Adriana Ugarte: «He estado en una situación de extrema fragilidad y he pedido ayuda»

CULTURA

JUAN NAHARRO

Lleva 20 años de carrera y ha arriesgado en sus personajes rompiendo moldes. Ahora se pone en la piel del «Lobo feroz», donde interpreta a Matilde, una psicópata que venga la muerte de su hija. «Salvando las distancias, yo soy una superviviente como ella», confiesa

02 feb 2023 . Actualizado a las 18:54 h.

Ha sido La señora, la serie donde se inició como actriz hace ya 20 años, pero también ha dado vida a Sira, la protagonista de El tiempo entre costuras, la exitosa adaptación de la novela de María Dueñas. Y se ha puesto en la piel de Julieta con Almodóvar, pero también ha triunfado junto a Mario Casas y Berta Vázquez en la cinta Palmeras en la nieve. Unos registros muy distintos, porque Adriana Ugarte (Madrid, 1985) cree que es una manera de no cansar al espectador. En su última película, Lobo Feroz, interpreta a Matilde, una mujer herida y castigada por la vida que venga la muerte de su hija. ¿Te has creído mucho el cuento de Caperucita?, le pregunto. Y así responde Adriana.

—Lo primero es felicitarte, hoy [17 de enero, cuando hablamos] ¡estás de cumpleaños!

—Muchas gracias, sí, ¡38 caen! Lo llevo muy bien, muy a gusto, en familia, muy cuidada y muy mimada. No me puedo quejar nada.

—¿Qué ha sido lo mejor del último año?

—En este caso ha sido a nivel personal, hay algo muy bueno. Mucho, mucho.

—Una vez en una entrevista nos dijiste que con salud, dinero y amor una no siempre está feliz. ¿Ahora sí lo estás?

—No, sigo pensando lo mismo de esa ecuación. A veces salud, dinero y amor son frases hechas y creo que al final la clave es la salud mental. Cuando hay salud mental todo se acerca y todo fluye más, y entonces los otros elementos se dan en la ecuación. Así que la salud mental es la clave. Y también la clave de la felicidad está en el amor, en el amor que brota de una.

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—Das a entender que brota bien.

—Síii, la verdad es que sí. Creo que el amor brota de una misma y creo que si te rodeas bien, se producen intercambios muy bonitos. Y no me refiero solo al amor de pareja. Ojalá fuera eso, y creo que ya sabemos todos y todas que no. Muchos hemos estado muchas veces en pareja y no por eso hemos estado más felices y más equilibrados. Creo que al final para mí la clave es una muy buena relación con una misma. A partir de ahí vienen personas que te aman a la altura de ese concepto sano.

—Cuidarnos a nosotras mismas se nos olvida muchas veces.

—Eso es. Más que salud, dinero y amor, hay que tener mucho amor hacia ti misma para que lo que se acerque esté en consonancia con ese ideal de lo más sano. Y va a ser lo más enriquecedor para ti, lo que te va a hacer estar mejor y más cerca de tu esencia.

—Arrancas el año con una película muy diferente, te vemos en otro registro, muy cambiada físicamente también. A ti eso te encanta, ¿no?

—Me gusta mucho, sí, me gusta por mí, porque me divierto mucho, por el reto. Y también por el espectador, creo que si no, tiene que ser muy cansado verme a mí todo el rato de una misma manera. Es bonito trabajar el personaje para sorprender al espectador, porque creo que también es una manera de cuidarlo y de quererlo.

«Muchos hemos estado en pareja y no por eso hemos sido más felices»

—¿Te has creído mucho el cuento de Caperucita? ¿Has sido muy confiada? ¿Has visto venir al lobo?

—No, desgraciadamente siempre he sido muy desconfiada.

—En la película sacas una parte muy oscura.

—Matilde, el personaje, no saca desde mi punto de vista las armas más adecuadas para defender nada, sobre todo porque la tragedia ya está servida. Partimos de un personaje que tiene muy poco control sobre sus emociones, y probablemente como ella dice: «A un psicópata lo único que le da miedo es otro psicópata». Ella es consciente de que no gestiona bien las situaciones y esto viene de un trauma que ha tenido de pequeñita. No puedo hablar de Matilde como podría hablar de mí.

