Hollywood repudia a Harvey Weinstein, cercado por las acusaciones de acoso

A. S. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

PAUL BUCK | EFE

La policía investiga las denuncias contra el productor, incluidas cuatro por violación

14 oct 2017 . Actualizado a las 09:59 h.

Cara Delevigne, Gwyneth Paltrow, Ashley Judd, Léa Seydoux, Mira Sorvino, Heather Graham, Angelina Jolie... Lo que podría parecer el reparto soñado para una superproducción es, en realidad, parte del grupo de actrices y modelos que han plantado cara a Harvey Weinstein al denunciar públicamente el acoso que han sufrido por el productor. Otras cuatro -Asia Argento, Lucia Evans, Rose McGowan y una mujer sin identificar- también lo acusan de violación.

Weinstein, que ha negado todas las acusaciones, se enfrenta a las graves consecuencias de varias décadas de supuestos actos delictivos y de abuso. Por un lado, la policía británica y estadounidense ha abierto investigaciones formales a raíz de los cargos. La primera analiza información sobre un suceso que se remonta a la década de los ochenta, mientras que la segunda reabrirá investigaciones del 2004 que su día fueron archivadas.

Por otro lado, a medida que va creciendo el número de actrices que denuncian haber sido objeto del acoso del productor, también se amplía la indignación de Hollywood, que, en estos momentos, repudia casi sin fisuras el comportamiento de Weinstein. Tan solo Oliver Stone se ha negado a condenar a alguien que todavía no ha sido juzgado.

Para los demás, una inmensa mayoría en la que se cuentan de Tom Hanks a Ryan Gosling y Leonardo Di Caprio, Weinstein merece su reprobación. Su antiguo amigo, Quentin Tarantino, ha mostrado su «desolación». «Estoy profundamente decepcionado conmigo mismo por no haberme dado cuenta de estas devastadoras experiencias de acoso sexual y abusos», reconoció Gosling. Su aparente ingenuidad contrasta con quienes afirman que la magnitud del acoso de Weinstein era tal que se consideraba un secreto a voces en la industria. Y, lo peor, que no se trata de un caso aislado. «Desearía que las horribles historias que leo sobre Harvey Weinstein fueran un fenómeno aislado en nuestra sociedad, pero no es así. No deberíamos ser tan ingenuos de pensar que este tipo de comportamiento ocurre solo en Hollywood», declaró la modelo Heidi Klum. A ella se añaden otras voces que reclaman poner el foco también sobre los cómplices necesarios con los que contó el productor.

Según los relatos que han salido a la luz en los últimos días, Weinstein conseguía, generalmente a través de sus asistente, citarse a solas con las actrices o modelos, a veces ya en una posición consolidada en su carrera, otras en sus inicios. A estas últimas les prometía éxito y fama, mientras que a las primeras las amenazaba con arruinarlas si no se plegaban a sus deseos. Estas demandas iban desde pedir un masaje, tener relaciones sexuales o que lo contemplasen mientras se masturbaba.

Otras consecuencias no se han hecho esperar. La segunda mujer de Weinstein, Georgina Chapman, ya lo ha dejado. Su propia empresa, The Weinstein Company, ha cancelado su contrato. El Festival de Cannes ha condenado sus supuestos actos, calificándolos de imperdonables.

Harvey Weinstein: Poder y prestigio cimentados sobre el cine independiente

Weinstein junto a su mujer Georgina Chapman, que anunció su divorcio cuando conoció las denuncias por acoso
Weinstein junto a su mujer Georgina Chapman, que anunció su divorcio cuando conoció las denuncias por acoso MIKE BLAKE | Reuters

El poder y el prestigio que había acumulado Harvey Weinstein en estas décadas se cimentó, por un lado, sobre los éxitos que le reportaron sus producciones de cine independiente; por otro, gracias a una personalidad en la que los escrúpulos eran secundarios a sus objetivos, según los testimonios de quienes en la industria cinematográfica trataron con el productor. 

Nacido en Nueva York en 1952, el veinteañero Harvey se dedicó a la producción de conciertos junto a su hermano pequeño Bob. Con él fundó una distribuidora de películas, Miramax, y que tuvo en la música su primer éxito, la edición fílmica de conciertos que había reunido a la plana mayor del pop del momento a beneficio de Amnistía Internacional. Durante la década de los ochenta Miramax insistió, al principio con poca fortuna, en mover películas de arte y ensayo. Su perseverancia dio frutos en 1989, cuando tres filmes obtuvieron una notable repercusión: Sexo, mentiras y cintas de vídeo, de Soderbergh; El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, de Greenaway, y Átame, de Almodóvar.

Sobre este prestigio se sucedieron prácticamente todas las producciones de éxito con aroma indie, desde Pulp Fiction, de Tarantino, a Clerks, Juego de lágrimas, El indomable Will Hunting, acercándose cada vez más a una comercialidad que se concretaría en los Óscars de producciones como El paciente inglés o Shakespeare in Love. Disney tomó nota y compró Miramax.

Al mismo tiempo que Weinstein se ganaba la reputación de valedor del cine europeo -Penélope Cruz le dio las gracias en su discurso de los Óscar- y oriental -Ghibli y Miyazaki- en Estados Unidos, crecía su reputación de hombre poco a dado a sutilezas en el trato y la negociación. Intimidación verbal, algún conato de agresión, campañas para desprestigiar a aquellos actores que desafiaban su poder, crecido en dimensión real y simbólica desde la creación en el 2005, también su hermano Bob, de The Weinstein Company.

Weinstein también se ha posicionado en temas como el Obamacare -a favor- o las armas -partidario de su control-, a la vez que ha financiado campañas en cuestiones como el sida o la pobreza y apoyó la campaña presidencial de Hillary Clinton.