Remos de oro, plata y bronce

Pablo Batalla Cueto GIJÓN

DEPORTES

Saúl Craviotto hace balance en Gijón de las Olimpiadas de Río, de las que ha regresado con dos medallas

24 ago 2016 . Actualizado a las 19:56 h.

Tiempos hubo, antes de la puesta en marcha del Plan ADO para garantizar un buen puesto en el medallero de Barcelona 1992, en que las únicas alegrías olímpicas para España provenían de la vela. Hoy el panorama es bien distinto, con españoles sobresaliendo en las disciplinas más diversas, pero sigue siendo un deporte acuático el que descuella por sobre todos los demás: el piragüismo. En piragua han llegado a España cuatro de las 17 preseas que los deportistas patrios se han traído de Río de Janeiro y en piragua llegaron tres de las 18 de Londres y tres de las 19 de Pekín; y en las tres ocasiones, gran parte del mérito correspondió a Saúl Craviotto Rivero. De esas diez medallas del piragüismo español en las últimas tres Olimpiadas, cuatro han sido suyas, bien como miembro de una dupla de conductores de K2, bien en solitario: un oro en Pekín, una plata en Londres y una plata y un bronce en Río. Las cuatro han tenido mucho de asturianas pese al origen catalán de Craviotto, porque mucho de asturiano tiene ya también él: asturiana fue gran parte de su formación, recibida en esa meca del piragüismo que es el embalse de Trasona; asturiano es su entrenador, Miguel García, y asturianas de Gijón, donde reside, son su mujer, Celia, y su hija pequeña, Valentina. «Asturias me acogió maravillosamente cuando llegué y es una tierra muy especial para mí. Salvo los inviernos, que pasamos en Sevilla por el tema del clima, Asturias ha sido la base de todos mis triunfos desde Pekín, y si decido continuar seguirá siendo así», dice en el concesionario de AsturWagen en Porceyo, Gijón, en donde ha celebrado su primera rueda de prensa desde su aterrizaje en Ranón procedente de Brasil, por ser ese concesionario de Volkswagen y Audi su patrocinador desde 2012.

Preocupa y mucho ese condicional «si decido continuar» por las repercusiones que para futuros medalleros españoles podría tener la retirada de este titán de la canoa. Preguntado por si estará en Tokio 2020, Craviotto no dice ni que sí ni que no. «Estoy muy cansado, y pensar en Tokio se me hace muy cuesta arriba ahora mismo. De momento quiero pasar un par de meses sabáticos sin tocar una piragua, pero cuando vuelva de vacaciones me sentaré con Miguel, analizaremos el proyecto que tengamos encima de la mesa y si vemos que hay opciones de medalla seguramente sí que siga», explica, aunque puntualiza que para él «las medallas no son lo más importante»; y justifica al respecto que hay ciertos desequilibrios como que «un maratoniano sólo puede hacer una prueba en unos Juegos Olímpicos; sin embargo, Mireia Belmonte hizo seis y yo como velocista he podido hacer dos. Lo que yo más valoro y de lo que más me enorgullezco», explica, «es de haber mantenido el nivel durante tres Juegos Olímpicos. No pienso en récords ni en superar a nadie, sino sólo en mi récord personal».

¿Abanderado en Tokio 2020?

Un motivo para el optimismo con respecto a que Craviotto, que tendrá para entonces 35 años, acuda a los que serían sus quintos Juegos lo hay en un cambio que se prevé que se lleve a cabo en Japón: el aumento a 500 metros de la distancia de la prueba de velocidad en K1, que hasta ahora ha sido de 200. El medio kilómetro es una distancia más cómoda tanto para Craviotto como para su compañero de K2, Cristian Toro. «Es la distancia que más me gusta y la que mejor se me ha dado siempre, y además con el tiempo se supone que vas perdiendo explosividad pero ganando resistencia, así que el cambio me favorece y es posible que incline la balanza hacia continuar cuatro años más», dice. «Parece que quien lo ha decidido no quiere que me retire», añade entre risas antes de reconocer otro aliciente más para ir a Tokio: su más que probable nombramiento, si es así, como abanderado de la delegación española en el desfile inaugural. «Para mí sería lo más grande, porque no hay nada más grande ni más increible ni más emocionante que ser abanderado de tu país, portar la bandera de España», fantasea, con la modestia eso sí de opinarse muy lejos de los méritos de Rafa Nadal, abanderado este año. «Para nosotros es el deportista español más grande con todos los tiempos, con permiso de David Cal», pondera.

De «increíble» y «apoteósica» califica Craviotto la actuación del piragüismo español en estas últimas Olimpiadas, recordando no sólo las cuatro medallas sino dos cuartos puestos que a punto estuvieron de ser terceros y de convertir en «ya la leche» la cosecha de preseas de los piragüistas. Adscribe ese éxito al hecho de tener España «los mejores técnicos a nivel internacional» y a «una actuación increíble de la Federación de Piraguismo trabajando desde la base: los equipos sub-23 y júnior»; y se congratula de él por lo que va a reportar en forma de visibilidad y de mayores y mejores patrocinios y subvenciones para este deporte del que es difícil vivir, por no decir imposible. El propio Craviotto se gana los garbanzos como policía nacional en la comisaría de Oviedo.

El piraguista catalán es ecuánime cuando se le pide que valore la organización de estos últimos Juegos, muy criticada por problemas como las deficiencias en transporte o la proliferación de algas que transformó en verde esmeralda el color del agua de las piscinas olímpicas. «La organización no ha sido tan buena como las de Londres y Pekín, donde todo salió perfecto, pero se esperaba un caos y que todo fuera fatal y no ha sido así», dice. Reconoce que «sí que hubo un poco de caos en cuanto a tráfico: para llegar de un sitio a otro separado por pocos kilómetros tardabas una hora o más», pero añade que «por lo demás ni he visto mosquitos, ni me he sentido inseguro en ningún momento; he estado muy a gusto y por lo que he podido hablar con otros compañeros de otros deportes ellos también lo han estado». La única pega, el único disgusto, no se lo debió Craviotto a la organización de los Juegos, sino a un problema propio: la ausencia de su familia, que no pudo desplazarse a Brasil y acompañarle en sus éxitos como en las anteriores convocatorias olímpicas. «Tuvieron que verme en televisión, y lo pasaron muy mal», lamenta.

Lo seguro es que, con Craviotto o sin él, el piragüismo seguirá dando alegrías al deporte español, como anuncian los éxitos de jóvenes promesas del kayak como Marcus Walz. Quizás algún día sí que pueda vivirse de este deporte.