—¿Pero te identificas de alguna manera con esas madres que pueden vengar la muerte de un hijo? ¿Te nace esa visceralidad?

—Ganas no me faltarían, pero creo que al final no lo haría porque tengo muy presentes los límites. En mi mente seguro que flotaría la idea de venganza, pero la manejaría probablemente doscientas veces al día, y al mismo tiempo cien las reprimiría, y otras cien intentaría no escucharla. Pero claro que estaría presente en mi mente la venganza.

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—¿Cuál fue para ti el reto de este personaje?

—El reto era toda la transformación de la composición física, era muy distinta. Cómo habla, cómo mira, todos los tics que tiene, cómo se mueve. Toda esa construcción física que viene de todo ese mapa de traumas psicológicos que tiene. Estar metida bajo su piel y que no se me viera a mí era el reto. Al menos eso era lo que más me interesaba: que no se viera a Adriana en ningún momento.

—Matilde es una persona herida, pero también una superviviente.

—Mucho, mucho. Pero eso como personaje yo la admiro, porque las ha pasado muy duras. Y creo que al final elige vivir, a su manera, porque lo hace desde un modo muy drástico que a veces roza lo cómico. Porque es tan extremo lo que hace que te tienes que reír. Pero hay algo que admiras: ella tiene una relación especial con su padre, ha estado en la cárcel y al salir le sucede una tragedia. Es un perfil de persona que no ha conseguido rehabilitarse de todo, como si la vida no parara de ponerle oportunidades para meterse en follones. Y al tiempo te genera ternura, te dan ganas de ayudarla. De decirle: ‘Para ya, sal de ahí’.

—Salvando las distancias. ¿Te consideras una superviviente?

—Sí, sí me considero una superviviente. Al final a todos nos han pasado cosas duras en la vida. A algunos más a nivel material, y a otros nos han pasado más a nivel emocional y nos han pasado cosas muy extremas que nos han puesto en una situación de mucha fragilidad. Y desde esa fragilidad y vulnerabilidad hay que tomar decisiones. Siempre creo que la decisión correcta es pedir ayuda y no perder la esperanza. Perseverar aunque cueste, aunque duela, aunque te falte la fe y aunque muchas mañanas no puedas. Perserverar es lo mejor.

—¿Te consideras, entonces, una persona vulnerable y frágil?

—Muchísimo. Y a la vez muy guerrera, con mucho genio y mucho carácter. ¡Menuda los que me aguantan y me quieren! Tengo mucha suerte, tengo muchas personas en mi vida que son para comérselas.

—Dices que hay que pedir ayuda. ¿Tú eres de las que enseguida se da cuenta de quién la necesita?

—Sí, me gusta ayudar. A veces cuando lo has pasado regulín crees tener la capacidad para percibir el dolor en el otro.

—¿Y tienes esa capacidad?

—Sí, me da la sensación, ojo, puede ser que me equivoque. Pero creo que percibo cuándo el otro se encuentra pachucho y cuándo necesita. Intentar ayudar lo intento, otra cosa es que lo haga bien. Muchas veces soy torpe, pero intención no me falta.

¿Mi última locura? Me he cambiado de provincia, el cuerpo me pedía un poquito más de naturaleza

—En otra ocasión que hablamos contigo nos dijiste que eras una persona a la que le gustaba rodearse de gente con los pies en el suelo por si te despistabas. ¡No pareces descentrada!

—Las apariencias engañan, no te creas. Pero sí tengo la misma idea, me gusta rodearme de personas que espiritualmente estén más evolucionadas que yo, me gusta mucho aprender y superarme a mí misma.

—¿Cuál es la última locura que has hecho este año?

—Mudarme de comunidad, de provincia. Estoy muy contenta, me he ido a la otra punta del mapa.

—¿Estás escondida?

—Escondida no, ¡viviendo! Yo no me escondo. Eso sí, estoy cerca del aeropuerto, así que muy comunicada, eso era básico: que donde me fuera hubiera buenas conexiones.

—¿Necesitas esa parte de vida relajada, desconectada, metida en lo cotidiano...?

—Bueno, yo ya llevaba siete años viviendo en la sierra de Madrid, pero el cuerpo me pedía un poquito más de naturaleza. Porque también tenemos animales, así que nos hemos ido un poquito más lejos.

