Atraco imperfecto de Robert Pattinson en el «Good Time» de los hermanos Safdie

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

Pattinson, flanqueado por los hermanos Safdie, directores del filme
Pattinson, flanqueado por los hermanos Safdie, directores del filme VALERY HACHE

El ucraniano Loznitsa transpira discurso del odio antirruso en su abyecta «A Gentle Creature»

25 may 2017 . Actualizado a las 20:31 h.

Pasó por la sección oficial la película de unos hermanos, Ben y Joshua Safdie. Y a los diez minutos ya las redes sociales ardían con sus seguidores vanguardistas, los renovadores de la nada, reclamando para ellos la Palma de Oro, las dos orejas y el rabo. A mí los hermanos Safdie me hacen menos gracia y me quedan más lejos que los hermanos Quintero. Mientras veo su nuevo filme compruebo otra vez que ese cine suyo, visto en nuestro país solo en festivales, me provoca hastío. En este Good Time, los Safdie se pasan de la comedia al thriller y plantean un atraco bien imperfecto: el que cometen Robert Pattinson -un tipo que ha crecido y se ha hecho actor- y Ben Safdie, uno de los hermanos que, no contento con codirigir, tiene el delito de coprotagonizarlo y ponerse delante de la cámara, con una gracia que no se puede aguantar. Good Time va de frenética, pero gira sobre el vacío de su lisérgica y verbenera puesta en escena. Quiere ir tan rapidillo que viaja hacia ninguna parte y te desconecta a la de tres. Solo me devuelve a la pantalla el breve rescate de la bien querida Jennifer Jason Leigh, a la que han dejado para esto. Pero los del tendido del ocho ya reclaman la gloria para esta astracanada. No es descartable que se la lleve, con Will Smith en el jurado, a poco que los nada fiables Almodóvar y Sorrentino empaticen con este tiovivo que centrifuga cine del timo.

El ucraniano Sergei Loznitsa es alguien peligroso. No es capaz de procesar su postura política personal, de un extremismo ultra y pardo, y la transfiere con indigestión a su cine, en forma de insano discurso del odio, de desembridada arremetida contra todo lo que suene a ruso. En A Gentle Creature esto le lleva a orquestar una bacanal abyecta con la cual proclamar que el país por él tan detestado es una parranda grotesca de espejos cóncavos, un pandemónium que somete a su protagonista, una mujer que sufre dos horas y media de abusos de todo género, a un proceso masoquista obsceno y moralmente reprobable. En este mismo festival hemos visto la demoledora y radical Loveless, donde Andrei Zvyagintsev acertaba a mostrar Rusia como un estado fallido. Pero había allí un discurso articulado. Y no las arcadas escatológicas de este Loznitsa que envenena con su propaganda que es ni más ni menos que la traslación a imágenes de la teoría del enemigo de Carl Schmitt, el tipo que dio cobertura legal al III Reich.

Para completar la jornada infausta, un autor tan apreciable como Jacques Doillon nos descolocó al depararnos en Rodin una fatigosa función de biopic pedrusco, con Vincent Lindon omnipresente y pesado. Son los materiales de su película los de un cine tan viejo que cuando va una hora te sientes tan petrificado como la escultura de El Pensador. Y sabes que aún queda otro tanto. Y ves desfilar por la pantalla, como en un Reader’s Digest, ahora a Cezanne, luego a Monet o a Rilke. Y esperas a que se cincele el soporífero aplastamiento, sin mirar hacia atrás en la butaca, por miedo a quedarte como la mujer de Lot.