Hablarán de nosotras cuando hayamos muerto: cinco grandes autoras que siguen muy vivas

CULTURA

Fueron por delante, pero su éxito debió esperar generaciones, a que madurase la visión social del divorcio, el suicidio o el maltrato psicológico. Tove Ditlevsen, Lucia Berlin, Mercedes Valdivieso, Sara Gallardo y Ellizabeth von Arnim no son seres de su tiempo, son mujeres del nuestro. Están hoy más vigentes que nunca. A todas se les fue la mano, sus letras muerden

07 mar 2023 . Actualizado a las 17:14 h.

 

Tove Ditlevsen: ella ya se sintió impostora antes

Tras mucho purgar demonios imbricando palabras —nunca los suficientes—, decir «sí quiero» a cuatro hombres diferentes e ingerir a diario durante años una cantidad obscena de barbitúricos, Tove Ditlevsen (1917-1976) puso fin a su vida antes de cumplir los 60 con un último atracón de pastillas. Dejó por escrito en uno de sus poemas más invocados que no sabía cocinar ni usar sombrero, ni ser acogedora ni llevar joyas, ni recordar citas ni agradecer regalos ni dar la propina adecuada, ni retener a un hombre ni mostrar interés en las reuniones de padres. Que no podía dejar de fumar, de beber, de comer chocolate, de robar paraguas, de quedarse dormida por la mañana, de hablar por boca de otros, de revelar secretos y de amar lugares extraños y psicópatas. Que podía estar sola, leer libros, construir frases, escuchar y ser feliz sin remordimientos. Cuántas somos Tove.

Querida, somos legión las que en algún momento creímos estar soñando, convencidas de que lo que sucedía no podía ser real, no podía, y lo era. Las que sabemos que hay cosas que conviene vivir sin testigos para luego repetirnos que nunca sucedieron, las perennemente intranquilas por que nuestros secretos más amordazados salgan a la luz. También, las que nos sentimos a diario impostoras, culpables. Las rodeadas de caras caducas y cansadas, las que necesitamos caras nuevas, las que tenemos varias caras —que, al fin y al cabo, solo en la conciencia del otro existimos, en su mirada—. Las que sin estar cucú —no, no lo estamos— oímos voces, paranoicas perdidas, completamente seguras de que hay un plan urdido, de ser el blanco, siempre fácil, quisquillosas con los dobles sentidos. Las que sabemos de la indiferencia benéfica que tarde o temprano reemplaza al amor, de la autoinflingida luz de gas. Empiecen por la Trilogía de Copenhage. Luego, cojan aire y denle a Las caras. Buen viaje. Por María Viñas

Las caras Seix Barral, 176 páginas, 18 euros

Caminos de ida y vuelta hacia el abismo. Continuación natural, en clave de ficción, de la «Trilogía de Copenhague», las memorias con las que se convirtió en fenómeno literario mundial. Juega aquí con la crisis nerviosa, una confesión directa al abismo. ¿Es reversible?

Lucia Berlin: una amiga para toda la vida

La primera vez que leí a Lucia Berlin (1936-2004) supe que había ganado una amiga para toda la vida. Poco me importó que en ese momento ella llevara 12 años muerta y que acabara de resucitar para el mundo editorial tras años de olvido. Fue su Manual para mujeres de la limpieza, en el que otro buen amigo suyo recopiló algunos de sus magníficos relatos, el que logró el milagro. Gracias a él pude conocer a la muerta más increíblemente viva que jamás había soñado. Su voz ágil, despiadada y tremendamente lúcida, que llegaba fresca desde la ultratumba para ajustar cuentas con el mundo, me hablaba a mí. Su manera de contar, conmovedora, cruel y llena de humor oscuro me conquistó. ¡La sentía tan cercana!

Parece increíble que su talento portentoso no fuera suficiente para lanzarla al estrellato literario en vida. Nada explica (o tal vez sí) por qué su prosa sorprendente no se dio a conocer antes.

