Trabajar cara a cara con la muerte: «No creo en los fantasmas»

Marta Otero Torres
marta otero LA VOZ

CULTURA

capitan swing

La periodista Hayley Campbell publica un libro en el que repasa el día a día de enterradores, embalsamadores y operarios de funerarias

31 oct 2024 . Actualizado a las 09:07 h.

Será porque Hayley Cambpell, hija del famoso dibujante Eddie Campbell, se crio haciendo los deberes en la parte de atrás de los borradores de los cómics de Jackarippy, sobre Jack el Destripador, un personaje que se hizo familiar para ella y su hermana pequeña. Siempre sintió curiosidad por la muerte, hasta que se decidió a publicar Todos los vivos y los muertos (Capitán Swing), en el que repasa las profesiones que se encuentran cada día con esa realidad de frente. «Quería visiones no poéticas de la muerte, que no estuviesen idealizadas o esterilizadas. Quería la realidad pura y banal de esto que a todos nos llegará».

la directora de funeraria

La realidad, de golpe. «El primer cadáver que veas no debería de ser de alguien a quien quieras». Poppy no había visto ninguno antes de hacerse directora de una funeraria esta ex empleada de una casa de apuestas que eligió la más loca de las opciones para cambiar de trabajo. Al investigar cuando sus padres se pusieron enfermos se dio cuenta de lo estancada que estaba esa industria. Cuando vio la muerte por primera fez se sentía enfadada. «Haber tenido personas muertas en mi vida antes de todo aquello me habría resultado tremendamente útil».

el escultor de máscaras funerarias

Una conexión especial. Nick lleva más de veinte años moldeando rostros de difuntos. Moldea el rostro de unas cuatro o cinco personas fallecidas al año. Confiesa que «una máscara mortuoria puede crear un punto de encuentro para hablar con alguien, creas o no en la vida después de la muerte». Él habla con la de su padre, y asegura que algunos clientes las colocan sobre la almohada junto a ellos cuando duermen. «Se produce algo especial al hacer una máscara de alguien, con independencia de que se crea o no en si el misterio de la muerte se transfiere a ella».

el verdugo

Una pieza más del entramado. Hayley Campbell habla también en su libro con un verdugo, un trabajo todavía vigente en algunos estados de EE. UU. donde se impone la pena de muerte. El testimonio de Jerry Vigens es el de un hombre negro que asegura que fue dios quien eligió ese destino para él. «Iba a hacerse de todas maneras, explica, lo hiciera yo o no, porque el Estado tiene la capacidad para hacerlo». Asegura que, de algún modo, él preparaba a la gente para su próxima etapa en la vida. «Hablaba con ellos, rezaba con ellos, porque esa iba a ser la última vez que hicieran cualquiera de esas cosas».

el embalsamador

La importancia de llevarte una buena imagen. Ron Troyer siempre pensó que el embalsamamiento era «un acto de compasión». Compartió trabajo con el doctor Philip Gore, quien hace hincapié en la importancia de la imagen final del fallecido para la familia. «Si hace mucho que no ves a tu madre porque vives en el extranjero, puede serte realmente útil pasar unos minutos con ella. Y tu última imagen de ella no es como se encuentra hora. Claro que estamos maquillando la realidad, pero la verdad es que si le dijeras a la gente: ‘No vamos a tocarle nada, así es como realmente está', ¿eso ayudaría a sus seres queridos? No puedo afirmar eso.

el enterrador

Cavar tumbas sin pensar. Mike y Bob, los enterradores, según cuenta la autora «han enterrado a amigos, a bebés, a víctimas de asesinato que tuvieron que ser exhumadas más adelante... y ambos han enterrado a sus madres. Se ayudaron mutuamente a cavar las tumbas, como harían con cualquier otra». Ninguno de los dos le da muchas vueltas al tema de la muerte. Mike lo considera algo práctico y dice que «solo puedes verla desde fuera, incluso si se te está echando encima». «¿Y por qué iba a cavar otra persona su tumba, si son ellos los sepultureros locales», recoge Campbell.

la comadrona de duelo

El momento más duro. Uno de los trabajos más difíciles relacionados con la muerte que Campbell expone en su libro es el de la comadrona de duelo, que brinda apoyo a las madres (y padres) que pierden a sus bebés durante el parto o al poco tiempo de nacer. Cuando conoce a Clare Beesley, que ejerce este trabajo en Birmingham, siente que «podría llamarla mamá sin querer». Allí, en el paritorio reservado a las mujeres que dan a luz a sus bebés sin vida «hay un silencio que atraviesa el alma». «Nunca imaginé que acabaría liderando este servicio —asegura Beesley—, entré en la obstetricia para ocuparme de un trabajo alegre y he terminado siendo comadrona de duelo durante la mayor parte de mi carrera. Pero cuando ves lo útil que resultas, cuánto puedes aportar a los padres y al tiempo que pasan con el bebé y cómo eso puede afectar al resto de sus vidas entiendes que es una parte muy importante de la obstetricia. No puedes controlar lo que sucede, pero puedes controlar cómo cuidas a una familia cuando pasando el momento más devastador de su vida».

operario de crematorio

«No creo en fantasmas». Hay datos que uno quizás no deberia saber. Como que la temperatura de un horno crematorio está a 862 grados «para quelos cuerpos no se cocinen, sino que se incineren». Tony Bryant es el empleado que da los detalles sobre este proceso y, curiosamente, asegura que nunca habría aceptado un trabajo que implicara tocar cadáveres. «¿A ti no te dan miedo?», le pregunta a la autora. «Como trabajo aquí —cuenta Bryant— la gente me pregunta si creo en fantasmas. No creo en fantasmas para nada, pero aquí sí que vienen todos los días. Son las personas que vienen de visita, día tras día, y están vivas y coleando pero tan afligidas que todo lo que les queda es venir aquí y luego a la tumba y quedarse allí plantadas».

la muerte optimista

La opción de la criogenización. El último testimonio del libro es el de Dennis Kowalski, presidente del Instituto Criónico, entidad a la que acuden quienes quieren congelar su cuerpo tras la muerte con la esperanza de que la ciencia les reviva en un futuro. Y aporta una reflexión clara: «Hace cien años si tu corazón dejaba de latir estabas acabado. Estabas muerto. Pero hoy en día ‘devolvemos la vida ‘cotidianamente a las personas. Les aplicamos desfibriladores. Les damos fármacos para el corazón. ¿Dónde estaríamos si nos hubiéramos quedado con la idea de que nunca se puede devolver la vida a las personas?.