«Vivir deprisa», el brillante ejercicio de duelo que ganó el Goncourt

CULTURA

«Si Stephen King hubiese muerto en el terrible accidente que tuvo tres días antes que Claude». «Si la hora de las mamás no hubiese sido también la hora de los papás». «Si Claude hubiese escuchado 'Don't Panic', de Coldplay, y no 'Dirge', de Death in Vegas»... Si todo eso cambiara, ¿la historia sería distinta?

25 ago 2023 . Actualizado a las 12:13 h.

Escribir es tener una segunda oportunidad. Contar una historia no cambia la realidad de los hechos, pero sí su efecto, e incluso el centro de la cuestión. Si las cosas simplemente son como son, no hay literatura, que es el arte de decir las cosas como las vemos. El relato es subjetivo, una interpretación. Vivir deprisa, además de ser una máxima de Lou Reed -manifiesta ya en las primeras líneas de esta historia donde el dolor se expresa en una sucesión de proposiciones condicionales-, es el análisis personal, de un accidente mortal que deja una casa soñada por estrenar, vacía de la noche a la mañana.

Esta es la novela de un duelo pendiente de hacer, aparcado durante 20 años. Es el limbo del que se queda. El dolor de una pérdida necesita a veces superar la mayoría de edad. Veinte años debieron pasar para que podamos saborear el Vivir deprisa de Brigitte Giraud (Sidi Bel Abbes, Argelia, 1960), que ha merecido el premio Goncourt por bordar con sencillez, sin melodrama, el relato truncado de una historia de amor, del futuro imposible de un hogar. Todo empieza con la venta de una casa, que es también la necesidad de deshacerse de todas las promesas de futuro que esa casa no cumplió. El cliché de la casa maldita se usa aquí con suma discreción, con personalidad. 

Los hechos: la pareja de Brigitte, padre de su hijo, muere en un accidente de moto,  poco después de que comprasen la casa porque ella se empeñó. La novela: un exigente y maravilloso ejercicio literario y psicológico al tiempo, sin acelerones ni paños calientes. Aquí se exploran las causas que desencadenan, según la personalísima visión de una esposa en duelo, ese accidente de moto fatal que no estaba en absoluto en el guion. Para empezar, por ejemplo, porque la moto ni siquiera era suya... Era una moto (una Honda 900 CBR Fireblade, fuera de circulación en Japón por peligrosa) que estaba fuera de lugar en el momento más inadecuado (y más tentador). «Si no hubiese querido vender el apartamento», «si mi hermano no hubiera cogido una semana de vacaciones (ni dejado la moto en mi garaje», «Stephen King hubiese muerto en el terrible accidente que tuvo tres días antes que Claude», «si Claude hubiese escuchado 'Don't Panic', de Coldplay, y no 'Dirge', de Death in Vegas», «si el abuelo no se hubiera suicidado»... son parte de las posibilidades y fantasmas que Brigitte Giraud saca del cesto de su sentimiento de culpa frente a la muerte de su pareja, de esa incredulidad ante el desastre que deviene en obsesión por abrazar un porqué. Siempre alivia comprender. Porque no cambian los hechos, pero sí la interpretación.

Giraud entiende, y expone con maestría en esta novela en la que lo veloz no quita lo profundo, que la vida le dio varios «comodines» para evitar el desastre. Quizá piensas lo contrario. Quizá ella no tiene razón, pero eres afortunado si no has sentido eso que cuenta alguna vez.