Los más rancios hablan de sus matrimonios fallidos, de sus hijos, de su vida caótica... es decir, toman todo lo que la convirtió en un genio de la literatura y lo usan como la excusa perfecta para justificar el freno de su carrera. Pero esa historia ya nos la sabemos. Y no, no es verdad. Lo que está claro es que su mirada sobre la adicción a las drogas, el alcoholismo, la pobreza, la infidelidad o la muerte no concordaban con lo que la élite literaria del momento esperaba ver brotar de la pluma de una mujer. No hubo oportunidad para una Lucia Berlin que, sin duda conocedora de su genialidad, tampoco se esforzó por complacer a los que le podían abrir las puertas.

«Me encanta la idea de que una niñita entre en una librería un día y descubra uno de mis libros. Así que, en algún sentido, soy realmente ambiciosa», dijo. Y lo logró. Aunque haya muerto en el intento. Hasta siempre, amiga.  Por Elena Méndez

Manual para mujeres de la limpieza  Alfaguara, 432 páginas, 20,90

Un personaje de leyenda. Su vida y su obra se funden en una simbiosis única en la que no se distingue la realidad de la ficción. Ella es sin duda su mejor personaje. Para qué más.

 

Mercedes Valdivieso: la primera en ver la brecha

«Me casé como todo el mundo se casa», resuelve en la primera frase de La brecha —obra inaugural de la literatura feminista latinoamericana— Mercedes Valdivieso (Santiago de Chile, 1924-1993). Pero esa primera sentencia que entienden las «mujeres Austen» y las nacidas antes de los 60 es una pregunta para una mujer como yo (¿cómo se casa todo el mundo?), una brecha entre lectoras y lectores, en edad y en experiencia. Firmamento rescató a finales del año pasado esta novela del 61 en la que Valdivieso golpea con cruda prosa poética, como una cadena o una serpiente de fuego, la institución del matrimonio («Dejé de pertenecerme por fuera y me amurallé por dentro. La libertad esperada ingenuamente a la vuelta del contrato matrimonial se hacía lejana. ¿Era mejor esto que la severidad de mi madre?»). Chile reconoció legalmente el divorcio décadas después de que lo consumase la escritora que te previene de «la terrible suerte de los débiles». En La brecha, muere Gabriela Mistral y muere una época, y nace con dolor una mujer que aborrece a su suegra, una mujer que tiene un hijo al que ama todo el tiempo y un amante por horas, que se deja acariciar por las «tibias manos del vino», que bebe y va al psiquiatra. Recibe primero flores y luego amenazas del marido, se curra su independencia con guerrillas de las que no se habló nunca, hasta ahora. Vamos al hueso de la grandeza literaria biográfica en 122 páginas que abren la palabra brecha como una muela picada. Valdivieso limpia y horada la brecha entre la infancia y la adultez, entre hombres y mujeres, entre la libertad y el amor, entre sumisión y conciencia. La autora que habló sin endulzarse la voz antes de tiempo hizo del divorcio obra de arte mucho antes que Rachel Cusk en Despojos. La libertad es soltera y tiene hijos. Por Ana Abelenda

La brecha  Firmamento, 122 páginas, 19 euros

El divorcio como obra maestra. Sobre lo que vale un divorcio y lo que cuesta, sobre esa brecha entre valer y costar, ilustra este libro del 61 que no cría malvas. Antes que Rachel Cusk (y que Annie Ernaux), hurgó en los escombros de una pareja rota Valdivieso. A pelo, sin anestesia.

Sara Gallardo: deja que te enseñe a escribir

No supe que no sabía escribir hasta que leí a Sara Gallardo. Una cosa es juntar palabras y que de ahí salgan textos, pero escribir, lo que se dice escribir, se ve que no escribía. No hurgaba en cada frase ni me planteaba empezar la historia por el final. No escurría las letras como si fueran un paño húmedo para que pingasen hasta quedar secas. No era valiente. Eso es lo que hacía Sara y nunca nadie lo hará como ella.

