Lang Lang: «La música clásica es artesanía»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara REDACCIÓN

CULTURA

Lang Lang maduró durante más de veinte años las «Variaciones Goldberg» de Bach antes de sentarse al piano para grabarlas
Lang Lang maduró durante más de veinte años las «Variaciones Goldberg» de Bach antes de sentarse al piano para grabarlas olaf heine

El pianista presentó un álbum con dos versiones de las Variaciones Goldberg, de Bach

14 sep 2020 . Actualizado a las 09:21 h.

A los diecisiete años, Lang Lang tocaba por primera vez de memoria las Variaciones Goldberg, de Johan Sebastian Bach, ante el pianista y director de orquesta Christoph Eschenbach. Más de veinte años después, el pianista chino cumple uno de los sueños de su vida lanzando un álbum en formato doble con dos versiones de esta compleja y emocionante obra icónica del barroco. La primera versión se grabó de una sola toma en concierto en la iglesia Thomaskirche en Leipzig, el lugar de trabajo de Bach durante casi 30 años, donde se encuentran sepultados sus restos. La segunda se hizo poco después en estudio. Se trata de un ambicioso proyecto que es, para Lang Lang, un símbolo de su crecimiento y maduración como artista y, también, en lo personal.

—Ha pasado más de dos décadas preparando este concierto y ha dicho que esta es su primera grabación desde que contrajo matrimonio. ¿Cómo vivió ese momento?

—Para mí esta es una nueva etapa, de mayor madurez. La vida de casado es genial. Mi teoría es que el matrimonio hace que un hombre realmente se convierta en hombre. Así que hay, al menos, una pequeña conexión. Por eso es que ahora he logrado hacerlo.

—¿Cómo se ha manifestado esa maduración personal en su carrera artística?

—Durante los últimos tres años he intentado estudiar con mucha mayor precisión y profundidad el barroco, en lugar de simplemente tomar una pieza de Bach y tocarla en el piano. Aprender sobre este período histórico, poder ver y tocar instrumentos de la época para entender las ornamentaciones, estructuras y colores entre las voces me ha ayudado mucho. Intenté encontrar una forma adecuada de darle forma a esas voces, especialmente al grabar repeticiones, era importante tener distintas formas de interpretar la pieza. Todo esto le dio una nueva dimensión al objeto de estudio. No solo fueron los años de práctica sino también eso, este tiempo dedicado a analizar la pieza en su contexto. Podría practicar durante otros veinte años más, pero si no tengo un objetivo en términos artísticos, entonces de nada me va a servir.

—Para este álbum ha grabado la pieza en vivo y en estudio. ¿Cuál de estas situaciones prefiere?

—Normalmente, para una pieza de esta duración, preferiría el estudio. Es necesario mucho tiempo y hay que tomar cada variación como una unidad para que tenga significado. No se puede grabar todo de una vez. Pero en este caso, grabar en la iglesia Saint Thomas fue una experiencia única. Sentí allí una auténtica conexión espiritual con Bach que no había encontrado en otros sitios. Por esta razón conservamos la grabación del concierto en el álbum.

—¿Cómo encontró el tono emocional de esta pieza tan compleja?

—Tuve que ser muy paciente. Es una pieza muy larga, para mí son casi 95 minutos. Hay que llegar a los huesos de la pieza, a la estructura. Luego, antes de convertir todas las variaciones en una unidad, la dividimos en dos partes, teniendo en cuenta que la más importante es la variación número 25, el clímax emocional de la pieza. Entonces hay que tomar decisiones a largo plazo. Las decisiones breves de siempre no funcionan en esta obra, es casi un paradigma filosófico distinto.

—Ahora que completó este proyecto monumental, ¿cuál es su próximo desafío?

—Me gustaría hacer un concerto de Beethoven. Ese será mi próximo proyecto, probablemente lo haga el año próximo.

—¿Qué música escucha?

—Me gusta escuchar jazz y también pop, aunque la música clásica siempre ocupe el primer lugar para mí.

—¿Cuál cree que es el rol de la música clásica en la actualidad?

—Para mí, la música clásica nunca es música de fondo, porque tiene tanta sangre, alma, cuerpo y espíritu, que ciertamente no puede ser algo para dejar en un segundo plano en mi mente. Eso no me funciona. Obviamente, cada persona tiene su forma de escuchar música y no estoy diciendo que la gente no pueda escuchar música mientras trabaja. Lo que quiero decir es que la música clásica es una manualidad, es artesanal. Y todo lo artesanal merece que se le preste una mayor atención.

—¿Cree que esa escucha activa y atenta puede hacerse un lugar en la vida moderna del público mainstream?

—Sí, especialmente en esta vida moderna. Hoy en día se vive a un ritmo muy rápido, y ese ritmo se sigue acelerando cada vez más. Es por eso que es más necesario que nunca frenar de vez en cuando y sentarse a disfrutar de una ópera o una sonata. De esa forma se puede recibir el impacto total de la obra.

—¿Tiene algún ritual que realice antes de salir al escenario?

—Sí, pero para las Variaciones Goldberg ese ritual cambió bastante. No puedes beber demasiada agua, porque luego necesitarías un descanso para ir al baño. Pero normalmente tomo algo dulce antes de los conciertos. Plátano, chocolate o fresas. Y usualmente duermo una siesta, para estar más concentrado luego. No puedes comer demasiado tampoco, porque entonces es un desastre, ¡no te puedes ni sentar bien! Te sientes demasiado lleno y pesado. El hambre hace que un músico toque mejor. Hay un dicho luego de los conciertos y es "dénle de comer al músico hambriento". Eso es algo que me gusta mucho. Por eso no veo la hora de poder volver a España, ojalá el próximo año, a interpretar las Variaciones Goldberg.