simplemente no hay manera de hincarlo, a no ser, claro, que seas un repugnante redomado y saques de prejuicios: es iraní... Pero lo es de un autor, Asghar Farhadi, que sin llegar a la cincuentena ya atesora dos Óscar a la mejor película de habla no inglesa -ahora por El viajante y en el 2011 por la muy celebrada Nader y Simin, una separación-, además de otros premios que le acreditan como cineasta de los que contribuyen a dignificar el medio en un contexto industrial y un mercado hostil a las tramas en torno al ser humano y sus múltiples aristas, las de su lado oscuro. Por ejemplo, eso del honor mancillado. El protagonista -el actor local Shahab Hosseini, una institución en su país, premio en Cannes y actor fetiche de Farhadi- es un profesor de instituto absolutamente desquiciado por verse obligado a abandonar su piso a causa de unas reformas. Pero además, con su pareja, son actores de teatro que trabajan en adaptar Muerte de un viajante, de Arthur Miller.

Dos universos, digamos que espaciales o, si se prefiere, de entorno, sobre los que pivota la trama en un acabado impecable, sea en lo formal -fotografía, música y reparto, soberbios-; en la estructural, con un medido manejo del ritmo y un desarrollo piramidal hasta llegar a su vértice, a un colofón cuasi dantesco en lo emocional; y, claro, en el guion del mismo Farhadi, que redondea la faena hundiendo sus raíces en el drama de esencias puras. Ignoro si entre sus referentes está el gran Douglas Sirk, pero se hace inevitable no remontarse a la intensidad que el maestro imprimía a sus personajes y sus sentires. Y más allá de lo atinado que sean los subtítulos -muy pocos, creo, estamos puestos en lengua persa o farsi-, se intuyen unos diálogos bien ajustados a los personajes. Finalmente, la trama transcurre en Teherán -allí fue rodada-, sumándole un tono neorrealista que trasluce verdad a los ambientes y de paso nos muestra a una sociedad muy alejada de la cegata propaganda occidental. Lo que es en cine, Irán da en el clavo y hasta parece ir por delante.