Pero, ¿quién es William Kentridge?

J. C. Gea OVIEDO

CULTURA

Aunque poco conocido para el gran público español, el sudafricano que ha seducido al jurado del Princesa de las Artes es un «artista total» cargado de compromiso ético y respetado en todo el mundo

04 may 2017 . Actualizado a las 20:58 h.

El premio a William Kentridge viene a resolver de un plumazo uno de los grandes inconvenientes de proclamar, cada año, al ganador del Premio Princesa de Asturias de las Artes: una categoría en la que caben todas ellas y en las que, por eso precisamente, al jurado se le hace difícil negociar criterios comunes -más allá de la excelencia- entre pintores, dramaturgos, bailarines, cineastas o arquitectos. Kentridge es la solución. Porque, como destacaba Carlos Urroz, no solo es el «plástico» que Juan Antonio Bonet reclamaba el miércoles de vuelta al palmarés: su sólida base de dibujante se desarrolla en una dimensión que incluye la animación, lo teatral, la escultura, la instalación y también, en muchos casos, la narrativa y la poesía que traspasa toda su obra. El premiado es un artista capaz de introducir la animación -y no precisamente la de alta tecnología- en los grandes templos del arte contemporáneo (o de hacerla desfilar en Procesión de sombras en los techos del Palacio Real de Ámsterdam) y de figurar a la vez en las enciclopedias conviviendo con Disney, Pixar o el Estudio Ghibli.

Si no sonase demasiado wagneriano para un artista que no lo es en absoluto ni por las intenciones ni por las referencias ni por los medios, Kentridge podría etiquetarse como «artista total». Ni siquiera falta la danza. Sus dibujos bailan por él. Ni tampoco, en el trasfondo, un compromiso ético, más que político. A su modo, también Kentridge podría ser un buen premio Princesa de Comunicación y Humanidades o de la Concordia. Una de sus defensoras en el jurado, Elena Ochoa, señalaba a La Voz de Asturias que el sudafricano encarna a la perfección el perfil de artista capaz de echarse sobre los hombros la tarea que en otro momento desempeñaron el activista político o el intelectual comprometido. Su depósito moral es el del hijo de un renombrado abogado antiapartheid, y en su sótano más profundo de imágenes están las de las matanzas y desmanes de los gobiernos racistas de Sudáfrica, a cuya violencia responden las obras de Kentridge, como lo hacen con cualquier tipo de sometimiento, humillación o ultrajes de lesa humanidad.

Pocas obras tan elocuentes sobre el fondo y la potencia de Kentrigde que la intervención -monumental pero también efímera- que realizó el pasado año a lo largo de uno de los muros del Tíber, en Roma, junto al Trastévere: unos Triunfos y lamentos que repasan en sus iconos la historia de la Urbe desde la Loba Capitolina hasta la Vespa, pero no cargando las tintas en los césares y los imperios, sino en aquellos que caen como mártires del poder, desde Giordano Bruno hasta Pier Paolo Pasolini. La inauguración de la pieza se fundió además con una fascinante performance teatral que fundió sombras con frescos.

Su técnica fundamental se basa en mostrar lo que hay tras ella: tiempo y memoria. A diferencia de la animación tradicional, que oculta la sucesión de imágenes en la retina en la que consiste, Kentridge exhibe el dibujo y su borrado hasta llegar a la siguiente forma, que de nuevo es borrada y transformada. Es la metáfora central sobre una obra hecha de metáforas para hablar, precisamente, de aquello que no debemos dejar que se borre, que no debemos olvidar. 

Con todo, para la mayor parte de nosotros, persiste la pregunta. ¿Quién es este William Kentridge que no figuraba entre favoritos como el deslumbrante David Hockney y el conmovedor Bill Viola, dos auténticos caramelos mediáticos, al margen de sus indiscutibles méritos artísticos? Alguien capaz de decantar al jurado por el segundo de los dos ramales posibles en estos premios: o ensalzar al ya glorificado o divulgar a quien no lo merece menos. En ese sentido, ha sido una decisión valiente. Aunque también, por otra parte, segura. Quienes estén ahora curioseando por las redes para hallar información sobre el hombre del día, lo estarán comprobando. Seguro que su paso por Oviedo en octubre y las buenas mañas que la Fundación Princesa se dará para exprimir todo lo que pueda dejar en unos días lo confirman. Será uno de esos premiados que casi nadie, fuera de iniciados, conocía antes, pero que después no se olvidan.