«Un museo sin conservadores es como un hospital sin médicos o un colegio sin maestros»

J. C. Gea

CULTURA

Lucernario central de la ampliación del Bellas Artes
Lucernario central de la ampliación del Bellas Artes Marcos Morilla

Alfonso Palacio explica las funciones de una figura clave ante la próxima convocatoria de las dos plazas que cubrirán una carencia sustancial en el organigrama del Bellas Artes

11 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Se puede llamar hospital a un lugar que, aunque es llamado así, no tiene médicos? ¿Se puede llamar colegio a un sitio al que se llama de ese modo pero no tiene profesores, aunque tenga director y personal administrativo? Pues de la misma manera, no se puede llamar museo a una institución que no tiene conservadores. Hasta ese punto son importantes». Los dos símiles de los que echa mano el director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio, son más que elocuentes a la hora de explicar hasta qué punto considera una buena noticia -sobre la excelente noticia de la donación de Plácido Arango- la declaración que el pasado jueves realizaba el consejero de Cultura, Genaro Alonso, en la Junta General del Principado.

En ella, y a raíz de una interpelación del PP, manifestaba su «confianza» en la contratación «del modo más ágil posible» de las dos plazas de conservador previstas en la Relación de Puestos de Trabajo del Bellas Artes.Y, en efecto, según confirma su director, el centro podría ver satisfecha «más pronto que tarde», y probablemente «a lo largo de este primer semestre» una de sus aspiraciones fundamentales, en una convocatoria a la que se podría añadir la plaza de responsable de los programas pedagógicos del museo, en la actualidad vacante. Apenas dos semanas después de la inauguración de la muestra del legado de Arango y de su gentil, pero también muy audible invitación a que los poderes públicos asuman un mayor «esfuerzo» respecto al museo que lo alberga, el anuncio de Genaro Alonso invita a pensar en una relación de causa y efecto.

Pero, sea o no consecuencia del efecto Arango, ambas plazas están desde el pasado verano en la llamada «Propuesta de modificación de red de puestos de trabajo» redactada laboriosamente a lo largo de varias Juntas de Gobierno del museo en el último año, rematada el 11 de julio y elevada después a Función Pública, que parece haber dado luz verde a una parte crucial del documento. Quizá suene a cosa menor si se compara con titulares y el debate político centrados en aspectos quizá de mayor envergadura económica y física. Por ejemplo, la problemática, postpuesta y no dotada segunda fase de la ampliación, a la que también se refirió Genaro Alonso en su comparecencia pero solo para dejar abierta la posibilidad de derruir y reconstruir el edificio anexo al Palacio de Velarde o reorganizarlo para nuevos usos. O tal vez suene secundario frente a la evidencia de falta de personal de vigilancia y seguridad en el museo. Sin embargo, tal y como lo plantea Alfonso Palacio, el Bellas Artes podría serguir siendo museo -aunque mermado o infradotado- a falta de segunda fase e incluso con escasez de personal de intendencia. Pero no sin conservadores.

¿Qué hace tan consustancial esa figura en el organigrama de uncentro como el Bellas Artes? ¿De qué se ocupa un conservador, algo que quizá al lego le suena más bien una mezcla de archivista y restaurador? «Los conservadores son en principio los encargados de inventariar, catalogar y estudiar todas las obras de arte que forman parte de los fondos del museo, tanto la colección permanente como los que pueden entrar en la categoría de depósitos o de cualquier otra forma», aclara Palacio.

Pero su función va mucho más allá de eso. A partir de ese conocimiento profundo del museo, sus fondos y su estructura, el conservador -aclara Alfonso Palacio- «es el encargado de velar por la buena ordenación y presentación de las colecciones en el ámbito de la exposición permanente, de proponer al director las dotaciones y cambios que se puedan producir en ella, y de dos otras dos tareas fundamentales: comisariar y escribir las exposiciones, los proyectos expositivos que puedan surgir tanto de las propias colecciones del museo como de otras de fuera, y de forma muy destacada, de proponer las posibles adquisiciones del museo».

La falta de esa pieza en el organigrama del museo no aguanta la comparación con otros del mismo rango, e incluso de categoría inferior al Bellas Artes, uno de los mejores de España por sus fondos y ahora también por sus instalaciones. Los de Santander, A Coruña o Sevilla tienen en plantilla tres conservadores; una cifra que se compadece mal con la comparación que, en la misma intervención del jueves, realizaba el consejero al apelar a alguno de ellos para declarar el Bellas Artes asturiano como un «polo cultural» a la misma altura de Bilbao o Sevilla.

«Es una figura clave, en resumen, y el no tenerla deja al museo en una situación de indigencia. Si tuviéramos una visión un tanto piramidal y jerárquica del museo, el conservador viene después del director», explica quien ejerce este último cargo y, desde su toma de posesión, ha tenido a menudo que realizar también forzosamente muchas de esas tareas atribuidas a quienes espera, sin disimulo, como agua de mayo. Incluso antes, si fuese posible.