Javier Rey: «Soy un guapo tarde, pero igual me paso diez años sin hacer de galán»

CULTURA

El actor Javier Rey posa durante la presentación de «La cima» en el Festival de Cine de Málaga, el pasado 20 de marzo.
El actor Javier Rey posa durante la presentación de «La cima» en el Festival de Cine de Málaga, el pasado 20 de marzo. Daniel Pérez

«En Noia tengo amor por un tubo», revela este Rey de cine que este viernes estrena «La cima». «Fue el rodaje más duro. Pasamos seis días incomunicados a 3.500 metros de altura», cuenta el actor que triunfa en Netflix con la serie «Mentiras»

25 mar 2022 . Actualizado a las 16:52 h.

Javier Rey (Noia, 1980) lo define ser «o fillo de Divina», pero en él viven un atractivo Mateo Ruiz, un Sito Miñanco aceptable y un Balenciaga haute couture. También un audaz Han Solo, el Han Solo al que Leia dice: «Te amo» y él responde: «Lo sé». El actor no olvida esa salida de Star wars. El imperio contraataca. «Me marcó tanto la frase que en la película Orígenes secretos la metimos», advierte. ¿Fue cosa tuya? «No, fue cosa del director, David Galán Galindo, que tenemos el mismo imaginario. Por eso acabé haciendo la película, porque decía cosas así... Ese ‘lo sé' de Han Solo es una improvisación maravillosa de Harrison Ford, que se saltó el guion». ¿A quién se le ocurre decir algo así, responder a una declaración de amor con ese alarde de amor propio? «A Harrison Ford». Y a Javier Rey... «Bueno, yo se lo copio a Ford».

La cabeza no le para. A Javier Rey le gusta viajar en el tiempo. «Menos mal que no existe la máquina del tiempo», desliza. ¿Si volvieses atrás, cambiarías muchas cosas? «Sí. Y creo que es algo que haría todo el mundo. Cambiaría algunas cosas puntuales, pero no mis grandes hits», asegura. Le entrevistamos antes de su visita, el día 20, al Festival de Málaga con La cima, una película que se estrenó ayer y que le ha marcado «mucho».

—En una ocasión nos dijiste que defiendes a cada personaje que interpretas, que todos tienen algo de ti. Xavier, de «Mentiras», y Mateo, de «La cima», que nos lleva al Annapurna, son muy diferentes. Ni parece el mismo actor.

—Esa es la idea. Evidentemente, son seres completamente distintos. Yo marco mucha distancia entre el yo como persona y el actor. Mateo, de La cima, es un personaje complejo, que lleva una mochila gigantesca. Intenta salir adelante, ser positivo, ver luz donde mucha gente solo vería oscuridad. Es un personaje que, tanto en lo físico de la montaña como en la metáfora de lo que significa, me pone la piel de gallina. Interpretar a un tipo así me dio mucho cague... y ahora me da mucho gusto verlo.

—¿Fue muy duro el rodaje?, ¿qué preparación te ha exigido la película?

—Físicamente, tanto Patricia [López Arnáiz] como yo nos preparamos mucho, no solo para hacer una ascensión en la montaña, sino para aguantar tantas horas de rodaje con tanto trabajo físico que teníamos que hacer. Y fue duro en lo emocional. Son dos personas que van contando a cuentagotas parte de su historia. La historia arranca mucho antes de que empiece la película.

—Palabras las justas. Poco se habla.

—Sí, pero todo, toda la carga emocional, esta ahí, desde el principio hasta el final. Ni Patricia ni yo podíamos olvidarnos ni un instante de lo que les pasaba a los personajes.

—El paisaje es maravilloso, pero duro e inhóspito. Ocurre lo mismo con la actitud y los rostros de los personajes. En un momento, ella le pregunta algo como: «¿Qué pasa, quieres morir?», y él le dice: «No, quiero vivir». A veces, para poder vivir hay que asumir un gran riesgo y soltar la mochila.

—Totalmente. Hay una gran densidad en el ambiente. Todo el mundo hoy tiene quejas, y en buena parte es con razón... Pero hacer un personaje como este, que ha vivido algo tan duro e intenta salir de ahí, sin quejarse, me emociona.

