—Tu personaje no sigue mucho las normas, parece que no está cómodo en nada, es un poco desinhibido.
—Yo creo que no está cómodo en su vida personal, no es que no tenga nada que perder, no tiene nada mejor que hacer que tirar de hilos imposibles que van a desenroscar esa madeja. Es un tipo especial, solitario, ha sido el testigo principal de un asesinato, y eso no le deja dormir por la noche. Se sube encima de ese carro y se pone a investigar, porque eso le hace olvidarse de su situación personal, que es bastante tremenda.
—A Tosar le salvó la vida una profesora, que le puso el teatro en el camino. Y a ti también.
—A mí me pasó igual. Hay una edad en la que es necesario que una persona te observe y te guíe. Yo fui un adolescente tardío (17, 18 años) y Fernando Gil, que era el profesor de Historia de la universidad laboral, me animó. Y tiene su mérito, porque yo estaba bastante perdido. Yo se lo he agradecido muchas veces, es un gran amigo mío, seguimos en contacto, íntimo y cariñoso. Él me habla de actores brillantes que salen de La Rioja y se van a estudiar a Madrid, y yo estoy pendiente de ellos.
—¿Le abres camino a otra gente? —Sí, sí. Se lo debo a él. Me parece interesantísimo, porque cuando tienes una experiencia, sabes ver cosas que otros no ven. Hay talento que no se sabe ver, y acompañas a esos chicos, porque les viene bien. Esa charla empática ayuda. A mí me encanta.
—Hay chicos que pasan desapercibidos y luego triunfan. Es un poco tu reflejo.
—Sí, sí. A mí me podía haber pasado cualquier cosa, pero es cierto que salió bien. Hay gente que se siente orgullosa y yo me alegro: Fernando, mis padres, la gente que apostó por mí... Yo soy agradecido, no me quiero poner ninguna medalla, pero quiero apoyar a la gente que tenga dudas. El talento es frágil, y hay muchas cosas que te pueden echar para atrás.
—¿Has mantenido siempre la ilusión intacta?
—Seguro que decayó, pero como empecé a trabajar pronto, a hacer giras, siempre tuve algo entre manos. Compaginé el trabajo con ser camarero, acomodador..., siempre cerca de la profesión. Pero claro que decae, a nivel vital también. Las cosas son complicadas, aunque a mí me fue relativamente bien desde el principio.
—¡Te dijeron muchas veces que no en los «castings»?
—Sí, sí. Yo soy muy malo haciendo castings . Me pongo muy nervioso, los dos o tres que hice en la vida, fueron determinantes. Es mejor ser inconsciente a la hora de hacer una prueba, porque si soy consciente, me asusto, me echo para atrás, yo me pongo muy nervioso.
—Pajares te vio ese talento en la primera prueba en «Ay, señor».
—Más que Pajares fue Fernando Colomo, que rodó la segunda temporada. Me vio en el teatro días antes y me llamó para que me hicieran una prueba. Yo no sabía que estaba haciendo un casting para un papel tan determinante y salió muy bien. Yo nunca soñé con todos los directores que he trabajado, no me lo podía imaginar ni en los sueños más altos.
—¿Cuál ha sido ese papel determinante?
—Yo no sé, hubo varios, ese fue importante, luego Torrente , apareció Siete vidas, Hable con ella ... Torrente, con Santiago Segura, fue muy importante, fue una película con muchísimo éxito.
—¿Te entendiste bien con Almodóvar?
—Sí, sí, hay personas con las que te entiendes mejor que con otras. Pero yo soy dúctil, me gusta mucho mi trabajo, no doy grandes problemas.
—Pero venir de la comedia, con tanto éxito, marca mucho una carrera.
—Sobre todo en la calle, la gente es muy cariñosa, he hecho mucha televisión, Torrente fue muy popular... Eso te acerca mucho al público, soy un actor querido en la calle y la gente es muy afectuosa. Yo noto mucho cariño.
—Tú eres un actor de comedia que despierta ternura. Eres el cómico triste.
—Eso me gusta, me gusta que detrás del personaje de comedia haya siempre un punto de distancia incluso, de soledad. A mí López Vázquez me parece eso, un actor interesantísimo, y detrás de ese hombre había una parte misteriosa, no lo conocías bien. Es una persona que de pronto piensas que puede hacer cualquier cosa, eso me gusta mucho en un actor y una actriz: que no sepas quiénes son y de pronto se puedan poner cualquier traje.
—Ya pasas de los 50, le has dado la vuelta al jamón. ¿Viene lo mejor?
—¡Claro! Yo no sé si lo mejor, pero cosas maravillosas, seguro.
—¿Cómo te ha cambiado la paternidad? ¿Eres más feliz?
—Sí , sí. Me siento feliz y soy mejor persona. En mi caso, sí.
Archivado en:
Javier Cámara
La Rioja