«No queremos llenar los teatros de niños; queremos que los niños disfruten del teatro»

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Marián Osácar, directora de Feten
Marián Osácar, directora de Feten

Marián Osácar, directora de Feten, repasa las claves de un certamen que sigue creciendo a sus 27 años y consolidando su prestigio en el sector escénico y en la programación cultural española

07 feb 2018 . Actualizado a las 08:38 h.

Desde que hace 27 años iniciase su exitosa andadura, Marián Osácar es el alma de Feten. La directora de la Feria Europea de Artes Escénicos para Niños y Niñas presentaba ayer la nueva edición del certamen, que echa a andar el día 18 de febrero, con la satisfacción de haber recibido un nuevo respaldo, despues del Premio Max concedio el pasado año a Feten: el puesto número 25 en el Observatorio de la Cultura elaborado anualmente por la Fundación Contemporánea, que equipara al certamen con festivales y espacios como La Casa Encendida en Madrid, o el Primavera Sound de Barcelona. Osácar reflexiona sobre las razones de la estrella permanentemente ascendiente de Feten.

-¿Dónde está la clave? ¿Qué explica ese reconocimiento siempre al alza?

-Como feria, Feten es un buen instrumento de trabajo para los profesionales. Confían en la programación que presentamos; por lo tanto, vienen: las compañías tienen interés en estar aquí. En ese sentido, la feria funciona. Se dan cita en Gijón muchas personas que, incluso siendo de la propia autonomìa, no se ven nada más que en Feten. Las compañías los saben, y de ahí el gran abanico de posibilidades que se nos abre a la hora de poder escoger lo mejor, porque todo el mundo quiere estar y eso hace que la feria alimente al festival para nuestra ciudad y nuestra autonomìa. Si la feria no funcionase, si no hubiese programadores, si las compañías no tuviesen tanto interés no vendrían, o vendrían con condiciones fuera de feria, con un bolo normal. El presupuesto de Feten no cubriría ni la mitad de funciones de las que hacemos a 2.000 o 3.000 euros. Es decir: somos un buen instrumento de trabajo para la feria. Ese es el clic que hace que Feten sea reconocido.

-La feria alimenta al festival, pero también al revés: el público del festival nutre a quienes vienen con sus espectáculos...

-Claro, porque el respaldo de aquí, nuestro público, sirve como primer público para presentar esos espectáculos, y por eso Feten y las compañías que vienen necesitan al público de Gijón. El respaldo de la ciudad hace que Feten haya podido mantener la feria. La comunidad escolar llena los teatros, como las familias. Recuerdo las primeras inauguraciones y clausuras en el teatro Jovellanos, y estaba mediado. Ahora vas todo los días a las siete y media y hay llenos; días laborables a las ocho y media y niños todavía en las actividades de calle. El año pasado, un programador internacional me decía que no podía entender eso: cómo había tantos niños a esas horas en la calle, en mitad de semana. Me preguntaba si es que había muchos niños en Gijón.

-¿Qué demuestra todo esto en términos de política cultural, cuando se da por sentado que el público prefiere otras opciones de cultura y ocio, o que lo que tira es lo digital?

-Que seguimos teniendo necesidad del espectáculo en vivo. Esto es básico. Hay muchísima oferta de ocio y de entretenimiento, también digital; pero esto de ver respirar al actor, de ver cómo el bailarín baila delante de ti, cómo se manipulan los objetos ante ti… Es la fuerza de percibir que lo que está pasando es aquí y ahora; la necesidad de sentir experiencias. Siempre digo que el espectador no puede ser pasivo. El niño tiene que salir del teatro con una emoción: la emoción de algo que le ha llegado de forma sensible.

-De haber vivido algo.

-Eso es. Son experiencias. Ir al teatro te aporta una experiencia directa, algo que nos enriquece como personas. Y no solo a los niños: también a los adultos que les acompañan, que a lo mejor no son público habitual de teatro y salen encantados. Es más: hay una corriente de gente que saca abonos de toda la semana y dicen: «No llevo niños porque no voy a los sitios pequeños, para que no me digáis que ocupo sitio; pero del Jovellanos, me las he sacado todas».

