«Sobre el terror de la revolución y la guerra civil se levantó el estalinismo»

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

Julián Casanova analiza «el cambio más súbito y amenazante que conoció la historia del siglo XX»

07 may 2017 . Actualizado a las 09:33 h.

En el año en que se cumple el centenario de la Revolución rusa, Julián Casanova (Valdealgorfa, Teruel, 1956), catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza y profesor visitante en la Central European University de Budapest, publica La venganza de los siervos (Crítica), una excelente síntesis de doscientas páginas que recoge las últimas investigaciones de los historiadores que han puesto sobre la mesa cuestiones minusvaloradas como el papel de las nacionalidades, de las mujeres o del campesinado, que completan un escenario complejo.

-Pongo mucho énfasis en explicar por qué hay una quiebra total de la autoridad del zarismo, incido en la importancia de la revolución del 17 de febrero y en el poder de los sóviets y en que todo lo que pasó después no fue el producto maquiavélico de los bolcheviques. No hubo una revolución, sino un caleidoscopio de revoluciones que se inicia en 1914, con la Primera Guerra Mundial, de los obreros, los soldados y los campesinos, pero también de los nacionalistas. Son los siervos a los que se refiere el título, la venganza de los que ven caer el antiguo régimen»

-¿Cuál es el balance de aquella revolución cien años después?

-Cuando se celebró el centenario de la Revolución francesa se construyó la Torre Eiffel; en el bicentenario, aunque había mucha historiografía revisionista, seguía teniendo una especie de aureola. Pero la Revolución rusa ya solo va inextricablemente unida a la violencia, el comunismo y a un uso político que impide verla con transparencia.

-¿Por qué los bolcheviques tomaron el poder?

-Según la nueva historiografía, los bolcheviques no toman el poder estrictamente, porque no hay poder que tomar, no tienen que conquistarlo, sino ocuparlo. Lenin capitaliza el gran descontento social, se beneficia del masivo apoyo popular a los sóviets, el hastío de la guerra, la ocupación de tierras y las enormes dificultades económicas. Fue el apoyo de los soldados, campesinos y trabajadores a los sóviets, que no eran bolcheviques, y la decisión de los gobiernos provisionales de no acabar la guerra los que le allanaron el camino.

-¿Hay una continuidad entre el terror rojo que se instauró con Lenin y Stalin, que llevó al paroxismo?

-Lenin no ha bajado de los altares para muchos, porque es muy tranquilizador pensar que hay un líder revolucionario que muere muy pronto y después es traicionado por alguien que aparece como la bestia negra. Cuando conquista el poder, Lenin se da cuenta de que solo se puede consolidar a través de los mecanismos de coerción, de crear un Estado más fuerte y centralizado. Es el Lenin represivo desde el principio. La Cheka fue creada el 7 de diciembre de 1917 y meses después ya se asoció al terror rojo, porque los bolcheviques lo consideraban legítimo para defender la dictadura del proletariado y aplastar, como decía Lenin, a los enemigos de la revolución. Entre 1918 y 1922 la Cheka y los grupos de seguridad interna asesinaron a 280.000 personas. Stalin es una derivación radical de todo esto. Sobre la violencia y el terror que prevalecieron en Rusia durante la revolución y la guerra civil se levantó el régimen estalinista y sus horrores.

-¿Por qué las revoluciones comunistas siempre vienen acompañadas del terror?

-Hay que explicar por qué crean estados más burocráticos, centralizados y represivos que los anteriores y situarlas en un marco internacional. El terror es un elemento fundamental. Hay varias formas de explicarlo. Una, que es el producto de una ideología marxista que preconiza la lucha de clases, donde estarían Nolte y los revisionistas, el Gulag viene antes de Auschwitz; dos, la explicación de Arendt, que dice que cuando la violencia inicial se convierte en terror rutinario indica que existe una voluntad y eso es lo peor; y tres, mi interpretación, que es no fijarse en cómo acaba la revolución sino buscar los sueños rotos, sumergirse en ese mundo y analizar los contextos históricos.

«La visión heroica del asalto al palacio de Invierno no es real»

«En la era digital la labor principal del historiador es ordenar ideas, exponerlas con una buena narrativa, de una forma imaginativa, porque todo lo demás está a un clic de Google. Nos ha cambiado la forma en que los historiadores tenemos que enseñar, nuestra función es explicar a la gente lo complejo que es el entramado y dárselo simplificado; para eso tienes que ser narrador, haber investigado mucho y saber que siempre habrá lecturas políticas», explica Casanova, uno de los historiadores españoles más reputados.

-¿Fue decisiva la Primera Guerra Mundial para la caída del zar?

-Absolutamente. Sin ella, habrían pasado otras cosas. Pero al zar le llega el final por dos razones; porque tiene una rivalidad frente a imperios más poderosos, no solo el tradicional, el Imperio de Austria y Hungría y Alemania, sino de uno nuevo, Japón, y porque el hecho de que el zar ya no sea invencible le desacraliza.

-¿Sin un zar como Nicolás II y un líder como Lenin habría habido revolución?

-Pues no, en ese sentido se compenetran. Yo doy importancia a los personajes, pero son dinámicos, cambiantes, tienen aristas y hay que descubrirlas. Como argumenta Orlando Figes, sin Lenin es probable que la toma del poder de los bolcheviques nunca hubiera existido y la historia del siglo XX habría sido diferente.

-La visión que da Eisenstein en su película «Octubre» es falsa.

-La revolución de octubre tuvo una participación popular escasa. Como mucho, hubo 30.000 personas implicadas activamente, según explicó ya Trotski. Esa visión heroica de Eisenstein de sangrientos combates, de asalto al Palacio de Invierno con multitudes y barricadas en la calles no se corresponde a la realidad. La vida era casi normal en la calle, los restaurantes y los teatros estaban abiertos.

-¿Qué autores recomienda para acercarse a la revolución rusa?

-Habría que leer a E. H. Carr, un liberal radical británico que sabe muchísimo, los libros de Richard Pipes y Orlando Figes y a dos escritores como Aleksander Solzhenitsyn, por su reflexión profunda desde el trauma del siglo XX, y a Máximo Gorki, que primero apoya la revolución y luego la sufre.