Rosalía, la estrella pop que deslumbra

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

«El mal querer» confirma todas las expectativas puestas en esta catalana cuya propuesta no conoce fronteras

05 nov 2018 . Actualizado a las 20:09 h.

Una cosa es la teoría y otra la práctica. Una cosa es vender al público el sacrosanto «puente entre tradición y presente» o la «mirada al flamenco desde las músicas urbanas» y otra deslumbrar como está deslumbrando Rosalía al materializar sus intenciones. El mal querer, su segundo trabajo tras Los Ángeles (2017), vio la luz el pasado 2 de noviembre. Y meses antes de editarse se sabía que iba a ser el disco del año. Sonando ya en móviles, altavoces de bluetooh y también en equipos de música tradicionales (el formato físico es una joya) confirma todas las expectativas. O las supera, incluso. Sí, estamos ante un álbum soberbio.

Hasta el momento, el giro supuestamente trapero de Rosalía se había materializado en los singles Malamente y Pienso en tu mirá, audaces muestras de flamenco pop con quiebros, palmas fundidas en programaciones y un carisma arrollador. En ambos casos, se acompañaron de dos impactantes videoclips que actualizaban la estética de Bigas Luna. Advertían -polémica de la supuesta apropiación cultural mediante- que esta no era una estrella pop como las demás.

La semana pasada llegó el tercer adelanto, Di mi nombre, donde recrea tangos de La Repompa de Málaga. En la pieza audiovisual se mostraba tumbada, homenajeando a la maja desnuda y sumando más iconos patrios a su universo. Pero ahora, con el disco completo, el paso de Rosalía toma maneras de obra mayúscula.

Articulado como una historia de reafirmación femenina tras una relación contaminada, El mal querer se divide en 11 capítulos que recorren todas las fases de ese amor enfermo. Rosalía le canta a la boda, a los celos, a las peleas y a todo el proceso que desemboca en su empoderamiento. «A ningún hombre consiento que dicte mi sentencia / solo Dios puede juzgarme, solo a él debo obediencia», dice en la última.

Al llegar a ese punto el oyente ha terminado camino mestizo y sorprendente. Se pasa de unas bulerías con guitarra en loop como en Que no salga la luna a esa apertura mojada de autotune a lo Kayne West con la que se abre Bagdad (que aspira al trono del momento al pop más bello del año). También va de los tangos de la citada Di mi nombre a los momentos de copla posmoderna y con orquesta de Lamento. ¿Lo mejor? Nada chirría. Todo fluye. Envuelve. Y cada matiz dota de sentido al todo.

Un proyecto a tres bandas

Artista fascinada por el flamenco desde su temprano tropiezo con Camarón de la Isla, Rosalía se crió escuchando y emulando a los grandes del género. Después empezó a mirar al pop. La crítica y muchos de sus fans hablan de Beyoncé. Ella siempre alude en las entrevistas a Björk. Y, a lo mejor, en algún lugar entre la islandesa, Lole y Manuel y La Niña de los Peines se encuentra esta deslumbrante estrella sin fronteras. Ni artísticas ni geográficas.

En lo primero, el disco y los vídeos son dos vértices de un triángulo que completa su directo. En las tablas se le pudo ver en Galicia, con el fantástico recital que dio en Santiago el pasado 31 de julio. Una obra con inicio, nudo y desenlace. Su estructura y puesta en escena resultan inéditas en el pop nacional. ¿Lo más cercano visto por estos lares? Björk en el Gaiás en el 2012.

Quizá es por ello que la fascinación por Rosalía ha traspasado fronteras. Medios como el New York Times o The Guardian han caído a sus pies. La siguen artistas como Lana del Rey o Dua Lipa. La llama Jools Holland para actuar en la BBC. Anuncia su disco en Times Square. Los Grammy Latinos la nominan en cinco premios. Y, en todo momento, da la sensación de que esto no ha hecho más que empezar.