«Crecí con los cómics del 'Víbora', que traían lo prohibido»

CULTURA

Cecilia Díaz Betz

La Expo 92, Felipe Gónzalez, las muñecas Chabel, «El Telecupón» y los veranos empanados han vuelto. La novela que ha enamorado a los libreros tiene «Vozdevieja». Hablamos con su autora, Elisa Victoria

18 mar 2020 . Actualizado a las 20:52 h.

Es ver una placita de pueblo o Los vigilantes de la playa o pensar en filetes empanados y sentir el verano. Un verano, el primero después de la Expo del 92 -el primero también tras el crimen de Alcácer-, nos habla de tú a tú, como un viejo colega, en Vozdevieja, de una frescura vestida con las combinaciones de la abuela. Las muñecas Chabel y las Barbies coinciden con Felipe González en la primera novela de Elisa Victoria (Sevilla, 1985), que visitará la Feria del Libro de A Coruña en agosto. El libro es peculiar por dentro y por fuera.

­-Cuénteme algo sobre ese vestido que lleva la novela por fuera, en su portada.

-Se nos ocurrió que para la portada podía ser bonito usar una de las telas con las que mi abuela me hacía vestidos. Mi madre y yo nos pusimos a buscar en el trastero y apareció uno de mis preferidos.

­-¿Cuánto hay de su infancia y su pubertad en «Vozdevieja»?

-Hay mucho de mí en la voz, en la psicología del personaje, en las preocupaciones que tenía, buscando cierta universalidad de cosas que suelen aparecer en la mente infantil, cosas comunes.

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­-Abraza el nido y una época rompiendo clichés. La abuela de esta historia cose y hace filetes empanados, pero dice «coño» y fuma sentada en el váter.

-Sí, es algo natural, y quizá una estampa más frecuente pero que no suele mostrarse tanto. Y es tan digna como otras.

-¿Creció entre esas mujeres, naturales y poderosas, que conducen la novela?

-Un poco sí... Mi madre y mi abuela siempre han sido el estandarte de la familia.

-¿Cómo hace para combinar la ternura y la crudeza, lo implacable y lo compasivo en la mirada que guía esta novela?

-Buscando un anticlímax en las dos fronteras de ternura y suciedad. Cuando está a punto de explotar la máxima ternura o la máxima rudeza meto algo de lo contrario, para compensar. Es un ir todo el tiempo surfeando. Como la pubertad.

­-Abre un baúl de los recuerdos del que salen Xuxa, la Chabel, la Barbie St. Tropez y Carmen Sevilla... «Souvenirs» emocionales de la España noventera.

-No es que lo haya querido plasmar como souvenirs, sino como parte de la vida natural de ese momento. Sin esas cosas cotidianas no se profundiza en la realidad.

-Felipe González es una figura clave en esta novela. ¿El PSOE de hoy tiene el «punch» del de Felipe?

-Felipe González tenía un carisma que enamoraba a las señoras. Es lo que quería retratar, como un fenómeno social cómico. Mi abuela estaba enamorada de él y también las abuelas de muchos amigos míos. Había varias generaciones de señoras devotas de Felipe González. Todavía no he podido observar si el fenómeno se repite a la misma escala con Pedro Sánchez. Pero Aznar también tuvo su efecto.

-¿Cómo recuerda la adolescencia?

-Recuerdo sufrimiento, desconcierto, ganas de que se acabara, de verme saliendo del cascarón. La curiosidad me mataba... Recuerdo frustración por que los niños tuviesen prisa por ser grandes. Lo infantil se desprestigiaba... Es la sociedad, que empuja. Lo recuerdo como un período oscuro, en el que de vez en cuando podían darse situaciones de complicidad bonitas.

­-¿La palabra «madre» le resulta obscena?

-No, no, pero recuerdo ciertos problemas con el salto de terminología de la palabra mamá, que era dulce y casera, a madre, pesada y compleja, más social.

-¿Aprendió precozmente de los cómics para adultos, de la underground «Víbora?

-Sí, eran cómics bonitos y traían mensajes prohibidos. Ahora está en Barcelona la exposición de homenaje a los 40 años del Víbora, que me influyó en apertura de miras, en saber eso que nadie te estaba contando. A veces veíamos cosas impactantes, violentas, monstruosas.

-¿Más que los niños de hoy?

-El control sobre la expresión sexual me parece ingenuo. De una forma u otra siempre va a haber un acceso a la pornografía. El problema no es la pornografía, sino el abandono en educación sexual. No deberías usar tu cuerpo sin saber lo que haces.

-Los veranos de la infancia duraban más...

-Por el tiempo libre que tenías. Debería ser por ley que siempre tuviésemos tres meses de vacaciones [risas]. Un mes al año es estar mendigando un descansito.

-¿Creció rodeada de «Chabeles»?

-Mi apasionamiento por la Chabel supera con creces el del libro.

-¿Se ha sentido algunas veces como un fantasma?

-Claro, hay muchos niños que se sienten así, y gente mayor también. Pero a los niños se les trata a veces como personas de segunda, y se sienten desplazados. Es una sensación que a mí aún me acompaña.

-¿Aún hay pocos libros y películas que retraten lo que es la adolescencia con naturalidad, sin pudor, sin edulcorantes?

-Desde los 80 se ven cada vez más. Me encantan las películas de adolescentes, como Fucking Åmål. Hemos avanzado.

«VOZDEVIEJA»

Elisa Victoria

EDITORIAL Blackie Books

PÁGINAS 245 PRECIO 18,05