-Igual que hay un par de generaciones de cinéfilos gijoneses que se asumen «alumnos» del FICX, ¿hay una generación Feten de espectadores teatrales?

-Sí, sí. Hay espectadores que tenían seis u ocho años cuando empezó Feten que ahora ya te vienen con sus niños. Eso es muy gratificante.

-Aparte de la labor pedagógica.

-Sí. Los programadores nos dicen que nuestros niños están acostumbrados a ver teatro. Esto se nota. Primero, porque se dan cuenta de que no se trata de ir allí a ver cualquier cosa. Siempre decimos que no queremos llenar los teatros de niños; queremos que los niños disfruten del teatro. Tenemos aforos limitados. No metemos a niños en campaña escolar en la fila 16 del Jovellanos porque lo que está pasando en el escenario para ese niño no le interesa; a él le interesa a lo que está jugando el niño de al lado. En el CCAI, en campaña escolar, van los más mayores, de 9 en adelante. En abierto sí, porque van con los padres, y de alguna manera están disfrutando como interlocutores del hecho teatral, los niños y los adultos. Y luego, sobre los aforos pequeños, a veces nos preguntan por qué los aforos de 0 a 4 años solo dejamos entrar a 30 bebés. Bueno: pues porque el bebé que hace 50 está muy lejos y no va a sentir lo que está pasando allí. Se trata de que esos 30 disfruten a nivel sensitivo de esa coreografía, esa luz, ese color y movimiento, de esa expresión.

-¿Y las compañías? ¿Qué aprenden en Feten?

-Feten se ha convertido en un expositor de por dónde va la creación en las artes escénicas en este sector. Recuerdo que los primeros espectáculos de bebé que programábamos, que duran 20 o 30 minutos, en espacios pequeños, con aforos de 60 personas, los prograadores y compañías nos decían: «Eso no es vendible». Y no me iban; todo el mundo, ¡hala!, al Jovellanos. Ahora son las entradas que primero se agotan, porque todos los espacios, todas las campañas escolares, todas las salas han arbitrado espacios específicos para este tipo de espectáculos. ¿Eso lo creó Feten? No. Feten recogió esa creación que apuntaba y le dio un espacio para mostrarse, y eso se convirtió en tendencia. Quienes vienen saben que si aparece una innovación, se ve en Feten. Siempre hay elementos sorpresivos que las compañías reciben como guías por donde hay que seguir creando; y, de hecho, hay muchas compañías del estado español acreditadas a las que nosotros no les pagamos los gastos ni nada. Es decir, que vienen porque tienen que estar en Feten, no solo para negociar sino también para ver qué están haciendo los compañeros.

-¿Un campo de pruebas, un laboratorio en la vanguardia...?

-Efectivamente. Es una especie de campo de pruebas. Se utilizan todo tipo de técnicas para hablar de todo tipo de historias. Si hay que hablar de la desaparición de un ser querido y de cómo lo afronta un niño, se habla. Hay gente que se extraña o tiene sus reparos. En absoluto. O si hay que hablar sobre el amor entre personas del mismo sexo con naturalidad; de familias diversas y de todo tipo… Todo se ha planteado en Feten sin ningún problema, ni por parte de los profesionales ni del público. Han recogido todas las iniciativas de reflexión: padres separados, el Alzheimer de los abuelos, los niños refugiados… Salen emocionados. Y el teatro es emoción; unas veces para reírte, otras para sentir. Los niños son capaces de decir que les ha encantado una obra de este tipo. O, de repente, de mostrar una sonrisa ante la propuesta de un payaso sin texto. Esa magia, ver a un niño cómo se queda enganchado con algo que está pasando en el momento, es lo que provoca y lo que propone Feten

-¿En qué han notado la cercanía de Feten las compañías asturianas, en concreto?