—¿Rodaste en el Himalaya?

—Rodamos en el valle de Benasque la gran parte, en Francia también, pero no hemos ido al Annapurna. Íbamos a ir, pero por cuestiones del covid no pudo ser. Pero el Annapurna está ahí. Hemos tenido que escalar, hemos pasado frío, estuvimos incomunicados seis días en la montaña a 3.500 metros de altitud.

—¿Te viniste abajo en algún momento?

—No, no me vine abajo como tal, pero acabamos todos exhaustos.

—¿Fue fácil decir que sí al papel?

—Estaba rodando Hache, me llamó Ibon [Cormenzana] y me pasó el guion. Normalmente, yo me tomo mi tiempo, pero me lo leí al día siguiente por la tarde y me pasó una cosa que jamás me había pasado. Me pasé llorando la última parte de la primera lectura del guion. ¡Eso no pasa nunca en la vida! Cerré el guion, llamé a mi repre y le dije: «Esto tenemos que hacerlo». Me enamoré en la primera lectura. Luego, tuvo que pasar año y pico para poder rodar.

—¿Fue el rodaje más difícil de tu vida, el más extremo de todos?

—Sí, en muchos sentidos. En lo físico y también en lo emocional.

—¿Qué tal el tándem con Patricia López Arnáiz?

—Para volverse loco. Es una máquina. Una actriz de lo mejorcito que tenemos. Yo firmo una vez al año con ella hasta que me muera. He encontrado una compañera a la que admiro a nivel Dios.

—¿Sientes que has llegado a la cima?

—Ojalá que no. No. Da mucho juego ese tema de la cima, pero yo quiero llegar a la cima con 93. Si he llegado a la cima ya, y lo que queda por delante es terreno conocido, es muy aburrido. Yo lo que quiero es retos, cosas distintas, hacer cosas que no he hecho nunca.

—En otra entrevista, nos decías que aunque te retires con 95 haciendo de Batman, te recordaremos por Sito Miñanco. ¿Sigues teniendo esa sensación? Ya no eres tan Sito Miñanco, ¿o sí?

—Es una maravilla ser Sito Miñanco, haber interpretado el personaje. No sé a quién le escuché una vez: «Al final, cuando te retires, serás recordado por cuatro personajes». Uno será Sito, y estoy orgulloso. Pero hay quien me para por la calle por Alejo, de Hispania...

—Siempre serás Mateo, de «Velvet».

—Sí... Supongo que seré recordado de formas distintas. Yo estoy orgulloso del 90 % de lo que he hecho hasta ahora.

—Te he oído decir que tenías la sensación de ser «un guapo tarde». Tarde, tarde igual no tanto...

—Lo de guapo es una cosa relativa... Pero sí, siempre digo que soy guapo tarde. Me refiero a que no he hecho de galán hasta Velvet, la mitad de mi carrera no hice de galán ni de guapo, ¡y tenía la misma cara! Por eso digo de broma que soy un guapo tarde, pero igual da la vuelta y me paso los próximos diez años sin hacer de galán.

—¿Te pesa que se te valore por tu aspecto, que se fijen en el físico?

—No, claro que no, al final que te digan que eres bello está bien. No me va la vida en ello ni me cambia el día, pero es agradable. Eso no me pesa nada, me pesan otras cosas...

—¿Qué te pesa? ¿La fama?

—Otras cosas del día a día. ¿La fama? La llevo bien. He encontrado un lugar con el que relacionarme con esto. He marcado una distancia con mi vida privada lo suficientemente grande como para que los buenos periodistas no me pregunten por algo que sea sumamente personal.

—Hay cimas más altas, pero la del monte Iroite con sus vistas no está nada mal, salvo que se cubra de niebla...

—Nada mal, nada mal. Hasta con niebla está bien el monte Iroite.

—¿Cuándo vienes a Galicia?

—Siempre que puedo, porque es mi casa, es mi todo. Soy un emigrante más. Si no me dedicase a esto, viviría en Noia. Noia me fascina, también porque ahí tengo amor por un tubo, con mi familia y mis amigos de la infancia.

—¿Tu «spa» favorito sigue siendo la casa de mamá?

—Sí, claro... ¡como para decir otra cosa ahora!