JUAN NAHARRO

—¡No sé si tienes wifi en casa, que antes no tenías!

—Pues la acabamos de poner, aunque no sé cuánto nos va a durar. Yo no soy muy fan, ja, ja.

—Bueno, pero te habrás enterado del lío de Shakira y Piqué, no sé de qué lado estás, ¿qué te ha parecido?

—Prefiero no pronunciarme, no soy de hablar de mi vida privada ni de la de los demás, soy muy pudorosa, entonces ni siquiera veo vídeos.

—Lo que sí eres es una coleccionista de prendas «vintage», no sé si por tu tiempo entre costuras...

—Sí, sí, me gustan mucho. Tengo camisones de mi abuela, ropa interior de encaje que era suya, sí. Me gusta un montón.

—¡Y eres una fanática de las sábanas y las toallas!

—Las cosas de decoración me encantan, puedo a lo mejor ser más pasota y no ir vestida con las últimas tendencias, pero las sábanas, las toallas, los manteles, todas las cosas de casa me gusta que sean de una materia prima buena.

—Por tu trayectoria se ve que siempre has defendido la naturalidad. No te quitas ni te pones nada.

—Tampoco sería real si te dijera que no me cuido. Lo hago, hago mucho deporte, cuido mi alimentación... No soy ninguna pasota, uso cremas que sé que me nutren bien, me cuido la piel. No dejo todo a la suerte, me cuido y estoy pendiente, y aprendo a gestionar el paso del tiempo sobre mi mente y sobre mi cuerpo, para mí es un trabajo, como para todas las personas. Pero al ser una persona pública eso te hace estar un puntito más insegura porque son más ojos los que te miran. No es lo mismo que ser anónima.

—¿Y eso cómo lo llevas?

—Bien. Son veinte años de profesión y estoy acostumbrada, desde los 17. Ya lo tengo asumido, pero no te deja de generar inseguridad, vértigo... Muchas cosas. Si ya asumir el paso del tiempo es un trabajo para todos, cuando eres personaje público te genera un punto más de miedo.

—¿Sigues estudiando Filosofía?

—Sigo, sigo.

—Perseverando...

—Sí, sí. Al ritmo que cada uno quiera, pero perseverar. Es una pasión la filosofía, quería formarme y al final creo que todo lo que aprendas es lo que te llevas. Y es lo que hablamos, en la línea de generar este sentido de la empatía. Cuanto más conoces, más empático te puedes volver. El conocimiento es una herramienta para ponerte más al servicio de los otros.

—Empezaste hace 20 años con «La señora», estuviste con Almodóvar haciendo «Julieta», también en el papel de Sira. ¿Te ha marcado más alguno de ellos?

—Todos. Sira me marcó muy fuerte, Julieta en otras, este de Matilde también, porque es en el que he hecho una mayor transformación física y psicológica... Cada uno te marca de una manera y te da muchas cosas. Los personajes son los maestros y nosotros solo tenemos que escuchar lo que nos demandan, lo que nos quieren decir para que contemos algo de ellos. Todos los personajes con los que me ha tocado relacionarme han sido mis maestros.

—¿Qué te ha aportado Matilde?

—Juego, riesgo, coraje, alejarme de estar en un personaje embellecida, y buscar totalmente lo contrario. Me ha aportado ilusión y creatividad.

—Y te ha aportado otra cosa. Dicho así coloquialmente: das unas buenas hostias.

—Las doy en general, ja, ja. He jugado mucho a las palas en la playa y eso ha quedado ahí. Entre las palas y la natación, pues sí.

—¡No te quiero imaginar con un cuchillo en la mano!

—Ay, ay, ay. ¡Y eso que soy cocinillas! Pero mejor dejarme sola en la cocina [se ríe].

—Venga, pues dime un plato. ¿Tu especialidad?

—Los arroces, me gustan mucho. Y la tortilla de patata es una cosa muy sencillita, pero creo que me sale rica.

—¿Con o sin cebolla?

—¡Siempre con cebolla! Pero os la hago sin cebolla, si queréis, no tengo problema. Pero sí va a estar un poco cruda y jugosita por dentro. Yo con el huevo cuajado no puedo, ja, ja, ja.