Kilian Jornet, la sombra de la duda

Javier Armesto Andrés
JAVIER ARMESTO REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Nueve meses después de su doble ascensión al Everest se acentúan las críticas por no presentar pruebas fiables de que hubiera pisado la cima

26 feb 2018 . Actualizado a las 23:11 h.

Por primera vez desde su doble ascensión al Everest hace nueve meses, Kilian Jornet ha respondido a las acusaciones por no haber presentado pruebas de su hazaña. Lo ha hecho en Desnivel, la publicación especializada en montaña más importante de España (nació en 1981, en plena Transición), que le dedica la portada acompañada del titular «La sombra de la duda».

En un duro editorial, el director de Desnivel, Darío Rodríguez, afirma que «Kilian debería haber ofrecido la máxima información desde el primer momento. Hoy en día existe tecnología suficiente para que un alpinista demuestre de manera fehaciente que ha hecho cima. Una tecnología que debe ir acompañada de los sistemas tradicionales. Es algo que todo alpinista profesional (o que quiera públicamente hablar de su actividad) debe hacer».

La revista publica un reportaje donde se hace eco del informe aparecido en diciembre en la web inglesa everest1953.co.uk, que lleva años documentando récords de velocidad en el Everest. En él se criticaba la falta de fiabilidad de los tracks GPS del reloj que llevaba el corredor de montaña catalán -el primero marca una cota máxima de 8.593 metros, lejos de los 8.848 que tiene el techo del mundo; y el segundo refleja solamente datos del descenso, empezando a 8.678 metros y con un máximo de 8.749-.

Según Jornet, «en el perfil de altura [de la primera ascensión] a unos 8.600 metros se puede ver que hay un salto de 200 metros de desnivel. Podría haber diferentes explicaciones, quizás la presión descendió al pasar del día a la noche [llegó a las 23.59 horas del 21 de mayo], pero luego se ve que continúa ascendiendo otros 300 metros».

Sobre la segunda ascensión, el 27 de mayo, declara: «Me perdí e imagino que toqueteando para buscar la vía cambié algo y solo se registró la bajada». Indica que el reloj -un Suunto Ambi3 Peak, el modelo más avanzado de la marca finlandesa- pasó del modo grabación al modo navegación. «Se puede ver dónde me perdí en la noche, así que lo usé para encontrar el camino de vuelta con seguridad. Quizás eso tiene algo que ver con que se parase el registro de subida y solo se grabase el de bajada».

Jornet asegura que tiene imágenes de vídeo captadas con una GoPro a 8.700 metros: «Filmé algunas tomas, pero no tenía la cabeza para mucha grabación. Cuesta bastante sacar la cámara, ponerla, filmar... Lo hice tres o cuatro veces por encima de los escalones y en la cima antes de bajar, aunque es de noche y no se ve el Lhotse ni nada, pero sí el GPS en la cámara». Esas imágenes se verán en la película que rodó Seb Montaz, el cámara de montaña francés que lo acompañó en parte de su ascensión. El filme lo estrenará el 1 de marzo en Bilbao y Pamplona y cobra 10 euros de entrada.

El escalador se justifica diciendo que «puedes hacer la actividad de dos maneras: o vas a buscar fotos para Instagram acompañado de gente con oxígeno que te las haga, cosa que no quería, o vas solo e intentas traer lo que puedas».

El problema es que Kilian no tiene fotografías que demuestren que llegó a la cima (solo hay una de la primera ascensión con el fondo completamente negro, donde no se aprecian el trípode chino o las clásicas banderitas budistas que lo adornan), ni dejó o se trajo nada de ella. En su habitual estilo ligero, subió con el mínimo equipo necesario. «La mochila se vació a 8.300 y la dejé en el suelo con una piedra. Como iba solo y sin asistencia cada gramo contaba», señala.

Huellas en la nieve

En esta tesitura, solo el testimonio de otros alpinistas que ese día atacaron la cumbre podría confirmar o desmentir la hazaña del español. Según Jornet, cuando bajaba se cruzó con los integrantes de una expedición india a 8.750 metros. «Como yo fui el único que escaló durante la noche y ellos fueron los primeros en subir ese día, pudieron ver solo mis huellas en el camino de la pirámide somital hasta la cumbre», argumenta.

Supuestamente, esas huellas habrían quedado marcadas en la nieve fresca que cayó, a pesar de que el propio Kilian reconoce que «la noche era buena y despejada». En su opinión, comprobarlo «es tan fácil como hacer una llamada a los indios». Se trata de Hari Prasad Ganugapenta y Sunda Raju Repalle, que llegaron a las cima a las 3.15 horas del 22 de mayo.

«Llego a una zona que debe ser la cumbre, pero no lo puedo comprobar, no veo nada» 

La Himalayan Database ha reconocido las ascensiones de Kilian y las ha incluido en su listado de la sesión del primavera del 2017. Pero Desnivel indica que tras el reciente fallecimiento de su fundadora, Elizabeth Hawley, esta organización funciona más como un registro detallado que como un juez que comprueba exhaustivamente la veracidad de las ascensiones. Billi Bierling, sucesora de Miss Hawley, explicó a La Voz: «Nosotros no certificamos ninguna subida. Somos una base de datos e informamos, y construimos nuestro trabajo sobre la confianza y los informes orales de los escaladores». Más escéptico es Eberhard Jurgalski, de 8000ers.com, otra página en Internet que toma nota de las expediciones y que sitúa las ascensiones de Kilian como Disputed (cuestionables).

Himalayan Database también da por válida la cima de Jornet en el Cho Oyu (8.201 metros) durante su aclimatación para el Everest. Allí se desplazó junto a su pareja, la atleta sueca de skyrunning Emelie Forsberg. En el libro Summits of my life, Kilian relata: «Cuando llegamos a los 7.700, Emelie decide retroceder (...). Continúo yo solo, a pesar de la niebla y el viento, y llego a una zona que me parece que debe ser la cumbre, pero no lo puedo comprobar porque no veo nada más allá de mis pies».

En el Cho Oyu probó un nuevo protocolo que según Jornet «puede revolucionar el alpinismo», y que incluyó dormir en una tienda en hipoxia 30 días antes de viajar al Himalaya. Este tipo de instalaciones, desdeñadas por los puristas de la montaña, reproducen las condiciones en altitud (la primera semana equivale a estar a 4.000 metros y la cuarta, a 5.800) y permiten al cuerpo adaptarse sin las incomodidades de tener que hacerlo al aire libre.