Douglas Kennedy, el autor americano número uno en Francia: «Dudo que mis exmujeres crean que domino la psicología femenina»

CULTURA

«La felicidad es un cuento de hadas», asegura el «best-seller» internacional, al que a menudo etiquetan por error como un autor romántico, cuando es un maestro de la realidad

30 oct 2021 . Actualizado a las 17:02 h.

El placer y el dolor son una pareja complicada en las novelas del cronista americano que alcanzó el número uno en ventas en Francia. Douglas Kennedy (Nueva York, 1955), que acaba de visitar España con la novela Isabelle por la tarde, se afirma primero como neoyorquino y como estadounidense después. Pero podría ser un hijo póstumo de Flaubert o de madame Bovary. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, el autor de éxitos como En busca de la felicidad volvió a calar en España hace un par de veranos con La sinfonía del azar, una debilidad de varias libreras gallegas.

­-Le sufrí mucho con la novela «Una relación especial», que editó en español el sello Arpa este verano. Empieza como una aventura romántica para sumirnos en el horror...

-Como la mayoría de las historias en la vida. La mayoría de las historias empiezan con muy buenas intenciones, ¿no? y después... Tenemos esa habilidad humana de enmarañar las cosas. Ahora somos capaces de cambiar nuestras vidas, nos podemos divorciar, las mujeres no se ven obligadas a renunciar a sus carreras por sus hijos, pero, si la condición humana nos enseña algo, es que siempre complicamos las cosas.

-Adopta a menudo el punto de vista de una mujer. ¿Piensa como una mujer? Sorprende su conocimiento a fondo de la psicología femenina.

-¡Mis dos exmujeres probablemente no opinen eso! [risas] No, no pienso como una mujer. Intento pensar como cada personaje, sea hombre o mujer. Pero crecí en un matrimonio infeliz. Mi madre era una persona muy frustrada, muy infeliz, y eso me hizo feminista a muy temprana edad. Crecí viendo a dos personas atrapadas en su relación infeliz. Y empecé a interesarme por cómo las personas creamos nuestra prisión.

-Su historia recuerda un poco al joven americano que se atreve a hacerse a sí mismo en París, lejos de EE.UU., de la presión familiar. ¿Cuánto de usted y de su biografía hay en realidad en «Isabelle por la tarde»?

-No es un libro autobiográfico, pero, posiblemente, es el libro más personal que he escrito hasta ahora. Mi historia es distinta a la de Sam [el protagonista]. Sin embargo, hay muchos puntos de conexión emocional con él. Escribo sobre mis complejidades y neurosis.

-Las suyas son neurosis muy comunes en el mundo superdesarrollado de hoy...

-Y todos los países son neuróticos, todos tienen sus propias neurosis y sus tragedias.

-¿Se siente más francés que americano?

-En Quebec me invitaron a un programa de televisión y el presentador, con fuerte acento de Quebec, me dijo: «Tiene usted un acento parisino». Le dije: «¡Créame, tengo acento americano cuando hablo francés!». Soy de EE.UU., pero he sido corrompido por Francia, jajaja.

-¿Se siente un hijo bastardo de EE.UU.?

-Me fui de EE.UU. cuando tenía 22 años y no volví a vivir permanentemente allí hasta que tuve 56. Incluso ahora, aunque sea EE.UU. el país donde pago impuestos, paso medio año fuera. Tengo una relación complicada con mi país. Tu país es como tu familia, es un problema que no tiene fin... Ser estadounidense es algo con lo que todavía estoy luchando.

Tres de las novelas de Douglas Kennedy editadas recientemente por Arpa. Este otoño, el escritor ha presentado en Madrid y Barcelona «Isabelle por la tarde».
Tres de las novelas de Douglas Kennedy editadas recientemente por Arpa. Este otoño, el escritor ha presentado en Madrid y Barcelona «Isabelle por la tarde».

-El conflicto de la maternidad lo refleja bien no solo en esta novela, sino también en «Una relación especial».

-Crecer en un matrimonio infeliz me marcó, como te decía, ¡pero me proporcionó material para escribir! Y mis parejas siempre han sido mujeres con una carrera profesional. Entiendo (como la protagonista de Una relación especial) que una depresión posparto puede ser peor que una guerra. Pero no solo es una cuestión de feminismo. A mí lo que me interesa, sobre todo, es mostrar la relación entre lo que se espera de nosotros y lo que queremos. Conozco mujeres que han tenido hijos cuando no los querían tener, pero sentían que debían...

-Es un asunto complejo. A veces no te ves como madre y descubres que son lo mejor que te ocurre en la vida. Hay cosas que de tanto pensarlas no se hacen. Yo no quería tener hijos y son el gran acontecimiento, el más transformador, de mi identidad, de mi vida...

-Me siento igual. Después de estar nueve años con mi esposa, una parte de mí no quería hijos, pero había otra parte de mí que sintió que, tras nueve años, o teníamos un hijo o nos separábamos. Tener a nuestro hijo fue la mejor decisión que tomé. Mi hijo se convirtió en lo mejor que había hecho, en la relación más importante. Pero, después de divorciarme, tuve claro que con dos hijos era suficiente.

-¿El sueño americano se ha convertido en una pesadilla?

-El sueño americano no existe. Estamos en un sitio muy oscuro. La democracia americana está en peligro. Y este es, de hecho, el tema de mi próxima novela. Cuando nací, en el 55, había una clase media en Manhattan. En el bloque donde yo vivía vivían artistas, empresarios y también bomberos. Ahora Manhattan es como Mónaco, es una isla para ricos. La gente está olvidando las lecciones de 1930, y hay mucha rabia. La extrema derecha avanza, aunque veo con optimismo el resultado de las últimas elecciones alemanas.

-«La felicidad es el constructo más escurridizo para las personas», escribe. ¿Es así?

-La felicidad es un cuento de hadas muy bonito, algo que ocurre solo de vez en cuando. La vida para la gran mayoría de la gente es una lucha. Lo más inteligente que podemos hacer es que esta lucha sea interesante.