Por eso hipnotiza con cada cosa que dejó escrita y que (para sorpresa de los de hoy) pasó de puntillas por aquellos años 70. Ahora, viva y muy viva a este lado del Atlántico gracias a la editorial Malas Tierras, rompe con cada inicio de un relato en El País del Humo un pilar de esos que parece que te anclan al mundo. Y caes.

Mi cuento favorito, por ejemplo, empieza diciendo: «Una señorita tenía una cabeza de repuesto». Hay otro que comienza así: «Yo prefiero el degüello, aunque no me falta puntería». Y uno que, sin vergüenza, se pone en la piel de una madre que asegura: «De todos mis hijos prefiero los medianos». Así te atrae, te engulle. Me fumo a Sara Gallardo como un adicto a la nicotina haría con su caja de cigarrillos favorita. Uno a uno, cuento a cuento. Consumo sus páginas, las devoro, no puedo hacer otra cosa.

Sara habla y yo escucho las historias que siempre enfocan a seres olvidados. Ese anciano que solo encuentra compañía en las plantas de su jardín, el soldado desertor que aún tiene sitio para la compasión en su corazón, una monja que cuida de los desvalidos. Espíritus anónimos rodeados de esa magia que inundó la literatura latinoamericana del siglo pasado y que todavía tiene mucho zumo que exprimir. Por eso hay que leer a Gallardo. Para intentar entender por qué de las mismas letras, ella extrae azúcar y el resto solo piedras.  Por Belén Araujo

El país del humo Malas Tierras, 248 páginas, 22,00

La garganta argentina. Sara grita desde las profundidades de la Pampa. Grita y suena su eco en todas las voces que contienen estos 46 cuentos: desgarradoras y ahogadas. El punto de entrada perfecto a la obra de Gallardo.

Elizabeth von Armin: cien años de luz de gas

Hay lectoras de hoy en día que me han escrito para contarme que se habían dado cuenta de que estaban siendo víctimas de violencia machista después de leer Vera de Elizabeth von Armin». Así de categóricas son las palabras de Jan Arimany, alma máter de Trotalibros, la editorial que se atrevió a rescatar un libro escrito en 1921 pero que, desgraciadamente, rezuma actualidad en cada página. Vera es mucho más que un thriller psicológico. Es un grito de auxilio. Una llamada de atención. Una guía para todas esas mujeres que luchan cada día por salir del pozo al que se han visto arrastradas. «El amor la había hecho miserable, pues en el amor se escondía el miedo a herir al amado». Nunca tan pocas palabras han condensado tanto las peores sombras de una relación. La obra de Von Armin arranca cuando la joven e inocente Lucy pierde a su padre, que había sido su única compañía y su gran protección. Es precisamente en ese momento de gran vulnerabilidad cuando conoce a Wemyss, que se ofrece a ayudarla en todas las decisiones referentes al funeral de su padre. Es así como Wemyss logra ocupar el lugar del progenitor de Lucy, que se vuelve a sentir amparada. Y cuando él le pide matrimonio, ella, confundida acepta. Su vida se vuelve irrespirable al mudarse a la casa de él y Lucy se ve obligada a convivir con la alargada sombra de Vera, la difunta mujer de Wemyss, fallecida en extrañas circunstancias. Irreverente, adelantada a su tiempo, Von Armin demuestra en Vera su arrojo al acercarse a temas censurados en su época. Con su pluma magistral, la autora conduce a los lectores hacia el lado más tenebroso del matrimonio. Hacia el maltrato psicológico. La toxicidad. La sed de posesión y el narcisismo que lleva a la anulación de una mujer. La tan actual luz de gas. Muchos no se atreverían hoy a poner negro sobre blanco de forma tan directa un tema tan candente. Por Sara Cabrero

Vera  Trotalibros, 335 páginas, 22,95

El lado tenebroso del matrimonio. Justo cuando pierde a su padre, la inocente Lucy conoce a Wemyss, que se ofrece a ayudarla en todo. Ese momento de vulnerabilidad acaba convirtiéndose en su peor condena. Una historia oscura, pero escrita con gran sutileza.