-Eso quizá tendrían que decirlo ellas, pero el hecho de que Feten se desarolle en Gijón, en Asturias, ha dado mucha versatilidad y la posibilidad de ser vistas a nuestras compañías. En cuanto a propuestas infantiles, tienen un gran recorrido creativo, muy avanzado, respecto al público de adultos. Algo tendrá que ver Feten en eso. Y está el hecho de que puedan ver al resto. Jugar en casa no solo para exponer sus propuestas sino para ver. Hay compañías asturianas que no tienen obra este año y vienen a ver. Esto es un trasvase que nos enriquece a todos.

-Feten es cada vez más internacional. A la vista de lo que viene de fuera, ¿está el sector en España a la altura de lo que se hace en otros países?

-Estamos a la altura. Hay muchas compañias españolas que trabajan más fuera que dentro, porque tienen espectáculos muy internacionales, apoyándose mucho en esto que decía de la sensación, de la percepción, y no del idioma, de la fábula argumental a nivel de texto. Eso les permite hacer muchos bolos fuera. Y, de hecho, en Feten se da lugar a estos encuentros. Ahora hay una compañía que se llama Voilá, que vino a Feten con su obra a través de una distribuidora internacional que había aquí. Había una programadora de Shanghai; se los ha llevado, y ahora les encargan producciones desde allí. No solo lo que han producido aquí: les encargan coproducciones desde Shanghai. Cuando vienen y te dicen esto, a ver dices… ¡leche, todo este esfuerzo sirve para algo! Yo soy persona de teatro. Estudié arte dramático. Fui actriz, directora, docente. Y el que ha estado en la cocina antes sabe que los recursos se necesitan. A mí, aportar algo a mi profesión desde el lugar que me ha tocado me llena de orgullo. Reconozco que trato a Feten como si fueran puestas en escenas creativas.

-Directora de Feten, entonces, pero directora de escena, dramaturga.

-Me lo creo igual (risas)

-Se lo pregunta el editorial del monográfico de la revista Artez dedicado a Feten: esto sigue creciendo. «¿Hasta dónde?» ¿Hay un problema de exceso de demanda?

-Yo no quiero aumentar en números. Yo quiero aumentar en calidad. Es verdad que las compañías empujan. Algunas son compañías Feten y quedan fuera, y te dices, «venga, voy a hacer un esfuerzo»…Elegir es difícil porque tiene que haber de todo: danza, texto, títeres, objetos, pequeña infancia, comunidades autónomas… Es tanto que hay muchas compañías de tamaño medio que son buenísimas y no están en Feten. Entonces te proponen incluso venir pagando, hacer un esfuerzo, hablar con un centro cultural,,, y vas abriendo un poco y aumentas. Ha aumentado en la calle, pero las salas son las que hay y no vamos a aumentar más. Me he puesto ese tope. Y luego los crecimientos hay que articularlos, porque de otro modo ya no podremos gestionar. No puedo decirle a la gente que no venga, se compre sus entradas como público y se busque un hotel. Yo puedo poner tope a mi cupo de invitados, pero no de profesionales que nos visitan. Siempre digo, en confianza, que está esa idea de ser algo así como el Avignon para las artes escénicas para niños y niñas, y eso pasa por mayor dotación de espacios, presupuestos, personal… Este es el reto.

-¿Se quedará pequeña la ciudad en algún momento?

-No, no. La ciudad puede con ello. Hay muchos hoteles. Y no estamos hablando de febrero, no hay ningún problema. Pero sigue habiendo espacio en la calle, un teatro Jovellanos que abierto mañana y tarde reúne muchísimo aforo. Yo no digo que haya que crecer, tengo muy claro que el límite esté donde estamos.

-Pensando en la calle, y en el mes en que se celebra Feten, ¿se ha considerado alguna vez emigrar a meses más cálidos?

-Los programadores tienen su calendario de trabajo. Aquí viene mucha gente porque es el inicio de de año. Hay un calendario de ferias, con ferias a lo largo de todo el año, y lo respetamos como miembros que somos de Cofae. Y es verdad que no es lo mismo venir en febrero que en agosto. No podríamos. En la calle, además, en Asturias, siempre te puede llover aunque lo hagas en julio. Asturias es así. Feten es una feria de sala que el año que no llueve se convierte en una fiesta en la calle, y ya está. Ese es el criterio.