«Una veterinaria en la Borgoña»: Todas las criaturas

eduardo galán blanco

CULTURA

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Pese a sus lugares, comunes, la película francesa trasciende el costumbrismo y retrata una profesión de servicio público con emoción y un poso de amargura

20 abr 2021 . Actualizado a las 08:51 h.

Lo recordamos con bastante precisión, porque en nuestra juventud algunas frases del cine se nos quedaban grabadas a fuego. Era una máxima escuchada en un documental inglés que pasó Balbín en La Clave, mítico espacio de la, por entonces, televisión única. Transcurrieron más de cuatro décadas pero tenemos aún muy presente a aquel veterinario escocés, con rostro y pelo azotados por el viento, con la cara sucia en límpido blanco y negro. Aunque lo intentamos, no hemos podido identificar la pieza; pero era de los años cuarenta, un filme civil propagandístico de guerra, seguramente de la escuela documentalista británica de Basil Wright y John Grierson, puede que hasta producido por ellos. «Ser veterinario en Escocia es un sacerdocio», decía mirando a cámara con firmeza y el director congelaba su rostro para acabar el filme.

Este largo preámbulo viene a cuento porque esa es la tesis, de emocionado servicio público, que emplea la comedia Una veterinaria en la Borgoña. Más allá de las películas tipo Bienvenidos al Norte o Un italiano en Noruega, que confrontan modos de vida desde un punto de vista costumbrista, la película francesa que comentamos tiene un subrepticio mensaje vocacional, algo moralizante, muy franciscano también, entroncando con otras notables películas de veterinarios como Todas las criaturas grandes y pequeñas, Agua para elefantes o Un héroe singular y alejándose mucho del Doctor Doolittle.

La historia nos cuenta cómo uno de los dos veterinarios de la extensa comarca ganadera y agrícola del macizo montañoso de Marvan se jubila y ayuda al otro a encontrar sustituto. Desde la ciudad regresa la recién licenciada, brillante pero sin práctica, que trae como mascota ¡una rata! Al flacucho y estilizado físico de la actriz suiza Noémie Schmidt -excelente en El sr. Henri busca piso o en París es nuestro- le va bien el contraste del color local y el filme se aprovecha mucho de tal combinación.

Encontraremos muchos lugares comunes. No falta el choque generacional. Ni las «incomodidades» de vivir lejos de la ciudad. Tampoco el esforzado parto de una vaca asistida por la joven veterinaria. Pero, por encima del rollo feel good -que dicen los modernos-, a la película la envuelve un interesantísimo poso de amargura que, afortunadamente, nos acompaña hasta casi el final.

«LES VÉTOS»

Francia-Bélgica- Suiza, 2019.

Dirección: Julie Manoukian.

Intérpretes: Noémie Schmidt, Clovis Cornillac, Carole Franck, Matthieu Sampeur, Juliane Lepoureau, Lilou Fagli, Christian Sinniger, Michel Jonasz.

Comedia.

88 minutos.