Paul Newman: exageradamente guapo

CULTURA

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Llega a España «La extraordinaria vida de un hombre corriente», una sinfonía de voces sobre el enigmático y deslumbrante actor

17 dic 2022 . Actualizado a las 10:51 h.

Recogen las muy entretenidas memorias del difunto Paul Newman una preclara reflexión de Robert Wagner, actor ni muy bueno ni muy malo que tuvo el privilegio de estar casado con Natalie Wood y la desgracia de haber sido sospechoso de su trágica muerte. Cuenta Wagner, antagonista de Newman en la película 500 millas (1969), cómo se dejaron llevar los dos actores durante la preparación del rodaje por la excitación de los coches de carreras, que ambos desconocían. «Yo estaba deseando olvidarme de aquellos cacharros. Me espantaban. Estaba encantado de hacer aquello por la película, pero no quería volver a implicarme en algo así nunca jamás. Paul se mostraba realmente conmovido. Yo pensaba: ''He ahí un hombre cuyo sustento es su propia presencia y está poniéndola en enorme riesgo''». Unas páginas más adelante, George Roy Hill, quien dirigió a Newman en títulos tan emblemáticos como Dos hombres y un destino (1969) o El golpe (1973) aporta una explicación a esa pulsión del actor por jugarse el bigote: «Paul procura buscar desafíos. Quiere sentirse vivo y el único modo de hacerlo es desafiando a la muerte. Literalmente en el caso de las carreras de coches y, figuradamente, con su profesión».

 

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En eso consiste La extraordinaria vida de un hombre corriente, las memorias que Paul Newman preparó durante años apuntando algunas de sus reflexiones más íntimas y pidiéndole a su amigo Stewart Stern que preguntara a aquellas personas que habían tenido algo que ver con el devenir de su vida. Stern le dio el gusto y durante cinco años habló con amigos, compañeros y con la familia, claro, de uno de los actores que más claramente han representado el star system del viejo y poderoso Hollywood, pese a su pertinaz intención de no dejarse llevar por sus derivas más autodestructivas.

Escribe Melissa, su hija mayor, que Paul Newman se consideraba «un hombre cualquiera con un rostro extraordinario y la suerte de su parte». Y eso se deduce de la lectura de estas memorias corales de quien, efectivamente, dispuso de un rostro extraordinario, un aspecto tan seductor que le provocó innumerables recelos con respecto al talento que sin duda tenía, pero que siempre tuvo que sobreponer a su deslumbrante presencia.

Su primer matrimonio, su afición a la bebida, su extraordinaria relación con Joanne Woodward, su autoexigencia personal y profesional, Scott, su hijo mayor y su mayor tragedia, su compromiso político, su madre, su relación de amor odio con el público, su pasión por las carreras... Newman poliédrico, muestra muy poca indulgencia consigo mismo en la parte de estas memorias que salen de su mano. Quienes hablan de él lo hacen mejor que él mismo, el hombre que fue exageradamente guapo y que confiesa que el único personaje que no le requirió esfuerzo alguno de preparación fue, no el convicto Luke Jackson, capaz de comerse 50 huevos duros en La leyenda de el indomable (1967), sino Eddie Felson, el inquieto jugador de billar de El Buscavidas (1961), personaje que retomó en su madurez para llevarse su único óscar en El color del dinero (1986). Toda una confesión. Una más.