Álvaro Pombo: «Me quedan historias por contar, pero no sé si muchas»

La Voz SANTANDER / EFE

CULTURA

Pombo, en la UIMP, en Santander, este martes.
Pombo, en la UIMP, en Santander, este martes. Román G. Aguilera | Efe

23 ago 2023 . Actualizado a las 08:56 h.

El escritor Álvaro Pombo recibió este martes el premio internacional Menéndez Pelayo, que reconoce una extensa carrera que no ha terminado aún, dice, porque le quedan «historias por contar», aunque no sabe «si muchas». «Mientras la conciencia se despieza, van apareciendo historias», señaló Pombo en una rueda de prensa en que elogió el galardón como «el más importante» de su carrera, y que le otorgaron en el palacio de La Magdalena, en Santander, la ciudad que lo vio nacer.

A sus 84 años, bromeó, le «quedan unos seis a todo tirar», «con suerte un poco más», pese a «achaques», como su incipiente sordera, que le impidió escuchar bien la laudatio que le dedicó el profesor Fernando Valls. «Me voy a tener que comprar un sonotone con los 20.000 euros del premio», señaló Pombo, quien avanzó que ya está trabajando en una novela sobre el general Manuel Fernández Silvestre y el desastre de Annual, un tema del que, asegura, «se ha hablado muy poco en España».

Las guerras de África forman parte de las «muchas historias» que quiere seguir escribiendo, unos sucesos que pretende «contar bien» a través de la ficción histórica, que ya tocó en su última obra, Santander 1936, y con la que espera «cuadrar una imaginación dispersa». «Si no escribo otro libro, me come la miseria», afirmó Pombo, quien dice estar «en vilo», un estado en el que «se nos ocurren cosas», algo «muy español», subrayó, como ser «poco institucional».

Al preguntarle por la escritura de la Guerra Civil, el autor entiende que existe un «temor» en los escritores, literatos y cineastas a «ser o parecer de derechas». «Les gusta parecer de izquierdas», incidió. Esto responde a que «la izquierda parece más ética que la derecha», según Pombo, quien agregó que esta concepción sobre la ideología «es un error».

«Endomingado» como cuando iba a misa de joven, el escritor recibió el premio por su «lectura de la compleja realidad del mundo» y reflexionando sobre los galardones: «Dependemos de ellos para sobrevivir», admitió.

Declaró su «amor» por Santander, ciudad que, confesó, «ya había olvidado», pese a haber «recorrido todo esto de chaval», y que no visitó mucho en los últimos años por ser «sedentario». Así, vindicó el sedentarismo frente a las ansias de viajar: «Esto de que se vaya la gente a Tailandia a ver la luna me pone de los nervios», concluyó.